En el mundo hay casos extraños con respecto a enfermedades. El de Johanna Watkins es, quizás, uno de los más representativos. La mujer de 32 años es alérgica a casi todo lo que está a su alrededor, incluyendo el olor de su esposo.
Su condición es tan grave que ni siquiera puede darle un beso o un abrazo. De hacerlo, podría morir, informa la BBC. Johanna y su esposo Scott viven en Minneapolis, Minnesota (Estados Unidos), solo conversan por Skype y se ven a través de un cristal.
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Su enfermedad es conocida como el síndrome de activación mastocitaria. Se trata de un mal inmunológico que conlleva a que el paciente produzca excesivamente sustancias químicas responsables de controlar las reacciones alérgicas.
Como todas las enfermedades de este tipo, si Johanna se expone a alguno de los estímulos que le ‘despiertan’ los síntomas, podría llegar a un shock anafiláctico y morir.
Johanna Watkins presentaba problemas de salud, pero podía salir de casa y trabajar.
De acuerdo al doctor Lawrence Affrin, el síndrome de Johanna no es tan raro como parece. En la mayoría de los casos es leve y puede ser controlado con medicación. No obstante, para la mujer lo que es extraño es su condición de reacción.
Su cuerpo responde de forma extrema a los estímulos y es esto lo que la hace estar permanentemente en riesgo de muerte. Incluso ir al médico ya es difícil, debido a que cada vez que va al hospital, empeora.
Según explica el especialista, son los olores los que despiertan los síntomas. De hecho, cuando Scott remodeló la casa donde vive con Johanna tres años atrás, ella se desmayó al ingresar. El nuevo olor del hogar casi la mata.
La situación es similar con él. Scott no puede permanecer con ella por mucho tiempo, ya que solo dos minutos bastan para provocarle la muerte debido al shock alérgico.
"Hace tres o cuatro años, cuando me acercaba mucho a mi esposa, específicamente cuando mi rostro estaba cerca del suyo, ella empezaba a toser. Pasaba cada vez que trataba de abrazarla o besarla", explica Scott.
Los síntomas de Johanna empeoraron cuando se casó con Scott.
Cuando Johanna y Scott se conocieron, la alergia no era un problema. Ella presentaba problemas de salud, pero podía salir de casa y trabajar. Lo peor llegó cuando se casaron y empezaron a vivir juntos.
“Empecé a notar que cada vez que Scott entraba a la casa me empezaba a sentir peor, hasta que una vez, dos minutos después de que él llegó, me dio un shock anafiláctico y él tuvo que salir de inmediato”, cuenta ella.
Después de aquel episodio, quisieron intentarlo una vez más, pero volvió a tener el mismo desenlace.
“Fuimos conscientes de la cruel realidad de que mi cuerpo estaba reaccionando a mi marido”, dice Johanna.
Las únicas personas en el mundo para quien Johanna no reacciona de esa manera son sus dos hermanos. Ellos pueden entrar al cuarto donde se encuentra encerrada y auxiliarla cada vez que ocurre un brote de alergia.
Johanna y Scott.
Pese a la enfermedad que los separa físicamente, ambos viven juntos en la casa y tratan de compartir momentos. Generalmente miran películas, cada quien en su habitación, y conversan en tiempo real mientras lo hacen por medio de una videollamada.
Scott también se encarga de la comida de ella y de todo lo demás que sea necesario. Johanna, por su parte, solo acepta dos platos: cordero con pepinos y un tipo de carne vacuna con zanahorias y apio. Cualquier otra opción podrá ser fatal para ambos.
Actualmente, la medicación que toma la paciente es preparada especialmente para ella, ya que no tolera ciertas sustancias. No obstante, todavía no han encontrado algún tratamiento lo suficientemente efectivo para llevar un vida normal.
“Cada día, cuando me despierto, creo que no lo soportaré (...) Pero luego Dios me da fuerza para salir adelante”, asegura Johanna.