Este jueves 25 de febrero, las Fuerzas Armadas de Estados Unidos emprendieron un ataque contra las bases del ejército sirio en la frontera con Irak. El centro del conflicto fue la infraestructura utilizada por grupos militantes respaldados por Irán en el este de Siria.
A través de un comunicado oficial, desde el Pentágono afirmaron que el bombardeo se efectuó en respuesta al fallecimiento de un contratista civil y las lesiones de un militar norteamericano y a otros soldados de la coalición en la ciudad de Irbil en Irak el último 15 de febrero.
El saldo de este nuevo enfrentamiento es de 17 víctimas mortales proiraníes, además de tres camiones de municiones destrozados. Los ataques aéreos fueron respaldados por la milicia de Irán. Se trata de la primera acción militar impulsada por el presidente Joe Biden.
El mandatorio estadounidense asumió su cargo el 20 de enero, donde aseguró que los esfuerzos de las FF. AA. estarían centrados en China. “El presidente Biden actuará para proteger al personal estadounidense y de la coalición. Al mismo tiempo, hemos actuado de forma deliberada con el objetivo de desescalar la situación general en el este de Siria e Irak”, sostuvo John Kirby, el portavoz en jefe del Pentágono.
El representante del Departamento de Defensa de EE. UU. también detalló que los ataques fueron emprendidos bajo acuerdos diplomáticos, así como junto a una previa consulta con los socios de la coalición iraní. Para él, se trató de una acción defensiva.
Aunque funcionarios norteamericanos habían señalado desconocer la autoría de aquel atentado contra sus soldados en Irak, finalmente un grupo militar chií denominado Brigada de los Guardianes de la Sangre se adjudicó la responsabilidad del ataque. Irán, por su parte, indicó no tener relación con dicha agrupación.