El avance del nuevo coronavirus por el mundo no solo afecta a la salud de las personas, sino también a su economía. Según cifras de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), cerca de 25 millones de empleos se perderán a causa de la enfermedad.
Y es que la crisis sanitaria por el COVID-19 ha ocasionado que los países asuman medidas de prevención que vienen afectando diversos sectores como el turismo y el comercio. Asimismo, un gran grupo de personas informales y otras que viven de sus ingresos propios se han visto impactados.
En conversación con la BBC, la mexicana Carolina Malagamba, educadora en museos de Estados Unidos, explica que no cuenta con trabajo a causa de la expansión del coronavirus. Tanto sus clases como sus tours y sus tutoriales fueron cancelados por orden del Gobierno.
No tiene contrato fijo con ninguno de los museos donde dictaba cursos, por lo que su inestabilidad económica y laboral es angustiante.
"Sé que por lo menos hasta mayo no tendré ingresos. Aunque en el New York Historical Society quedaron de pagarme lo que tenía en agenda, a los diez educadores independientes del Museo del Barrio nos dijeron: ‘Suerte, bye’. Claramente no aprecian mucho a sus educadores”, detalla.
Aunque tiene como opción regresar a México, Carolina admite sentir miedo de que cuando pase todo no pueda regresar a Nueva York, donde actualmente reside.
“Perdí mi trabajo por el coronavirus”, afirma.
Debido a la prohibición de aglomeración de personas en diferentes países, el golpe del COVID-19 también afecta a quienes se dedican al sector de entretenimiento. Roberto Gálvez, encargado de banquetes en Chile, padece ahora por la cancelación de matrimonios en su país.
En su programación tenía ocho eventos para los siguientes cuatro meses; sin embargo, todos han sido suspendidos.
“Ahora mismo no estoy viviendo el remezón porque me queda algo de recursos. Pero estoy muy preocupado por lo que ocurrirá el mes siguiente y el subsiguiente. Si esto sigue así de aquí a fin de año, tendré que reinventarme y hacer un cambio brusco de giro", señala Roberto.
Su esposa también se encuentra desempleada, pues trabajan juntos en el negocio familiar.
La situación es similar para el español Job Vermeulen, dedicado a la publicidad y a los eventos. Según indica, su trabajo le generaba ingresos entre 1000 y 1500 euros semanales, pero ahora no gana nada.
“Es una situación bastante dura. Hemos tenido que cambiar el chip, gastar mucho menos y apretar el cinturón”, dice.
El impacto económico del COVID-19 es aún más desolador para quienes viven del día a día. Roberto confiesa que se siente acongojado por sus empleados, ya que él sí tiene la opción de incursionar en otro negocio y empezar desde cero, pero ellos posiblemente no.
“Es gente de escasos recursos, que vive realmente el día a día y que siempre están con sus saldos en cero”, comenta.