Además de actuar escribe cuentos y algo de poesía, es licenciado en matemática y le gusta cocinar pollo con salsa de champiñones. Si Aristóteles Picho Martínez no fuera artista, reconoce, sería corredor de autos, porque le encanta la velocidad. Aristóteles vive a plenitud su labor de actor, donde hace lo que quiere. Es esa independencia la que lo hace feliz. En las imágenes, sus distintos rostros. Perfil NACIÓ. En Huancayo en una fecha que prefiere no mencionar. ES LIBRA. "Una mezcla absoluta entre el equilibrio y el total desequilibrio" SE INICIÓ. En la actuación con tan sólo 14 años para perder la timidez. ESTUDIÓ. Matemáticas y estadística aplicada para que su familia le permitiera estudiar en la Escuela Nacional de Arte Dramático. RECORRIDO. Actuó en cine, teatro y televisión. PROFESOR. Enseña dramaturgia en la Universidad Católica y en la Universidad de Lima. LE ENCANTA. El ají de gallina, pero no cocina nada criollo. HOY. Es un fanático de la velocidad y confiesa haber manejado de manera irresponsable en su juventud. Tiene 2 autos: un Fiat Spider y un Volkswagen Vento. • UN HOMBRE POLIFACÉTICO • Además de actuar escribe cuentos y algo de poesía, es licenciado en matemática y le gusta cocinar pollo con salsa de champiñones • Si Aristóteles Picho Martínez no fuera artista, reconoce, sería corredor de autos, porque le encanta la velocidad • Le apasionan los retos, por eso en su búsqueda continua de nuevas experiencias ha sumado una última y original actividad: el aprendizaje de la danza árabe. Carolina Martín. "Tengo 55 años, tres cirugías y me pinto el pelo". La bienvenida no podía ser más sorprendente. Tanto así que por un instante dudamos entre si lo que nos dice Aristóteles Picho Martínez es verdad o mentira. Por eso le miramos con cierto escepticismo. El mismo que rompe y rasga apenas un segundo después la enorme carcajada en la que estalla el actor. "Es una broma –dice entre risas—, pero la edad es una pregunta que está prohibida". Un rasgo de coquetería propia de los artistas, pensamos en ese momento. Un supuesto más que alejado de la realidad, comprobamos unas cuantas palabras después. Teatro contra la timidez Aristóteles es un tipo relajado y —segunda sorpresa del día— más tímido de lo que parece. De hecho fue justamente ese ligero retraimiento de su carácter el que lo llevó a formar parte del Club de Teatro de su colegio en su natal Huancayo. Y se enganchó. Tanto así que tuvo que complacer a su familia y esperar su tercer año de estudios de Matemáticas y Estadística Aplicada en la Universidad San Martín de Porres para poder dedicarse de pleno a sus estudios de actuación en la Escuela Nacional de Arte Dramático. Una decisión de la que no se arrepiente en absoluto, sino todo lo contrario. "Fui una especie de oveja negra en mi familia porque todos mis hermanos se dedican a las ciencias. Pero eso fue bueno. En mi caso siempre hubo libertad y nunca censura en las cosas que hacíamos", explica. Lo cierto es que para aquel entonces Aristóteles (Ari para sus más allegados) ya estaba tocado por esa varita que llaman azar (tan importante en su profesión). Escurridiza sustancia que combinada con su innegable talento constituye la poción mágica que hasta hoy le permite ganarse la vida haciendo lo que más le gusta: actuar. Algo que le hace sentirse absolutamente independiente. "La actuación no es una forma de catarsis. Pero sí es una manera de decirle a la sociedad que uno está vivo y hace lo que quiere. Una manera de demostrarle a la sociedad que esta es una profesión respetable", reivindica. Voyerismo a la limeña Para hacerlo de la mejor forma posible este artista tiene un sólo truco, devora con los ojos su amada y odiada Lima. Y lo hace siempre desde su auto, desde donde puede observar sin ser visto. "La Lima que veo es desordenada y apasionada. Una mezcla de violencia y ternura. Y dolor. Y uno es parte de eso sin que a veces pueda hacer nada. Lima