Después de que la Casa Blanca y países aliados alertaran sobre una “amenaza de ataque terrorista” en el aeropuerto de Kabul, dos explosiones dejaron, el jueves 26 de agosto, al menos 60 muertos y más de 140 heridos en la capital de Afganistán, incluidos niños, mujeres y personal militar de EE. UU.
El ataque ocurrió cuando miles de personas, tanto afganos como extranjeros, esperaban ser evacuados del país, luego de que los talibanes recobraran el poder el pasado 15 de agosto.
Estados Unidos afirmó que, si bien Washington aún está investigando, el ataque al aeropuerto tiene “todas las características” de un atentado del Estado Islámico-Khorasan. Esta rama afgana conocida como IS-K o ISIS-K surgió por primera vez en Siria e Irak.
El nombre del grupo proviene de su terminología para el área que incluye Afganistán y Pakistán: “Khorasan”. Sus afiliados comparten una ideología, pero la profundidad de su relación con respecto al Estado Islámico y su mando nunca se ha establecido por completo.
El ISIS-K fue fundado hace tres años y sigue activo. Fue responsable de casi 100 ataques contra civiles en Afganistán y Pakistán, así como de aproximadamente 250 enfrentamientos con las fuerzas estadounidenses, afganas y paquistaníes desde enero de 2017, según el Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS).
El propio grupo se atribuyó la autoría del ataque el último jueves y celebró al atacante suicida que, según su versión, detonó un chaleco bomba a la entrada del aeropuerto.
Funcionarios antiterroristas de la ONU dijeron en junio que ISIS-K había llevado a cabo 77 ataques en Afganistán en los primeros cuatro meses de este año, frente a 21 en el mismo período en 2020. Los atentados del año pasado incluyeron un ataque contra la Universidad de Kabul en noviembre y un bombardeo de cohetes contra el aeropuerto de Kabul un mes después.
El área de inteligencia de EE. UU. señaló a CNN que entre los miembros de ISIS-K hay “un pequeño número de yihadistas veteranos de Siria y otros combatientes terroristas extranjeros”, y que se había identificado entre 10 y 15 de sus principales operativos en Afganistán, informa Infobae.
“ISIS-K ha estado esperando una oportunidad como esta, donde sus combatientes pueden explotar el caos de la situación en el terreno para tener la oportunidad de matar a soldados estadounidenses”, explicó a The New York Times Colin P.Clarke, analista de contraterrorismo en Soufan Group.
ISIS-K tiene su sede en la provincia oriental de Nangarhar en Afganistán, cerca de las rutas de tráfico de drogas y personas que salen de Pakistán, según BBC.
En su momento de máximo poder, el grupo contaba con unos 3.000 combatientes, pero ha sufrido bajas significativas en enfrentamientos con las fuerzas de seguridad estadounidenses y afganas, y también con los talibanes.
Miembros del ISIS-K celebrando un atentado terrorista en Kabul. Foto: captura / CNN
ISIS-K tiene grandes diferencias con los talibanes, a los que acusa de abandonar la yihad y el campo de batalla a favor de un acuerdo de paz con EE. UU. negociado en “hoteles elegantes” en Doha, Qatar.
En su comunicado en el que se atribuyeron el ataque de este jueves, acusaron a los talibanes de “colaborar” con las fuerzas estadounidenses para evacuar “espías”.
Sin embargo, periféricamente están conectados a los talibanes a través de un tercer grupo. Según los investigadores, existen fuertes vínculos entre ISIS-K y la llamada red Haqqani, que a su vez está estrechamente vinculada a los talibanes.
El líder de esa red, Khalil Haqqani, está ahora a cargo de la seguridad en Kabul. Por eso, una de las preocupaciones sobre la toma del poder por parte de los talibanes es que podrían volver a albergar a grupos extremistas.
Los talibanes albergaron a Al Qaeda mientras orquestaba los ataques del 11 de setiembre, lo que derivó a la invasión de Estados Unidos en 2001. Sin embargo, ahora los talibanes dicen que no permitirán que Afganistán sea una base para ataques contra otros países.