La excandidata presidencial y líder de Nuevo Perú, Verónika Mendoza, fue una de las personas que con mayor claridad apostó por respaldar a Pedro Castillo en la segunda vuelta. A días de una proclamación postergada por las maniobras dilatorias del fujimorismo, ofrece en esta entrevista su lectura del convulso momento político.
A pesar de las demoras impulsadas desde Fuerza Popular y sus satélites, la proclamación de Pedro Castillo como presidente es inminente. ¿Cuál va a ser el nivel de participación de Juntos Por el Perú/Nuevo Perú en el gobierno que viene? ¿Es correcto llamarlo una alianza? ¿Es una colaboración? ¿Cómo lo definiría?
Nosotros como NP vamos a trabajar activamente para impulsar el proceso de cambio por el cual las mayorías han votado. Vamos a velar, también, porque se atienda oportuna y eficazmente la emergencia sanitaria y económica. Y vamos a trabajar con decisión desde las instituciones y del espacio ciudadano para empujar el proceso constituyente que, creemos, es ineludible, impostergable por la grave crisis que atravesamos y que demanda que esta promesa de cambio se haga realidad.
De acuerdo, ¿pero cómo podemos comprender qué viene a partir de ahora entre Castillo y NP? ¿Es una alianza?
Insisto, vamos a trabajar para el proceso de cambio desde donde nos toque estar. Por lo pronto tenemos una participación en el Parlamento, somos una fuerza política activa, con arraigo en el territorio y vínculos con organizaciones sociales y sindicales a quienes toca convocar para este proceso de diálogo de cara al proceso constituyente. Por supuesto, si el presidente de la República así lo considera estamos dispuestos a participar en el gobierno. Pero lo importante es impulsar el cambio que es, ya, ineludible.
Pensé que ya estaba decidido lo de la participación de NP en el gobierno.
Bueno, tú mismo lo has señalado: por la estrategia golpista del fujimorismo y sus secuaces no tenemos todavía a un presidente proclamado ni un proceso de transferencia en curso. Sin embargo, esto no ha impedido que, por supuesto, dialoguemos lo que para nosotros es importante, que son las orientaciones del gobierno.
Mendoza ha declarado públicamente su apoyo a Pedro Castillo. Foto: La República
¿Qué orientaciones?
Tiene que ser un gobierno dialogante, concertador en estos momentos de fragmentación política pero que, al mismo tiempo, tiene que mantenerse firme con su promesa de cambio. Nos hemos ratificado mutuamente en la necesidad de impulsar un proceso constituyente que no es, en absoluto, como plantean algunos, contradictorio con la democracia ni con la atención a la emergencia. En eso vamos a seguir trabajando.
Usted es una de las personas que mas ha conversado con Castillo luego de las elecciones. ¿Qué sensación tiene de él?
Lo que hemos encontrado es una disposición de escuchar, dialogar y construir colectivamente. Es lo que se necesita en estos momentos. Hay que leer lo que nos ha dicho este proceso electoral: las mayorías tradicionalmente excluidas y silenciadas han hablado y han demandado un cambio que significa un mayor protagonismo de estos sectores. Más allá de una mejor distribución y acceso a servicios, hay una demanda de participación directa sin intermediarios, sin intérpretes de parte de los excluidos. Pero, además, las elecciones se han dado en una suerte de nudo histórico.
¿A qué se refiere?
Confluyen de un lado el bicentenario de la independencia, trunca sin embargo, que hizo libre solo a un puñado de personas. Y del otro, el desenlace de una crisis múltiple -política, social, ciudadana, climática- que se expresa en el hecho de que hayamos tenido en este último periodo a cuatro presidentes -uno de ellos usurpador, claro está- y que seamos el país con la más alta mortalidad por coronavirus en América Latina. Debemos ser muy conscientes -y creo que el (futuro) presidente lo está- de que este nudo debe desatarse. Tiene que haber un desenlace para la crisis. Hay que decidir si es institucional, dialogado, o si es un estallido. Hay condiciones para desatar el nudo institucionalmente, a través de un gobierno dialogante, con un nuevo pacto social, con una nueva constitución.
¿Le preocupa que el futuro gobierno de Castillo se termine “humalizando”?
Lo que está clarísimo, Enrique, es que una vez más los grupos de poder, el económico en particular, quieren gobernar sin haber ganado las elecciones. Y vemos, cómo en estas semanas en particular, vienen haciendo una campaña sostenida para poner en el gabinete a quienes ellos consideran que tienen que estar y marcarle la pauta al futuro gobierno. Y, en particular, están realizando una campaña muy agresiva diciendo que la Asamblea Constituyente sería incompatible con la democracia y la atención a la emergencia. Yo quiero decir con claridad que esto es falso. No hay nada más democrático que consultarle al pueblo soberano si quiere o no una nueva Constitución. Hay que recordarle a estos señores que en democracia manda el pueblo. Ya no estamos en los tiempos de la colonia donde una pequeña élite decidía en nombre de sus súbditos qué era bueno y qué no. Al mismo tiempo, hay que acelerar la vacunación y reactivar la economía de las familias con créditos baratos y transferencias directas. El proceso constituyente será de reencuentro y diálogo, que llevará varios meses. ¿Qué mejor para conmemorar el bicentenario sellar un nuevo pacto social en democracia y dejar atrás la Constitución de la dictadura?
