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Domingo

La Amazonía toma el cine peruano

En un hecho insólito, este año tenemos casi una decena de películas filmadas en la Amazonía. Unas recién mostradas en el Festival de Cine de Lima, otras estrenadas en la cartelera comercial y otras aguardando turno. Es la señal de que por fin miramos al oriente para contar nuevas historias.

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Historias de shipibos, de Omar Forero, una de las más celebradas por la crítica. Foto: Difusión

Por: Sandro Mairata

Grandes noticias llegan del oriente peruano: tenemos casi una decena de nuevas producciones con entorno de Amazonía, de buena a gran calidad, para nuestras pantallas. Unas se exhibieron en el Festival de Cine de Lima 2023 y se llevaron premios o el aplauso del público y la crítica (Historias de shipibos, Islandia, Sonido Amazónico) otras ya han pasado por las pantallas comerciales nacionales (La pampa, Milagros: Una osa extraordinaria), otras aguardan pronto estreno (Isla bonita, La danza de Los Mirlos, Carta Roja) y hace unos días se exhibió de forma gratuita un corto documental para la cadena Al-Jazeera llamado Monkey Man, de los peruanos Lisa Estella y Rodrigo GaldósTangüis.

“Es un fenómeno interesante”, afirma el crítico de cine Ricardo Bedoya. Sucede que la historia del cine peruano tiene un capítulo aparte en lo que refiere a nuestra Amazonía, que retrocede hasta abril de 1899 -cuando dieron a conocer en Lima cintas breves hechas en la selva, Camino a La Oroya y Chanchamayo- y luego se convierte en un sinuoso camino que acaba en el estancamiento en las décadas de los ochentas y noventas, donde las producciones fueron esporádicas y contadas con la mano.

“En la época silente, muda, hubo muchas películas que se hicieron en la selva, pero era por los camarógrafos, que venían de diferentes sitios, porque era la novedad, estos sitios remotos, exóticos, lejanos”, explica Bedoya.

“De la primera época muda hay en los años 20 una película hecha por los franciscanos, por los curitas estos del Convento de Ocopa, en la zona de entrada a la Selva Central. Después ya no hay tanto”. Bedoya se refiere a La conquista de la selva (1929), un filme promocional de la labor franciscana en el Perú destinado a mostrarse en la Exposición de Sevilla. La crítica contemporánea María Wiesse escribió que “la cinta fue hecha con criterio informativo y dirigida por los buenos padrecitos misioneros que, ante todo, se han querido poner en evidencia. Apenas si se nos muestra las costumbres y la vida de los naturales de aquellas regiones; apenas si vislumbramos todo el tesoro de poesía y de fuerza que son los bailes, las fiestas, la existencia familiar de esos hermanos nuestros de la ‘montaña’”.

El cine de la Amazonía también carga con nombres como el de Julio César Arana, acaudalado cauchero que formó tres compañías cinematográficas convencido de que con el cine lavaría su mala imagen de esclavista de indígenas; nos legó la popular El oriente peruano (1921). Arana es quizá el primer realizador de cine Amazónico del Perú.

Se sucedieron nombres como el de Antonio Wong Rengifo, pionero del mal llamado “cine regional”, quien hizo varios cortos y un largometraje llamado Bajo el sol de Loreto en 1936. O Guillermo Garland, “quien desde una mirada centralista y capitalina decidió penetrar esta región en busca de nuevos escenarios”, según escribe Verónica Boggio en su artículo “El cine amazónico peruano en la primera mitad del siglo XX”.

Avanzando nuestra mirada tenemos a Armando Robles Godoy con En la selva no hay estrellas de 1968 y La muralla verde de 1970; de ahí saltamos a una discípula suya, Nora de Izcue y El viento de la ayahuasca de 1982. Lucho Llosa tuvo algunas producciones en la selva en los noventas, pero de ellas destaca Fuego en el Amazonas (Fire on the Amazon) de 1993, una cinta B cuya protagonista fuera una actriz novata llamada Sandra Bullock. Sí, esa Sandra Bullock.

El cine amazónico hoy

Muchos aún recordarán la popular Pantaleón y las visitadoras (2000) de Francisco Lombardi, mientras que otras cintas de ese periodo producidas in situ por realizadores locales aún padecían de carencias técnicas, acabados rudimentarios, actuaciones sin una adecuada dirección. Esto cambió con Cementerio general (2013) de Dorian Fernández-Moris, nuestra cinta de terror más taquillera. Fernández-Moris demostró el nivel que se había alcanzado en Iquitos para sacar adelante una película con estándares mínimos para salas comerciales. En 2023, Fernández-Moris ha presentado La pampa y funge de productor de Isla bonita, dirigida por Ani Alva Helfer y pensada como vehículo de promoción de Iquitos.

“Ya se viene de años haciendo este trabajo de hormiga de manera silenciosa”, afirma Katty Quio, gestora cultural pucallpina, productora e impulsora de la Escuela de Cine Amazónico, fundada en 2014. A punto de cumplir 10 años, esta escuela no cuenta con un campus, ni un pabellón, ni un local siquiera. “Somos un proyecto itinerante”, explica Quio. Con el apoyo municipal local y de la Universidad Nacional de Ucayali, la Escuela se ha dedicado pacientemente a formar talento y a foguearlo en cuanta producción ha podido.

La Escuela plantea un cine de la Amazonía contado “desde la mirada de un indígena o un mestizo” –se siente el cambio desde la época franciscana– y así en su web se pueden ver producciones realizadas por comunidades yanesha, shipibo-konibo, amahuaca y awajún. Mucho del talento formado aquí ha trabajado en las cintas mencionadas al inicio –Quio estuvo en Historias de shipibos– dando muestra del nivel alcanzado.

“El cine peruano ha mirado a la selva reiteradas veces”, dice el investigador y docente Emilio Bustamante. “Lo interesante es que surjan también múltiples miradas cinematográficas sobre la selva, no solo de cineastas extranjeros, misioneros o colonos, ni de académicos y citadinos limeños, sino también de cineastas que hayan nacido allí, vivan allí y expresen su propia cultura y vivencias a través del cine”.

“Ya los estándares cambiaron”, añade el crítico Isaac León Frías. “Ya la gente que está haciendo cine sabe que no puede hacerlo de la manera voluntarista, espontánea y tan artesanal como se hizo en los años noventa o la primera década del siglo. Esto hace que nuestro cine amazónico tenga más completas y mejor formuladas sus propuestas”.