Un grupo de hasta 17 misionarios cristianos de Estados Unidos y sus familiares fueron secuestrados este sábado en Puerto Príncipe cuando abandonaban un orfanato, informó el diario The New York Times. Según el periódico, que cita fuentes de seguridad haitianas, el grupo, que incluía niños, fue raptado por una banda criminal cuando se encontraban en un autobús que se dirigía desde el orfanato hasta el aeropuerto.
A pesar del deterioro de la situación de seguridad en Haití, la abducción de un grupo tan grande de estadounidenses sorprendió a las autoridades locales, asegura el rotativo.
Los secuestros se han vuelto habituales en Haití desde inicios de 2020, se producen de forma indiscriminada y afectan a personas de cualquier índole social, ya que se han convertido en una fuente de financiación de las bandas armadas que controlan numerosas barriadas de Puerto Príncipe y otras zonas del país.
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Según denunció este mes el Centro de Análisis de Investigación en Derechos Humanos (CARDH), Haití ha registrado un aumento exponencial de los secuestros en los últimos dos meses, con 117 en septiembre, cifra que supone un 60% más que en agosto.
Desde el comienzo del año, se han reportado 628 secuestros en el país, entre ellos 29 extranjeros de tres nacionalidades, aunque el CARDH indica que esta cifra aumentará a medida que otros países faciliten datos sobre sus ciudadanos.
Las pandillas concedieron una breve tregua en los secuestros de dos semanas entre el asesinato del presidente Jovenel Moïse, perpetrado el 7 de julio, y su entierro, llevado a cabo el día 23 del mismo mes, pero después reactivaron su actividad, según un informe de la oficina de la ONU en Haití remitido al Consejo de Seguridad el pasado 27 de septiembre.
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Los enfrentamientos entre las bandas por el control de territorios causaron el desplazamiento de cerca de 19.000 personas en Puerto Príncipe a comienzos de junio, ocasionaron cortes de carreteras y dificultades en el suministro de bienes hacia algunas regiones del país.
En agosto, las autoridades tuvieron que negociar una nueva tregua con las bandas para permitir el paso de los convoyes humanitarios destinados a atender las zonas afectadas por el devastador terremoto que causó una gran destrucción en el sur del país, donde hay al menos 690.000 damnificados.