Natascha Kampusch es una joven austríaca que 15 años atrás estuvo secuestrada durante ocho años en un sótano debajo de un garaje en la afueras de Viena. Ella, con tan solo 10 años en el momento de los hechos, tuvo que dirigirse a su raptor como “mi amo y señor” en todos esos días.
Este caso sucedió en Austria, pero fue conocido en el mundo entero, debido a que fue una de las historias más impactantes que se haya visto hasta la fecha.
Natascha fue la víctima de un criminal; sin embargo, recibía y aún continúa recibiendo ataques por medio de las redes sociales. En diciembre del año 2019, la joven de 32 años fue entrevistada por el diario Bild, allí contó que hay personas que la ciberacosan. “¡Simplemente muérete!” o “¿Por qué no vuelves al sótano y te quedas ahí”, son algunas de las frases que recibe.
Un día después de haber vuelto de vacaciones con su padre fue secuestrada. Foto: AFP
Un antiguo compañero de trabajo del supuesto secuestrador, Wolfgang Priklopil, ha afirmado en Viena que el hombre era “muy extraño, tacaño y violento”, y que su entorno laboral comentaba “que había que internarlo”.
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Natascha fue secuestrada un día después de volver con su padre de vacaciones. Fue el 2 de marzo de 1998, ella tenía 10 años y estaba de camino a la escuela en Viena. Por ocho años no se supo nada de la niña.
Testigos aseguraban haberla visto subirse a una camioneta blanca, razón por la cual la Policía interrogó a más de 700 dueños de vehículos similares en la zona.
Durante años, las autoridades austríacas trataron de encontrar a la joven y realizaron la mencionada inspección, entre las investigaciones revisaron un vehículo de Priklopil, quien fue interrogado cerca de un mes después de la desaparición de la menor.
De acuerdo a expertos, la niña sufría el síndrome de Estocolmo. Foto: EFE
Al no encontrar pruebas que reforzaran la sospecha, las autoridades desistieron de inspeccionar la vivienda del captor.
Al principio, Natascha solo podía estar en el sótano, de 2,5 metros de profundidad por 2,78 de largo y 1,81 de ancho, pero luego su captor comenzó a concederle algunos “beneficios”.
La dejaba subir a la casa a bañarse y le permitía estar en el jardín. Algunas veces, dormía en la cama de su captor, atada con sogas.
Cuando ella creció y empezó a acumular coraje, él reforzó sus métodos de acoso mediante torturas y palizas, le retiraba la comida, la encerraba, la dejaba abandonada hasta que ella cedía por el pánico a morir de hambre en ese agujero.
Este era el pequeño cuarto en el que Natascha permaneció secuestrada. Foto: EFE
En el sótano vivió dos años enteros sin salir, encerrada. Sin ver el sol. ”Solo existía una persona que podía salvarme de la agobiante soledad: la misma que me había impuesto esa soledad”, narró en una entrevista.
Durante los ocho años que duró el secuestro, Priklopil le entregó a Natascha libros y manuales escolares para que ella se educara, le festejaba los cumpleaños y hasta le dio una radio para que la joven se enterara de las noticias.
El sospechoso se suicidó cuando la niña escapó, se arrojó a la vías de un tren de cercanías al norte de Viena. Él trabajó desde 1989 en una empresa de telecomunicaciones que instalaba en todo el país líneas de telefonía analógica, antes de ser despedido en el año 1991.
“No me van a pillar nunca vivo”, le solía decir Priklopil a su víctima, informó la Policía local.
Según un excompañero de trabajo, el hombre trabajaba por expreso deseo de su difunto padre que condicionó el pago de una millonaria herencia al hecho de tener durante tres años un empleo estable.
Tomó valor para salir por el jardín de la viviendo del raptor. Foto: EFE
La herencia explicaría cómo pudo vivir durante tantos años sin trabajar en una casa grande en las afueras de Viena y conducir un automóvil de lujo.
