Millones de personas perdieron la vida por el nuevo coronavirus, o a sus seres queridos; otros perdieron empleos, proyectos y un sentido básico de la tranquilidad. En circunstancias comunes bastaría uno solo de esos elementos para desencadenar una crisis existencial, pero 2020 ha presentado cualquier clase de eventualidades excepto las normales.
Por otra parte, empieza el despliegue de la vacuna contra la COVID-19 —como el caso de la inoculación en el Reino Unido que inició el martes pasado— y las consecuencias psicológicas de este año aparecen también en el panorama.
“Algunos sobrevivientes de COVID-19 siguen sufriendo síntomas brutales meses después de haber contraído la enfermedad. Hemos quedado atrapados en casa, muchos de nosotros luchando contra la soledad. Los matrimonios y las familias han sido empujados hasta sus límites, y más allá”, precisa el portal de la revista estadounidense Wired.
“Y ahora, con varias vacunas en el horizonte, y con el fin de la pandemia a la vista, enfrentamos un acertijo existencial: ¿quiénes seremos cuando todo haya terminado?”, añade la publicación.
La investigadora en psicología clínica Adrienne Heinz, de la Universidad de Stanford, definió el contexto de la pandemia de “interesante para conectar con nuestras prioridades”. Después de un tiempo agotador y frenético, la detención permite preguntarse qué tiene realmente importancia en la vida de cada quién, qué motivación saca a alguien de la cama en las mañanas.
Después de los afectados por la muerte de un ser querido o un caso de COVID-19, los grupos a los que les costará más recuperarse son los trabajadores esenciales y los adultos mayores. Foto: EFE
Otro grupo en grado de complejidad de su recuperación es el de los empleados esenciales, que a diferencia de los ricos que pudieron pasar la crisis sanitaria en un campo o aquellos que pudieron continuar con sus tareas de manera remota, debieron ir personalmente a lugares donde estuvieron en mayor peligro de adquirir la enfermedad.
El contenido de Wired examinó el factor de la edad. “Las personas mayores son más susceptibles a los casos graves de COVID-19, pero también son más susceptibles al aislamiento. Y el aislamiento tiene sus propios riesgos, tanto para la salud física como para la mental”.
Para muchos de ellos, que viven de un ingreso bajo por su retiro, “el sufrimiento de haber estado encerrado y tener poco dinero fue exacerbado por la pandemia”, expresó Elena Portacolone, socióloga de la Universidad de California en San Francisco. El costo de vida incrementó en las cosas más básicas, incluido la comida, sin hablar del papel sanitario, el alcohol en gel y las mascarillas.
Entre los aspectos positivos que se suman a la combinación de la personalidad post-coronavirus está “el gran desplazamiento hacia la telemedicina y la salud mental en línea”, indicó Heinz.
“Hubo tanto pesimismo, tanto trauma y tanta adversidad”, señaló la psicóloga de la casa de estudios de Stanford. “Creo que a veces, en medio de todo esto, cuando estamos hasta el cuello, olvidamos que somos capaces de crecer mucho luego de pasar por cosas difíciles. A veces resurgimos convertidos en mejores versiones de nosotros mismos, tanto como individuos como comunidades”, agregó.