
El emprendimiento en la capital peruana atraviesa un momento crítico. Según el reporte de Demografía Empresarial en el Perú del INEI, correspondiente al primer trimestre de 2025, en Lima por cada empresa que abre, cierran casi tres. Se trata de un indicador que no puede leerse como un ajuste coyuntural, sino como un síntoma de las debilidades estructurales que arrastra el ecosistema empresarial limeño.
“Muchas empresas en Lima nacen con entusiasmo, pero sin planificación ni respaldo financiero. Lo que estamos viendo es que el reto no es abrir un negocio, sino sostenerlo en el tiempo”, explica Erick Dávila, especialista en negocios y director académico de educación continua de CERTUS, en entrevista con La República.
El fenómeno refleja una vulnerabilidad sistémica. La combinación de inflación persistente, encarecimiento del crédito y cambios en los patrones de consumo ha puesto en evidencia carencias en gestión y formalización.
A diferencia de otras economías emergentes, en el Perú la densidad empresarial no se traduce en resiliencia.
Para Dávila, la raíz del problema está en el modelo de negocio: la improvisación, la escasa diferenciación y la baja capacidad de adaptación generan una “mortalidad” empresarial acelerada.
“La caída de ventas es más determinante que los costos fijos. Sin clientes, no hay oxígeno financiero”, advierte.
La evidencia muestra que la mayor rotación empresarial se concentra en el comercio minorista y los servicios de pequeña escala, rubros que requieren poco capital inicial, pero enfrentan una fuerte competencia informal y márgenes reducidos. En contraste, actividades como tecnología, educación y salud resisten mejor la presión del entorno porque responden a demandas estructurales y permanentes de la economía.
La situación es especialmente crítica para las micro y pequeñas empresas (mypes). Según datos de PRODUCE, ocho de cada diez no superan los tres años de existencia. “Son las más frágiles porque carecen de reservas, tienen menor acceso a crédito y limitada capacidad de negociación”, advierte Dávila.
El financiamiento caro se ha convertido en un obstáculo determinante: muchas mypes operan con créditos de corto plazo y tasas elevadas que restringen su capacidad de reinversión, condenándolas a sobrevivir más que a crecer.
Las consecuencias trascienden la estadística empresarial. Cada cierre implica empleos perdidos y menor capacidad de generación de ingresos formales. Si la tendencia se mantiene, Lima podría enfrentar un deterioro significativo en su mercado laboral hacia finales de 2025.
El riesgo, subraya Dávila, es que esta elevada mortalidad empresarial termine erosionando la confianza en el emprendimiento como motor de movilidad social. En un país donde más del 90% de las empresas son mypes y concentran la mayor parte del empleo, la fragilidad del ecosistema se convierte en un problema económico y social de gran alcance.
La informalidad continúa siendo un obstáculo central. Al competir con precios más bajos y menores cargas regulatorias, erosiona la viabilidad de los emprendimientos formales. Pero, al mismo tiempo, existe un déficit de innovación entre las empresas que sí cumplen con el marco normativo.
La institucionalidad tampoco juega a favor. La carga tributaria, la complejidad de los procesos ante la Sunat y la ausencia de incentivos a la formalización refuerzan la percepción de que emprender en la formalidad es una desventaja.
“Hoy los emprendedores sienten que el Estado es parte del problema más que de la solución”, sostiene Dávila.
El caso limeño contrasta con lo que ocurre en regiones como Cusco y Arequipa, donde los negocios se articulan con cadenas productivas locales como turismo, agroindustria y comercio regional. Esa vinculación genera un colchón de sostenibilidad que Lima, con un mercado más competitivo y saturado, no logra ofrecer.
En la capital, la falta de diferenciación y la baja digitalización condenan a muchos emprendimientos a competir en márgenes estrechos. “La digitalización ya no es opcional. Los que no la incorporan pierden competitividad rápidamente”, enfatiza Dávila.
La agenda de reformas es clara:
“No podemos pedir que una mype compita si no le damos las condiciones mínimas para hacerlo. Emprender sin preparación es hoy un riesgo elevado”, concluye Dávila.
Frente a este escenario, en el que el Perú destaca por su marcado espíritu emprendedor, se lanzó la iniciativa ”Reescribe tu futuro: La gran idea”, impulsada por CERTUS. El concurso busca fortalecer el tejido empresarial del país y brindar a los emprendedores nuevas oportunidades de crecimiento. La propuesta ganadora accederá a un capital semilla de S/5.000, una beca completa para una maestría y un programa de asesoría personalizada para impulsar su negocio.

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