“Por lo que sé, nunca tuvo una novia. De hecho, hablaba siempre muy mal de las mujeres”, relató el excompañero de trabajo días después de su suicidio.
Hace 15 años, un 23 de agosto de 2006, cuando la joven estaba en el jardín de la casa limpiando el auto del secuestrador, aprovechó un momento de distracción de Priklopil para escapar.
La joven logró salir de su encierro por la mañana y se escondió en el jardín de una casa en la localidad de Strasshof, al norte de Viena, cerca de la vivienda que se convirtió en su cárcel.
Allí la encontró una mujer que avisó a la Policía después de que Natascha le contase que había vivido los últimos años encerrada en un sótano.
En su primer contacto con las autoridades, la joven solo dijo: “Soy Natascha Kampusch”; y reveló, además, que su secuestrador había partido hacia Viena en un vehículo BMW 850i de color rojo.
El padre de la víctima, Ludwig Koch, señaló en una entrevista publicada por el diario Kurier que su hija estaba “muy delgada, con una piel muy blanca y manchas en todo el cuerpo” cuando la halló.
Los padres de la víctima la reconocieron en una reunión que hizo llorar a Natascha.
Pripkoli torturó física y psicológicamente a Natascha. Foto: EFE
La Policía registró la casa en cuestión, donde encontró un escondite de tres metros de largo, 1,6 metros de ancho y dos de profundidad.
El zulo, cavado a partir de la fosa de un garaje y accesible a través de un hueco de cincuenta por cincuenta centímetros, se cerraba con una puerta de caja fuerte y un sistema electrónico.
Allí había una cama y una pequeña estantería con libros infantiles y para adultos, un receptor de radio y un televisor. En ese reducido espacio Natascha vivió por ocho años.
A Natascha le ofrecieron cambiarse de identidad. Y se negó. “Me había enfrentado a toda la basura psíquica y a las oscuras fantasías de Priklopil, no me había dejado vencer. Y solo se quería ver en mí eso, una persona rota que nunca más va a levantar cabeza, que siempre va a depender de la ayuda de los demás. Cuando me negué a llevar ese estigma el resto de mi vida cambiaron las cosas”, confesó en una entrevista.
La relación entre la secuestrada y su captor llevó a que expertos hicieran muchas especulaciones, pues según informes filtrados de la Policía, Natascha admitió que “voluntariamente” tuvo relaciones sexuales con Priklopil, lo que indicó que ella sufría síndrome de Estocolmo. Sin embargo, siempre declaró a los medios de comunicación que Priklopil era una mala persona. “No hay duda de que era un criminal y no era buena persona”, afirmó.
Ha escrito un libro sobre su historia. Foto: AFP
“Miro hacia atrás en mi pasado y veo que el comportamiento hostil fue probablemente una de las peores cosas”, aseguró. “Presenté muchas denuncias, pero nunca sucedió nada, porque consideran que es un área gris. Por ejemplo, si alguien me dice: ‘Simplemente muérete’, la Policía lo ve como una especie de sugerencia, no como una amenaza aguda. Llegó a un punto en el que me cansó”, confesó.
Natascha tiene actualmente 32 años y ha intentado embarcarse en diferentes proyectos, pero siempre con dificultades. Quiso estudiar para ser joyera, y también tuvo un breve programa televisivo de entrevistas. “Me resulta difícil confiar en la gente”, admitió.
Hace unos años, decidió contar su traumática experiencia en un libro de memorias, su autobiografía titulada 3.096 días, todo lo que duró su secuestro. Además, publicó otro libro, Diez años de libertad, donde describe, entre otras cosas, lo que sintió al visitar la tumba de Priklopil.
“Durante muchos, muchos años, solo tuve a una persona cerca, y de ella dependía mi supervivencia. Es imposible borrar de tu memoria a alguien con quien has pasado ocho años y medio de tu vida”, expresó.
Con información de EFE