Difícil. El tiempo que tendrá Castillo entre su proclamación y la asunción será muy corto. Foto: Aldair Mejía/Le República
¿Está de acuerdo en que habría que modificar primero el artículo 206 de la actual Constitución?
Así es, y hay varias rutas posibles para eso. Lo cierto -y esto lo hemos conversado con Castillo y Perú Libre- es que este cambio tiene que hacerse por los canales institucionales vigentes pero, sobre todo, tiene que implicar un gran diálogo nacional, un reencuentro, un reconocimiento. Por eso, planteamos que la AC que se convoque luego debería ser paritaria, plurinacional y popular. A los pueblos indígenas nunca se les escuchó su voz en las constituciones anteriores. Algo similar podríamos decir de las mujeres. En la constituyente del 93 apenas había siete.
¿Y Castillo está de acuerdo?
Hay coincidencias en que el proceso debe ser amplio, plural y deben escucharse las diversas voces del país.
Una curiosidad, ¿hasta dónde llegaría el respaldo de ustedes a Castillo? ¿Con qué no transarían?
Para nosotros es fundamental impulsar el proceso de cambio, que es por lo que ha votado el pueblo peruano y lo que la crisis nos demanda. La situación actual es insostenible. Necesitamos un nuevo ciclo, profundamente democrático y participativo.
Esa sería la condición obligatoria, entiendo.
Sí. Y nos satisface que el presidente Castillo se haya ratificado en respetar sucesivamente esa voluntad de cambio del pueblo y en convocar a distintos sectores y que, al mismo tiempo, busque atender las emergencias. El equipo de salud es uno de los que más intensamente ha estado trabajando, al igual que el equipo económico.
Hablando de eso, imagino que confía plenamente en Pedro Francke como una buena opción en el MEF.
¿Yo? Confío plenamente en él, pero por supuesto será decisión del presidente Castillo ver a quiénes convoca para componer su gabinete.
Docente. Una vez más la exposición del economista de la PUCP, Pedro Francke, da un respiro a los agentes económicos. Es voceado para dirigir el MEF. Foto: La República
En la campaña, usted sentó posición sobre Julio Velarde y el BCR. ¿Qué le parece que Castillo haya pedido su permanencia?
Como también dije en la campaña, debemos dejar de obsesionarnos con las personas y centrarnos más bien en las instituciones y las políticas. Es importante este mensaje que se ha dado que se buscará mantener en el gobierno de Castillo la estabilidad macroeconómica, el equilibrio fiscal, algo con lo que siempre hemos coincidido. Pero, mucho ojo, esto no es incompatible con una política más redistributiva, con una reforma tributaria, con un combate muy firme contra la elusión tributaria, con la recuperación de la soberanía sobre nuestras riquezas. También hemos dialogado sobre la importancia de aprovechar estos momentos de precios altos de las materias primas para impulsar la creación de un impuesto a las sobreganancias, mineras en particular, entre otras reformas que deben hacerse.
¿Qué le parecen las maniobras dilatorias del fujimorismo para postergar la proclamación presidencial? ¿Le preocupa que el nuevo gobierno deba lidiar con un clima de confrontación muy fuerte?
Por supuesto que es preocupante, más allá de que sabemos que no hay asidero para estas denuncias de fraude. El resultado electoral es irreversible. Es cierto, también, que ha habido una campaña de desgaste y deslegitimación de parte del fujimorismo y sus secuaces para generar un terreno fértil para una eventual vacancia desde el Parlamento, que sin dudas buscarán promover junto con estas movilizaciones en la calle que han sido cada vez más agresivas y peligrosas frente a las cuales debemos ser muy firmes. En esa línea, más allá de las fuerzas políticas con las cuales hemos estado acostumbrados a lidiar, hay que advertir la emergencia de una versión mucho más autoritaria, conservadora y violenta de la derecha, incluso de tintes fascistoides, que trasciende ya al fujimorismo, a la cual la señora Fujimori le abrió la puerta pero que la está desbordando. Los demócratas tenemos que ser muy firmes en rechazar estos discursos y actitudes golpistas, racistas, clasistas. No podemos seguir en la supuesta neutralidad o equidistancia de la cual se ufanan algunos. Con eso, se termina avalando y promoviendo a esta corriente fascistoide.
