Por Igor Romanchenko, embajador de Rusia en el Perú.
Últimamente se hizo costumbre acusar a Rusia y solo a Rusia de una agresión “no provocada y premeditada”. Me gustaría recordarles que Rusia se vio obligada a empezar una operación militar en respuesta a un llamado de ayuda de la población de Donbass, después de 8 años de genocidio y violación de sus derechos legales, ante la incondicional negativa del gobierno ucraniano a cumplir con sus obligaciones internacionales.
El objetivo de la operación es neutralizar las formaciones armadas neonazis y destruir los objetivos militares. Al mismo tiempo, Rusia entregó más de 21,5 mil toneladas de ayuda humanitaria a Ucrania y desde 2014 ha recibido a más de 2,5 millones de refugiados de su territorio.
No es necesario ser un experto para ver que las tácticas de las Fuerzas Armadas de Ucrania es la guerra urbana, usando la población civil como un “escudo humano”, disparando contra quienes intentan escapar por corredores humanitarios, causando la máxima destrucción y víctimas entre la población civil, para después culpar a Rusia de este estrago. Sin embargo, aparentemente, la financiación de la restauración fue prometida a Kiev por sus aliados, tal vez incluso usando los activos soberanos rusos en los bancos “más confiables”.
Estos hechos no parecen anormales a quienes hoy imponen sanciones contra Rusia y firman artículos antirrusos, así como no les incomodaron los bombardeos e invasiones contra Corea y China (1950-1953), Guatemala (1954, 1960, 1967-1969), Indonesia (1958), Cuba (1959-1961), Congo (1964), Laos (1964-1973), Vietnam (1961-1973), Camboya (1969-1970), Granada (1983), Líbano (1983-1984) , Libia (1986), El Salvador y Nicaragua (década de 1980), Irán (1987), Panamá (1989), Irak (1991, 2003-2015), Kuwait (1991), Somalia (1993, 2007-2008, 2011), Bosnia (1994-1995), Sudán (1998), Afganistán (1998, 2001-2015), Yugoslavia (1999), Yemen (2002, 2011, 2015), Pakistán (2007-2015), Libia (2011, 2015), Siria ( 2014-2015).
Se prefiere no mencionar quién es responsable del único ataque con armas nucleares en la historia, contra las ciudades pacíficas de Hiroshima y Nagasaki. Se hace caso omiso del número de víctimas civiles como resultado de todas estas acciones violentas, así como las 14.000 muertes en Ucrania desde 2014.
Ahora ya a nadie sorprende que un cierto grupo de países se autodenominen “toda la comunidad internacional”, arrogándose el derecho a la verdad, el derecho a ejecutar e indultar, acusar al presidente de un Estado soberano de crímenes de guerra sin ninguna investigación imparcial por parte de organismos autorizados. Del país, que está detrás de las acusaciones, ni siquiera se exige ser miembro de la Corte Penal Internacional.
Incluso se está poniendo de moda culpar a Rusia por el empeoramiento de la crisis energética y alimentaria, mientras que de hecho es el deseo maníaco de sofocar la economía rusa con sanciones que han llevado a la ruptura de las cadenas de transporte y financieras, de la que sufre en primer lugar el mundo en desarrollo, y no los sancionadores. Y en lugar de promover objetivos de desarrollo, asignan fondos a Kiev para la compra de armamentos rusos en terceros países, violándose las normas básicas de control de exportaciones y tráfico de armas.
Se afirma que para Rusia, supuestamente, no hay amenazas a la seguridad, que la OTAN es una alianza defensiva. Basta con mirar el mapa y ver el cerco que crean las unidades militares de la OTAN en las fronteras de Rusia. Nada de esto se observa ni de lejos en las fronteras de Estados Unidos o de sus aliados.
Ya no podemos normalizar un mundo de doble rasero y doble moral. Defendemos la igualdad y el respeto de todos los Estados.