también es hipócrita. Hay gente que te muestra una cara y luego tiene otra. Pero ellos no son actores. Si lo fueran sabrían que es mentira, y ellos lo hacen de verdad", señala con cierta amargura. De cualquier modo de su confesión se desprende la que es su otra gran pasión, la velocidad. "Si no actuara sería corredor de autos", afirma totalmente convencido. Y nos describe con auténtica pasión las curvas de su Fiat Spider, un convertible turquesa de coleccionista que llega a alcanzar en una recta los 260 km/h y en el que asegura ha pasado algunos de los momentos más felices de su existencia. "Para venir a la universidad, eso sí —Aristóteles trabaja como coordinador especial de Artes Escénicas de la Universidad Católica, así como impartiendo talleres de dramaturgia en la Universidad de Lima— utilizo mi Volkswagen Vento. De un color negro mucho más sobrio". Y se sonríe como el niño que acaba de confesar una travesura. Nada nuevo pero sí divertido, ya que a fin de cuentas eso es lo que son los actores, adultos con alma de infantes. "Por eso me gusta la actuación. Porque en ella hay un niño escondido que nos permite jugar en serio y no nos limita a hacer cosas". La adrenalina del reto Las referencias a la superación, a los retos y a la lucha por la libertad son constantes durante la conversación con Picho. Así, como parte de ese ansia de conocimiento interior y ese gusto por la experimentación este polifacético hombre ha decidido probar algo nuevo; la danza árabe. "No es la danza del vientre —específica—, pero es poco usual entre los hombres. De hecho somos 10 en clase y 9 son mujeres. Al principio me sentía muy intimidado con todos esos movimientos que hacíamos, pero estoy encantado, estoy aprendiendo a independizar las partes de mi cuerpo. Además, es bueno permitirse alguna locura de vez en cuando" Y eso es lo más curioso de todo. Porque Aristóteles asegura que sólo baila cuando actúa. Pero sabe samba. Y mambo. Incluso tango. Tampoco le gusta el alcohol en exceso. Entre sus preferencias un buen Martini seco, una deliciosa cena y la mejor de las músicas. "¿Alguna compañía especial?", indagamos. "No tengo pareja", responde, "Pero no me siento solo. La soledad es toda una cultura y sentirse solo por no tener a nadie al lado es una estupidez". Acabamos de destapar la punta del iceberg. El siempre controvertido tema del amor que mueve el mundo. Y Aristóteles lo tiene claro. "Tengo que querer a alguien que corra junto a mí tomados de la mano. Pero que corra a mi lado, no que sea un lastre". Lo contrario sería cortar las alas a este hombre ave que si algo teme es justamente eso, dejar de volar. Ha cruzado más de una vez el charco Una de las pasiones de Aristóteles Picho es viajar, algo que ha podido hacer en numerosas ocasiones gracias a su profesión. De este modo ya conoce todo el Perú;; y del continente ya ha recorrido países como Chile, Argentina, Bolivia, Brasil, Ecuador, Venezuela, México y Estados Unidos . Aristóteles también ha cruzado el charco y ha tenido oportunidad de visitar países tan exóticos como Egipto; y otros de la vieja Europa como Francia, España e Italia. De entre todos ellos, no obstante, hubo un destino clásico que captó poderosamente su atención. Y ese fue precisamente Grecia, cuna del filósofo que le dio nombre. "Fue un viaje en mi juventud. Éramos 17 personas y recorríamos la isla actuando en diferentes poblaciones. Un absoluto privilegio que aún hoy recuerdo con cariño", explica con cierta nostalgia. "¿Y para el futuro?", preguntamos al actor. Picho piensa tan sólo unos instantes. "Turquía. La India. Japón. El mundo es tan grande...". De cualquier modo Aristóteles Picho asegura que no tiene metas por delante y que los sueños son los momentos que se viven en el presente. Sin temor al qué pasará. "No tengo miedo al tiempo. Ni a la muerte. Me gusta estar arrugado. En todo caso en el futuro me gustaría ser mejor. Es difícil ser buena persona".