Los científicos vienen centrando sus esfuerzos por acelerar el proceso de desarrollo de una vacuna que, finalmente, permita detener la expansión del nuevo coronavirus y ayude a la sociedad a regresar a la “normalidad”.
En el mejor de los casos, se prevé que el desarrollo de una vacuna tardaría entre 12 a 18 meses y, una vez que estén listas, habría que esperar que los gobiernos las fabriquen en cantidades masivas. No obstante, existe una forma de reducir su tiempo de producción.
En los llamados “ensayos de desafío humano”, las personas son voluntariamente infectadas con el nuevo virus para observar si el medicamento funciona, una práctica que es éticamente controvertida, pero que ha sido respaldada por la Organización mundial de la Salud.
Es así como ha publicado una nueva guía que describe los criterios clave para que el diseño del estudio sea éticamente aceptable a pesar del potencial peligro para los participantes. Este tipo de investigaciones permitiría acelerar el desarrollo de una vacuna y aumentar la probabilidad de que sean efectivas.
Entre las pautas que se deben cumplir está incluida una restricción de la participación a solo personas sanadas de entre 18 y 30 años, en quienes las tasas de infección fatal se estiman actualmente en alrededor del 0.03 por ciento, así como el consentimiento plenamente informado.
En Estados Unidos, el grupo de defensa de vacunas ha lanzado la iniciativa 1DaySooner para atraer voluntarios dispuestos a participar en los ensayos de desafío humano COVID-19. Hasta el momento, más de 14.000 personas de 102 países del mundo se han inscrito en el estudio.
En el pasado, este tipo de investigación se ha utilizado para probar vacunas de otras enfermedades, como la gripe, la malaria, la fiebre tifoidea, la fiebre amarilla, el dengue y el cólera, según explicó la OMS. Sin embargo, con el nuevo coronavirus el riesgo es mayor al no contar con una cura.
Los voluntarios infectados con el virus podrían desarrollar un cuadro grave de la enfermedad que los lleve a la muerte. Pese a esto, la ventaja es que la prueba produciría resultados mucho más rápidos, con científicos siguiendo de muy cerca el progreso, estudiando la eficacia del medicamento y los efectos secundarios.