Rodrigo Tapari regresará a nuestro país para ofrecer una gira por diversas ciudades como Huacho (23/07), Cusco (27/07) y Oxapampa (28/07). Antes de retornar a Argentina, el cantante recordó sus inicios como solista. Justamente fue en Perú, exactamente en Trujillo, que el exvocalista de Ráfaga presentó a su nueva orquesta. Además, quiso dejar un mensaje de esperanza para todos los que desean cambiar su vida.
En la entrevista con La República, el cantante argentino Rodrigo Tapari habla del aporte de la cumbia peruana a la industria de su país, de su complejo proceso de conversión y de su cercana relación con Marcelo Tinelli, quien lo invitó a su programa en varias oportunidades.
—Pasaron seis años desde aquel 31 de diciembre del 2017 en Trujillo de tu lanzamiento como solista, ¿qué tan difícil es ser cabeza de una banda?
—Cuando uno es apasionado por la música, lo que hay que hacer es mantenerse. Cuando uno hace algo que ama, están buenos los desafíos, como el salir de Ráfaga para ser Rodrigo Tapari. Como siempre digo, el primer país en confiar en el primer show de Rodrigo Tapari fue Perú. Desde allí se disparó para todos lados dos canciones que no teníamos grabadas hasta ese momento, tales como ‘Y para qué sufrir’ y ‘Que ya no me llame’. Soy agradecido (...) no lo llevo como un peso. Si digo que es difícil esto, ¿qué queda para los que verdaderamente trabajan y se levantan a las 5 de la mañana y cumplen un horario? Esto es un privilegio.
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—Entonces, cuál sería tu mayor satisfacción en la música?
—Mediante la música, puedo llegar a la gente y darles un aliento de vida. La plataforma de la música me llevó a estar en grandes escenarios y a través de una canción, llegar al corazón de una persona. Uno no sabe si esa persona ese día se levantó súper feliz o quizás quiere quitarse la vida. Por eso es importante llegar con un mensaje de esperanza. Y creo que la cumbia acompaña a todo esto porque es divertida y alegre.
—¿La cumbia, por sus letras y por su ritmo, es la mezcla perfecta entre la diversión y el sufrimiento?
—Sí, hay canciones que son bastante tristes, pero hay canciones que te motivan a que puedas bailar y cantar. Algo que agradezco mucho, a mis 40 años, es expresar lo que verdaderamente quiero transmitir y la cumbia me da ese privilegio: contar lo que vivo. Una de esas canciones es ‘Es tan grande este amor’, que pertenece a mi testimonio de vida con respecto a mi camino en Dios y me doy cuenta de que algunos que se lo dedican a sus hijos, a sus novias o esposas; y otros se la cantan a Dios. De cualquiera de esas maneras, está llegando la alegría a esos corazones.
Rodrigo Tapari asegura que mucha gente espera que recaiga en los vicios. Fotos: Fernanda Quispe/La República
—La cumbia es el género más popular en nuestro país, pero nos cuesta salir al extranjero, como lo han logrado México, Colombia y Argentina. ¿Qué nos falta para exportar nuestra música?
—En realidad ya llegó (a otros países). Argentina lo que hizo fue agarrar esas cosas lindas que cada país le implementó a la cumbia. Quizás lo que falta es ir (al extranjero) a mostrar lo que uno hace. Ráfaga, en su momento se preocupó por salir a mostrar lo que hacía y de tal modo llegó al Festival de Viña del Mar, en el año 2012, y eso un trampolín al mundo (...) Hace poco me visitó Walter (León) junto con Bill (Orosco) y pudimos compartir en mi cumpleaños 40, vino gente del grupo Karicia y otros colegas. Se trata de compartir la música, no de quedarse con ‘yo hago esto y en algún momento me van a conocer porque hoy existen las redes sociales’. Sí, pero hay muchos grupos… La música llega, pero si nosotros físicamente vamos y mostramos, nos van a ver. Yo recomiendo mucho la música peruana porque tuve la posibilidad de compartirla con muchos. Eso es un poco el boca a boca. Yo digo que (la cumbia peruana) sí está en los oídos de los que nos interesamos por la música buena y hay mucha cumbia buena en Perú para aprender.
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—¿En qué ha aportado la cumbia peruana a la cumbia argentina?
—Nosotros aprendimos a tocar cumbia en el Perú. La cumbia peruana le dio a la cumbia un toque salsero con congas, con el bongó y con instrumentos de percusión (...) Hay un estudio específico en percusión para llegar a ese sonido (‘galleta’), que es con una sola mano, y lo aprendimos de ver cómo se tocaba en Perú. El peruano estudió, se nutrió y metió música en la cumbia y eso a nosotros nos sirvió.
