Una sofisticada técnica para estudiar datos genéticos de los fósiles más antiguos ha permitido a investigadores de España y Dinamarca rastrear el pasado de Gigantopithecus blacki, el simio más grande que jamás haya existido sobre la Tierra. De esta manera, han deducido que su pariente vivo más cercano es el orangután.
Este ‘King Kong’ real poseía más de tres metros de altura y pesaba hasta 600 kilos. Vivía en los bosques del sudeste asiático hasta que se extinguió por causas hasta ahora desconocidas hace unos 300 000 años. La primera evidencia fósil del Gigantopithecus se descubrió en el sur de China en 1935, y hasta la actualidad se dispone de algunas mandíbulas inferiores y muchos dientes.
Ahora, el equipo de científicos del Instituto de Biología Evolutiva (IBE) en España y del Globe Institute en la Universidad de Copenhage (Dinamarca) ha reconstruido las proteínas del esmalte de un molar de hace 2 millones de años que perteneció a uno de estos ‘King Kong’.
Representación del Gigantopithecus blacki (izquierda) y mandíbula fósil de esta especie (derecha). Nature.
Las piezas fueron encontradas en la cueva de Chuifeng, en China. Esto supone la información genética más antigua hasta la fecha. El estudio, publicado en la revista Nature, se basa en un análisis que es superior a los que se centran en el ADN, un material que no se conserva por mucho tiempo. De hecho, el registro más antiguo de genoma humano data de hace 400 000 años.
Dado que en el área geográfica que ocupaba el Gigantopithecus no se ha encontrado ADN más antiguo que hace 10 000 años, y que el primate desapareció hace 300 000 años, los investigadores optaron por secuenciar las proteinas del esmalte dental para reconstruir su historia evolutiva.
Al comparar la información del fósil con los datos de proteínas de homínidos conocidos, los científicos se percateron que el colosal simio pertenece a la misma rama biológica que el orangután, que es su pariente vivo más cercano.
“Su separación con los orangutanes actuales es muy lejana. Ambos divergieron pronto en el Mioceno, hace más de 10 millones de años, pero sin duda compartían un ancestro común”, explica Tomes Marques-Bonet, coautor del estudio.
Cabe destacar que esta es la primera vez que se utiliza este tipo de análisis para clarificar la evolución de los grandes simios. En ese sentido, Marques-Bonet indica que también podría utilizarse para estudiar antiquísimos restos óseos y revelar así los misterios de la evolución humana.