El último jueves 30 de diciembre se cumplieron dos años del anuncio que envió el médico chino Li Wenliang, quien advirtió sobre una nueva enfermedad, la COVID-19, a colegas y familiares. Incluso, intentó difundirlo a través de redes sociales, pero no tuvo éxito.
Sin embargo, el Gobierno de China lo denunció y arrestó por “difundir rumores”. Aproximadamente, un mes más tarde falleció como consecuencia del devastador virus, cuando una de sus pacientes lo contagió.
Li habría avisado a sus colegas que cuatro días después de identificar al primer paciente con coronavirus, funcionarios de la Oficina de Seguridad Pública lo visitaron y le pidieron que firme una carta en donde lo acusaban de “hacer comentarios falsos” que habían “perturbado severamente el orden social”.
“Le advertimos solemnemente: si sigue siendo terco e impertinente, y continúa con esta actividad ilegal, será llevado ante la Justicia ¿se entiende?”, decía el papel.
Un paciente infectó de coronavirus a Li Wenliang, quien falleció en febrero de 2020. Foto: AFP
El 10 de enero, Li comenzó a presentar tos, fiebre y solo dos días después fue hospitalizado. Tras 27 días internado, el médico falleció Hospital Central de Wuhan la madrugada del viernes 7 de febrero del 2020.
Solo cuando el brote del virus SARS-CoV-2 pasó las fronteras chinas y obligó a 50 millones de ciudadanos del país a estar encerrados las autoridades admitieron que Li y los demás médicos que lo anunciaron no debieron haber sido censurados.
La insistencia del Dr. Li Wenliang en decir la verdad hicieron que el pueblo chino lo considerara un héroe popular.
“No es tan importante para mí si estoy reivindicado o no”, dijo Li, de 34 años, en una entrevista desde una sala de cuarentena con la publicación china Caixin. “Lo que es más importante es que todos sepan la verdad”.
Relatos contradictorios sobre su condición se hicieron eco en los canales oficiales y en las redes sociales. Los primeros informes sobre la muerte de Li se retractaron cuando el hospital dijo que estaba trabajando para salvarle la vida.
Li dejó a su esposa y un hijo. Los usuarios chinos de internet inundaron las redes sociales con un torrente de dolor y llamaron a Li un héroe, una víctima y un mártir. Exigieron disculpas a quienes lo habían arrestado y pidieron que la bandera nacional ondeara a media asta.
Una hora después de la muerte de Li, el tema de tendencia “El Gobierno de Wuhan le debe una disculpa al Dr. Li Wenliang” en la plataforma social Weibo fue censurado.
Su muerte fue el último temblor de una crisis sin precedentes que se ha extendido más allá de la salud pública a la confianza pública en China. El virus expuso grietas en el sistema político con revelaciones casi diarias de corrupción, ineptitud, ineficiencia y falta de transparencia y responsabilidad a costa de la vida de las personas.