—Hace años, cuando hablabas de tu conversión, te dolían los recuerdos. Ahora estás más sosegado. ¿Qué pasó?
—Es la vida misma, no todo va a ser color de rosa. Todas las bendiciones para mí -la familia, la fama y el dinero- vienen con un peso y uno tiene que estar preparado. Y la decisión de aceptar a Jesús vino con un peso tremendo. Aquellos que me conocían en mi antigua vida y sabían lo que yo hacía, me condenaran. Aquellos que tienen a la religión como un amuleto, lamentablemente también te condenan porque empiezan a especular con ‘dice que es cristiano, pero sigue cantando cumbia, se sigue metiendo en la discoteca y se va a ir al infierno’.
—¿Qué es lo más difícil de ese proceso?
—Yo elegí aceptar a Cristo, pero hay un proceso que transitar, donde vamos a tener miles de caídas, vamos a tener gente que nos diga ‘yo estoy orando por vos’ y otro que nos digan ‘ojalá que te vaya al infierno’. Y ese proceso hay que transitarlo para darnos cuenta que hay un solo enfoque, que es Jesús.
—¿Perdiste amigos en tu proceso de conversión?
—Se fueron algunos, volvieron muchos y Dios me trajo personas de mucha bendición. Los que se han ido quizás fue (porque soy) un reflejo de lo que ellos vivían. A veces uno no quiere estar al lado de aquel que dice ‘yo no quiero más esto’, entonces se aleja. Pero llegas a un límite de una oscuridad, en donde ya no quieres vivir más, quizás dirás ‘entonces, él tenía razón’. Y cuando uno cumple ese compromiso, genera confianza en el otro, dicen ‘si Rodrigo pudo, yo puedo’.
—A raíz de tus excesos, ¿te dio miedo perder la voz?
—Estuve a punto de perder la voz por el whisky, hice unos estudios y el médico me preguntó si me drogaba y le dije que ‘no’. Me dijo ‘es raro porque tenés un desgaste en las cuerdas vocales’. Y me recomendó no tomar más whisky. En ese momento temí perder la voz, pero mucho no me importó porque estaba perdido. Mi enfoque no era Dios.
—¿Eres capaz de colaborar con un artista urbano?
—Hay cosas que no se negocian y allí sí voy a hacer tajante. Hay artistas que me piden colaboración y me mandan canciones explícitas (sexuales). Hay cosas que no las negocio porque no las quiero ni para mí. ni para mi familia. No se trata de hacer una colaboración para generar un éxito, sino para compartir música entre ambos artistas. Yo no quiero que mis hijos escuchen música que los incite ni a drogarse y a tener sexo descontrolado. No me interesa. ¿Por qué? Porque tuve esa vida y no terminé bien. No tengo nada en contra de hacer feat., excepto, no decir cosas que no edifiquen en la vida del otro.
—Marcelo Tinelli se ha vuelto polémico en Perú por su relación con Milett. ¿Cómo es en persona?
—Es hermoso. Creo que la gente que es exitosa en lo que hace, es porque trabaja mucho para ello. No encuentro a una persona que haya perdurado por décadas y generaciones, por estar allí (sin hacer nada). Él, sin conocerme de nada, me abrió las puertas de su programa tan visto, en donde tuve la posibilidad de cantar y adorar a Dios. Me lo permitió sin importar si el rating subía o bajaba.
—¿Son amigos?
—Es una persona muy cercana y tengo la posibilidad de conversar con él a través de un teléfono. Sin conocernos de nada, me brindó su teléfono personal siendo una persona tan expuesta y tan conocida. Para que ustedes lo sepan, Marcelo Tinelli en la televisión argentina es el número uno. No hay otra persona que tenga la capacidad de llevar un programa adelante, él solito, improvisando en muchas oportunidades y todos se quedan asombrados porque en situaciones donde a otro se le caería el mundo en un programa, él saca un programa adelante. Es el número uno, literal, y yo me siento privilegiado de ser su amigo, de poder compartir charlas con él y de desearnos bendiciones.
—También tiene muchos críticos
—Mucha gente habla sin saber o pone títulos. Dios no nos pone título. Soy de los que piensan que uno tiene que amar por lo que conoce y no por lo que le dicen. Prefiero conocer a la persona antes de opinar y a mí me ha pasado con él (Tinelli), que tuvimos una conexión hermosa y como se lo ve en el canal, así es. Y creo que íntimamente es mucho más amoroso, incluso.