¿A quiénes se refiere en concreto?
Me refiero muy concretamente a la supuesta neutralidad y equidistancia de algunos medios de comunicación, de algunos líderes políticos y del propio presidente de la República, que recién cuando fueron agredidos dos de sus ministros, con quienes me solidarizo, recién reaccionó. Mucho cuidado. Hay que ser tajantes. Al fascismo no se le puede ceder ni un centímetro, ni uno. Al mismo tiempo, las fuerzas democráticas debemos ser capaces de escuchar los legítimos temores y angustias de la gente, que son los que esta especie de fuji-fascismo alimenta para poder crecer. Debemos ser capaces de llevar luz donde hay oscuridad, de tender puentes donde otros quieren poner muros entre nosotros.
la resistencia
Se han visto también actitudes violentas desde manifestantes de la izquierda. ¿Está de acuerdo?
No, no estoy de acuerdo. No hay punto de comparación. Puede haber, efectivamente, algún militante o simpatizante de alguna organización de izquierda que haya cometido algún exceso y tiene que ser sancionado políticamente, penalmente según corresponda. Por supuesto que sí. Pero no lo puedes comparar de ninguna manera con este esfuerzo sostenido, concertado a nivel nacional e internacional de una ultraderecha para traerse abajo el proceso electoral y desconocer a la voluntad popular azuzando expresamente la violencia y financiando a grupos de choque. Si tienen hasta identificación concreta: “La Resistencia”, entre otros. Hay personajes identificados por las fuerzas del orden que ya deberían ser procesados. Sí, de acuerdo, hay que deslindar con toda forma de violencia -pequeña o grande- pero dimensionemos las cosas.
No comparé. Hice mención a hechos puntuales para saber su opinión.
Por eso, regreso a mi idea anterior: cuidado con la supuesta neutralidad y equidistancia que termina avalando al golpismo y al proto fascismo que el fujimorismo y sus secuaces impulsan. Mucho ojo: quizás ahora no lo advertimos con claridad, pero veamos lo que pasó en Brasil con Bolsonaro, en Estados Unidos con Trump, en Europa con Vox. Seamos claros y firmes en deslindar con estos discursos.
¿Qué pasará con usted en estos meses que vienen?
Mi principal tarea en estos momentos es consolidar a NP, en proceso de inscripción. Ya hemos presentado todos los requerimientos y están siendo verificados. Además, y sobre todo, vamos camino a nuestro segundo congreso nacional para actualizar nuestro programa y nuestras orientaciones políticas. Es fundamental contribuir a construir una amplia plataforma para abrir este proceso de dialogo del cual hablábamos hace un momento. NP quiere trascender la coyuntura, las figuras mediáticas. NP quiere consolidarse y hacer historia. Eso requiere tiempo y dedicación y es a lo que yo me quiero abocar en los siguientes meses.
La veremos, entonces, entregada a la construcción del partido.
El fortalecimiento de NP y el impulso al proceso constituyente.
Algunos se la imaginaban ocupando -tal vez- un cargo de gobierno pero, a la luz de lo que dice, eso parece descartado.
Especulaciones hay un montón y seguramente de acá al 28 las seguirá habiendo. Vamos con calma y sin perder la perspectiva de las cosas.
Alternativa. Respaldada por dirigentes y técnicos de Nuevo Perú, Verónika Mendoza decidió pasar de la protesta a la propuesta en el escenario económico.
Imposible no consultarle sobre lo que se vive en Cuba en estos momentos. ¿Qué reflexión hace?
Pienso que hay una movilización ciudadana totalmente legítima a partir de la crisis que ya vivía Cuba y que se ha recrudecido en nuestros países por la pandemia. Es importante que la comunidad internacional vele porque las autoridades puedan escuchar estas demandas legítimas, canalizarlas a través del diálogo, no de la represión. Nos compete desde la comunidad internacional exigir que por fin se puede levantar este criminal bloqueo que ya lleva 60 años, que resulta siendo inhumano en medio de una pandemia. Un bloqueo al que, además, prácticamente todos los países se oponen, salvo Estados Unidos. Tengo la esperanza de que con la administración de Biden se puedan normalizar las relaciones entre ambos países y el pueblo cubano pueda encontrar un camino de democratización, de paz y de mayor inserción en la comunidad internacional.
¿Hay un problema de ausencia de libertad en Cuba?
Hay un debate en la sociedad cubana. Hubo un proceso constituyente hace unos dos o tres años que apunta a una mayor democratización, participación, pluralidad. Ese proceso tendrá que discurrir dentro de Cuba en ejercicio de su soberanía y que deberemos acompañar.
¿Cuba es una dictadura o no es una dictadura?
Es un régimen de partido único, más o menos como en China, un régimen inaplicable aquí.
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