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Economía

Fuerza laboral ante la COVID-19: ’'Sin los recursos que teníamos de otros años ya no estaríamos vivos’'

Liliana, Edward, Juan, Herbert y Sergio reflejan el sentir de los millones de peruanos trabajadores que sortearon la falta de oportunidades e ingresos que trajo el coronavirus.

Edward Raymundo es un empresario textil de Gamarra que se vio obligado a cerrar tres de sus siete tiendas ante la paralización de actividades a inicios de la pandemia.

Al llegar la reapertura, su negocio Ray Textil SAC – dedicado a la venta al por mayor y menor de telas para producir casacas, shorts, pantalones, polos y camisas – ha seguido tributando, pagando impuestos y a su personal como si nada hubiera pasado, ante la indiferencia de las autoridades y entidades financieras, pese a su afán por acceder a capital.

’'Sin los recursos que teníamos de otros años ya no estaríamos vivos’', recuerda el también presidente de la Federación de Empresarios del emporio comercial más grande del país, y advierte que solo el 1% ha recibido liquidez de programas como el FAE Mype o Reactiva Perú, mientras que un 35% de micro y pequeños empresarios, quebró.

El emprendedor señala que aparte de la falta de liquidez, también se registró una fuga masiva de capitales porque se dejó de invertir en Gamarra, y otra piedra en el zapato es la invasión de vendedores informales en las calles aledañas.

En este contexto, las ventas en Ray Textil SAC cayeron en 40% comparándola con el año pasado y cerrará este 2020 en rojo. Para revertir esta situación, Raymundo se ha propuesto explotar al máximo los locales que cerró para que funcionen como depósitos o se alquilen a otros comerciantes. ’'Estoy pensando en añadir un rubro más y generar una hipoteca de una propiedad para tener más liquidez de cara al año que viene’', indica.

Lenta reactivación

Liliana Carhuamaca es una emprendedora que desde sus inicios ha dado pasos firmes. Llegó a Gamarra hace 25 años, y desde entonces supo reponerse ante cada adversidad. La COVID-19 no es la excepción, pese a que tuvo que reducir su fuerza laboral de seis a dos personas, y rechazar mercadería por falta de mano de obra.

Tras fundar Industrias Textiles Peruvian Design S.A.C, Carhuamaca supo explotar el nicho de bordados computarizados para una decena de clientes fijos por semana. Con la emergencia sanitaria el grupo se limitó a dos. ’'El resto de negocios desaparecieron o cambiaron de rubro’', dice, ya que ello se refleja en la caída de hasta 50% en los índices de venta durante la reactivación.

La situación comenzó a mejorar desde el retorno de actividades en julio pasado y tras acceder a 30.000 soles de FAE Mype, lo que le permitió ampliar nuevamente su planilla, subsanar las deudas por alquiler del local y pagar servicios. ’'Todos los clientes ahora trabajan con créditos. Solo abonan una parte para gastos y mantenimiento del taller, pero no cancelan del todo. Eso denota que en la reactivación no vamos del todo estables’', puntualiza.

A corto plazo, Liliana vio en el Market Place de Facebook una oportunidad para estirar sus ingresos, logrando concretar de diez a quince ventas diarias de diversas prendas que ella mandaba a confeccionar; mas ahora, la demanda cayó a tres ventas cada cinco días.

La emprendedora explica que ha dejado de ser un negocio rentable porque ya no hay miedo en la población al coronavirus, y prefieren abarrotar los centros comerciales o conglomerados dado que la ley lo permite. Así, Liliana apunta a mantener su colchón financiero para que cualquier medida sanitaria o crisis prolongada, no estropee sus planes.

De tripas, corazón

Juan Cahuana arriesga su integridad todos los días al salir a trabajar. Es hipertenso y lastra otras afectaciones cardiacas y asegura que nadie le llevará el pan a su mesa si no monta un taller de llaves en la entrada del pasaje Unión de El Agustino.

El maestro llavero recuerda que antes trabajaba como chofer, pero el paso y el peso de los años le trajeron las dolencias que lo arrastraron a la informalidad, donde no todos los días se registran buenos números debido a la contracción de la demanda propia de la crisis.

El hogar de Juan está incluido entre los 8,4 millones de beneficiarios del Bono Familiar Universal de 760 soles, no obstante, remembra que el dinero le alcanzó para los gastos de un par de meses.

’'Desde que se levantó a medias la cuarentena, no hay recursos para seguir sobreviviendo. Me veo obligado a salir porque la ayuda del Gobierno no alcanza pese a ser vulnerable. El negocio está bajo, pero tengo que arriesgar. ¿Quién me va a dar de comer?’', concluye.

Juan Cahuana se expone a diario para mantener su hogar a flote ante la emergencia sanitaria. Foto: La República

Asimismo, Herbert Concha y Sergio Parco, son el fiel reflejo de las maniobras que tuvieron que realizar los miles de ciudadanos que dispusieron de sus fondos previsionales de AFP para mantenerse a flote.

Herbert, por ejemplo, señala que antes de la pandemia solía desempeñarse como técnico electricista para diversos contratistas, cobrando por honorarios y sin los beneficios de ley. Sin embargo, esporádicamente laboraba en obras de construcción que sí lo tenían en planilla.

’'Cuando llegó la pandemia ya no trabajaba en obra, sino con una contratista de edad vulnerable que, por el temor a contagiarse, tuvo que parar. Eso me chocó. Quedé sin empleo. La devolución de AFP me facilitó afrontar los gastos’', comenta para este diario.

Por su parte, Sergio se quedó sin su puesto como técnico en una marca importante del mercado de electrodomésticos a inicios de 2020, cuando la amenaza del COVID-19 cobraba más fuerza en esta parte del mundo. El desempleo – y la emergencia sanitaria – lo sorprendieron justo cuando tenía que asumir los gastos de la construcción de su propia casa.

Con el retiro de su AFP logró subsanar las cuentas, debido a que su prometida también había perdido su empleo. ’'Ya para mayo encontré un trabajo que no era lo mío y el salario, tampoco. No había de otra. Era trabajar y quedarme con un sencillo siquiera o no tener nada’', añade, ya que logró acoplarse como ayudante de tabiquería en una construcción.

La experiencia fue nefasta – prosigue – y vivió jornadas interminables en las que no se reconocían las horas extra ni daba beneficios, mas tuvo que aguantar el salto porque su novia está esperando un bebé. Sergio cuenta que sus años como trabajador le permitieron atender las necesidades de su hogar y guardar los recursos para el mediano plazo, ya que tras culminar su periodo en la obra, recientemente logró conseguir un empleo en planilla como ayudante de topógrafo en otra construcción.

Es consciente que regresar al servicio técnico es difícil en tiempos de escasez, pero la certeza de cimentar su propia vivienda y la llegada de su niño lo motivan para aprender a desenvolverse en un oficio que demanda un esfuerzo físico abrumador.