El año pasado, el sector agrícola peruano atravesó por una de las crisis más graves de las que se tiene registro. Un primer desencadenante de esta situación fue la guerra entre Rusia y Ucrania, que agudizó la crisis de suministro de fertilizantes, que ya venía endureciéndose por la pandemia.
Anaximandro Rojas, presidente de Conveagro, detalla que esta crisis obstaculizó el crecimiento regular de las plantaciones, debido a la carencia de nutrientes esenciales, situación que, a su vez, complicó la obtención de buenas cosechas, especialmente en los cultivos que dependen de niveles elevados de fertilizantes.
La crisis también se vio reflejada en la disminución de las siembras. En el primer trimestre de la campaña agrícola 2022-2023, que abarcó de agosto a octubre, se registró una disminución de más de 56.000 hectáreas (-7,6%) frente al mismo periodo de la campaña previa. Las regiones más afectadas fueron Puno, Ancash y Tacna, las cuales experimentaron reducciones del 31,4%, 23,5% y 19,8%, respectivamente.
La siembra de quinua cayó 30,5%, la papa (-12,1%), el maíz choclo (-6,6%) y el arroz (-4,9%), principalmente por la reducción de áreas cultivadas en Puno, Huancavelica y Ayacucho.
Durante este periodo, la incertidumbre entre los campesinos se agravó debido a los cuatro intentos fallidos de adquirir urea por parte del Gobierno de Pedro Castillo, que luego fue compensada con la entrega del primer Fertiabono.
"Si bien el bono ayudó en parte, faltó un acompañamiento más efectivo por parte del Gobierno en la adquisición y distribución de los fertilizantes. En muchos casos, los bonos llegaron tarde y no tuvieron el efecto esperado en el rendimiento de la producción", comentó Rojas.
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Sin embargo, el subsidio equivalente a S/389 por hectárea de cultivo estuvo lejos de mejorar la situación de los pequeños agricultores, quienes también enfrentaban los embates de las anomalías climatológicas.
En la segunda mitad del año, los cultivos de millones de campesinos atravesaron la peor sequía en más de 50 años, lo que llevó al Ejecutivo a declarar en emergencia a 17 regiones y posteriormente a entregar el bono Recupérate Ya para atenuar la crisis.
No obstante, el presidente de Conveagro destacó que, más allá de un subsidió, el Gobierno debió haber previsto la construcción de reservorios y pozos tubulares para mitigar el impacto del déficit hídrico. Además, advirtió que hay un lento accionar del Estado en la implementación de estos proyectos.
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En noviembre del 2022, calificado por el Servicio Nacional de Meteorología de Perú (Senamhi) como el mes más seco de los últimos 58 años, las siembras de los principales cultivos transitorios cayeron en más de 62.000 hectáreas, lo que significó una reducción de casi el 20% de la superficie total de cultivo a nivel nacional. Ayacucho dejó de sembrar 15.227 hectáreas, convirtiéndose en la región más afectada, seguida por Huancavelica (-14.970 hectáreas) y Cajamarca (-12.191 hectáreas).
En consecuencia, cayó la siembra de arveja grano verde en 44,5%, trigo(-41,9%), cebada grano (-36,8%), maíz amiláceo (-32,7%) y papa (-19,6%). De los 23 cultivos monitoreados, solo 2 tuvieron desempeño positivo.
Unos meses después, en marzo, el ciclón Yaku originó una nueva crisis en la campaña agrícola 2022-2023. El Centro de Operaciones de Emergencia Nacional (COEN) reportó que, a causa de las lluvias e inundaciones provocadas por este evento climatológico, se perdieron 16.582 hectáreas de cultivos y se afectaron otras 33.954 hectáreas.
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Estos factores impulsaron a que las siembras, al cierre de la campaña agrícola, se redujeran en más de 36.800 hectáreas, lo que significó una caída de -1,8% frente al resultado de la campaña 2021-2022. En total se sembraron 1 millón 981.852 hectáreas.
Entre los cultivos más afectados estuvieron la quinua (-16,5%), la papa (-6,7%) y el maíz amiláceo (-6,4%).
Dependencia. En el 2021, Perú fue el segundo país en América Latina que más dependía de las importaciones de fertilizantes rusos, representando el 43% del total utilizado en el país.
Alza. Entre mayo y diciembre del 2022, los fertilizantes subieron 122,4% frente al 2019.
Milton Von Hesse, exministro de Agricultura
La campaña agrícola 2023-2024 empieza con una agricultura y unos agricultores muy debilitados, y como bien lo señaló Julio Velarde, es probablemente el peor año en al menos 25 años para la agricultura, y eso no solamente tiene implicancias en la producción, sino que las tiene sobre todo en el nivel de vida de los agricultores.
Que haya habido baja producción significa que la mayoría de agricultores y familiares se han visto afectados en sus ingresos y, por lo tanto, van a tener seguramente menos capacidad de invertir en la campaña que se está iniciando.
Por otro lado, la agricultura moderna también tiene problemas, hemos visto lo que está pasando con el mango, el limón probablemente fue el caso más emblemático, los arándanos también se han visto muy afectados, las uvas también, y las agroexportadoras ya incluso están haciendo planes de reestructuración y de revisión de su capacidad de recuperación, y también de contratar trabajadores.
Entonces, tenemos un sector que está empezando esta campaña con dificultades financieras, consecuencia del contexto internacional, consecuencia del Yaku y El Niño que se viene, consecuencia de la ausencia de política agrícola eficiente en el sector y de una sequía que el año pasado estuvo en toda la sierra del país.
Está difícil el panorama, y lo que cabe, pues es una mejora sustantiva de la política agrícola, más orientada al agricultor que al producto.
Ya estamos casi muy tarde para enfrentar el próximo Niño, hemos perdido como cuatro o cinco meses de ventana de oportunidad para hacer las cosas que se tenían que hacer.
Se deben reforzar los puntos críticos con alguna infraestructura básica y descolmatar algunos ríos en las zonas más inundables. Hay muy poco tiempo.