El acecho del doble
La novela de Bruno Rivas, El homónimo, explora la vieja fantasía del ser humano: encontrarse con un doble que le roba la identidad. También nos narra lo que perdió el periodismo cuando migró sus contenidos al internet.
¿Qué pasaría si un día se encuentra con alguien de un físico muy parecido al suyo, o que tiene su mismo nombre, y poco a poco se va apropiando de su vida? Este es, a grandes rasgos, el intrigante argumento de El homónimo, la novela del periodista y docente universitario Bruno Rivas (Callao, 1981), que explora en una vieja fantasía del ser humano: el tener un doble y cruzarse con él.
En esta historia, el protagonista se llama también Bruno Rivas (álter ego del escritor), un joven periodista que trabaja en el periódico más importante del Perú, al cual llama “el decano”, y cuya vida parece ir sobre ruedas: está a punto de recibir un ascenso y tiene una simpática novia, también periodista, que lo quiere. Sin embargo, un día conocerá al otro Bruno Rivas, el chofer del canal de televisión donde labora su prometida, un hombre entrado en años y en carnes, de maneras poco refinadas, que no se parece en nada al talentoso periodista.
El autor confiesa que siempre le ha obsesionado la idea del doble. Cuando leyó de niño el cuento Doblaje, de Julio Ramón Ribeyro, quedó impactado. Ya de grande, le dieron en la yema del gusto el relato de Edgar Allan Poe, William Wilson, o la película El hombre duplicado de Denis Villeneuve. Rivas también cita a los cómics, donde más que doblar a los superhéroes, los multiplican en multiversos.
El homónimo es una novela que vio la luz después de más de veinte años. Rivas rescató un cuento breve que empezó en 1999, cuando era estudiante de periodismo, y lo usó después como la columna vertebral de lo que sería su proyecto de ficción para un máster en Escritura Creativa, que cursó en la Universidad de Salamanca de España. La novela se nutre de su experiencia como periodista del diario El Comercio, donde trabajó once años, pero el autor toma distancia y subraya que la historia es pura ficción o una realidad alternativa. “La trama no es necesariamente real. El Bruno Rivas protagonista se parece a mí porque vivimos experiencias parecidas, pero a la vez somos diferentes, pues mi carrera no fue tan exitosa como la suya”.
"La trama no es necesariamente real. El Bruno Rivas protagonista se parece a mí, pero mi carrera no fue tan exitosa como la suya”. Foto: Felix Contreras - La República
Dicho esto, igual es inevitable no cotejar los personajes que desfilan en El homónimo -–accionistas de “el decano”, editores de secciones, directores periodísticos– con sus versiones de la realidad. Nos encontraremos, por ejemplo, con dos integrantes de la familia Riva-Agüero muy reconocibles: un joven director a cargo de la transición digital del periódico y una rancia accionista de derecha que le hará la vida de cuadritos al protagonista. También aparece un tal Carlos Wertheman, un combativo periodista que, harto de la prensa tradicional, fundará su semanario.
Lo interesante en El homónimo es que también nos cuenta cómo se hacía periodismo hace veinte años, cuando no existían las redes sociales y la gente leía el periódico impreso; y cómo ha sido su transición hacia lo digital: “En los momentos primigenios del internet, había mucha esperanza sobre lo que se podía hacer, pero cuando el contenido de los medios migra al ciberespacio, prevaleció la búsqueda de atraer lectores como sea, y se sacrificó la calidad por la inmediatez”, dice el escritor.
El Bruno Rivas de la ficción vive esa transición y tiene el mismo conflicto: es un periodista al que no le gusta el periodismo de memes y videos de gatitos que predominan en el portal web de su periódico, y debe tomar una decisión. En cierta forma, su homónimo, el chofer Bruno Rivas, lo ayudará a definirse. “Así como el protagonista tiene temor de verse reemplazado por un sujeto al que desprecia. Siento que el periodismo que hacíamos hace varios años ha sido reemplazado por un periodismo de menor calidad, y en eso soy muy crítico en la novela”.