La desesperación y la impotencia por no tener información confirmada se ha apoderado de cientos de personas que buscan saber si entre los al menos 118 presos asesinados el último miércoles en la Cárcel Número 1 de la ciudad ecuatoriana de Guayaquil estaban sus familiares.
“Mi hijo estaba en el pabellón donde ha habido más muertes y quiero saber si es que vive o no. No nos dan ninguna información, me encuentro desesperada”, dijo a Efe con la voz entrecortada Isabel Zambrano en el parque Samanes, del norte de Guayaquil.
En las instalaciones del Coliseo Abel Jiménez Parra del parque se encuentra el centro de apoyo social y psicológico abierto por la Gobernación de Guayas para hacer frente a la crisis humanitaria que rodea la masacre, tercera de este año en centros penitenciarios del país andino. En total, más de 230 muertes.
Zambrano llegó el último jueves desde la vecina ciudad de Durán con la esperanza de obtener noticias sobre su hijo, pero la información escasea.
Nadie tiene la lista completa de identificación de víctimas, y los cadáveres, muchos de ellos mutilados por la rudeza de los ajustes de cuenta, siguen en la morgue, a unos 10 kilómetros. Apenas unos “afortunados” tienen constancia del fallecimiento de su familiar.
Tras la masacre del martes 28 septiembre, que también dejó 80 heridos, el presidente ecuatoriano, Guillermo Lasso, decretó el estado de excepción en todo el sistema penitenciario y dispuso que las Fuerzas Armadas y la Policía ejecutaran las acciones necesarias para restablecer el orden y prevenir nuevos casos de violencia en el interior de los centros penitenciarios, controlados por bandas vinculadas al narcotráfico.
Zambrano no tiene noticias de su hijo, preso por tráfico de drogas, desde que el mismo martes este llamó a su otra hija desde la también conocida como Penitenciaría del Litoral: “Le dijo que nos cuidemos: ‘Cuídate mucho, ñaña, y cuida a mi mami’, y ahí empezó la balacera”.
Al igual que ella, Antonio Mojarrango explicó a Efe en los exteriores de la cárcel que había visto en internet una lista con nombres de los heridos, pero no lo encontró ahí y por eso decidió salir a por información.
“No sé en qué pabellón estaba. Ha estado mucho tiempo. Entraba y salía y ahora tenía como tres meses ahí”, admitió sin dar más detalles sobre sus delitos.
Su impotencia aumentó cuando le dijeron que no había una lista de fallecidos y que, por el contrario, era él quien debía dejar una foto y dar información sobre su hijo para que lo pudieran buscar en la morgue.
“Nos preguntan qué tatuajes tiene el preso y cuántos tiene, pero no debe ser así. Tienen que organizar bien esto. La mayoría de nosotros somos pobres y tenemos quehaceres”, reclamó.
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El drama se reflejaba en las páginas de los periódicos nacionales con mil y una historias, entre ellas la de un padre que tenía a cuatro hijos presos y que, aparentemente, habría perdido a tres que se encontraban en el pabellón 5, el más sangriento.
Morgue, Coliseo y la Cárcel 1 desde el martes son los principales puntos de peregrinación de padres desesperados en busca de noticias de sus hijos, de esposas y esposos en la incertidumbre.
Mientras la espera se hace interminable para unos, otros en el interior del Coliseo rompen a llorar y gritar al conocer el trágico destino de sus seres queridos tras ser identificados por Criminalística y psicólogos de Bomberos.
La labor se ve dificultada en muchos casos por la violencia desatada, con al menos cinco decapitaciones, y otros cadáveres desmembrados, según los espeluznantes videos que circulan por internet.