Entre 2019 y 2022, Camila Figueroa (25) estuvo a punto de dejar el judo.
No le había ido bien en los Juegos Panamericanos de Lima 2019. Había sido derrotada por una rival a la que había estudiado tanto, para la que se había preparado tan bien que, en sus palabras, “nunca debió ganarle”. Pero le ganó y fue una derrota tan dolorosa que después de la competencia, Camila decidió tomarse un tiempo y dejar los entrenamientos.
Cuando los retomó, al año siguiente, llegó la pandemia. Y al siguiente, 2021, le dio COVID-19 y casi no pudo competir internacionalmente. La joven judoca, nacida en Moquegua, dice que en ese momento seguía afectada mentalmente, que “no estaba bien de la cabeza” y que por esa razón no estaba entrenando al cien por ciento.
David Bardález ganó una medalla de bronce en Santiago 2019. Se tiene mucha fe. Foto: difusión
Así que decidió que eso era todo.
Se fue a su ciudad natal y les comunicó a sus padres que dejaría el judo y que se pondría a estudiar Terapia Física en Arequipa.
Un día de inicios del 2022, volvió a Lima para recoger sus cosas. La selección de judo tenía nuevo entrenador, el sensei Justo Noda. El histórico técnico cubano le dijo que quería conversar con ella y le aseguró que si seguía sus indicaciones, si confiaba en él, volvería a ser la Camila de antes y ganaría una medalla en los siguientes Panamericanos.
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Camila dice que decidió darse una última oportunidad. Comenzó a entrenar como nunca antes. Y los resultados no tardaron en llegar.
Primero, una medalla de plata en los Juegos Bolivarianos de Valledupar, en junio de 2022.
Y, al año siguiente, el bronce en los Juegos Panamericanos de Santiago 2023.
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Camila no había comenzado bien ese torneo. Dice que entró “un poco dormida” y que por eso perdió la primera pelea, ante la portorriqueña Sairy Colon. En el repechaje, su entrenador la sacó del amodorramiento con un par de gritos bien puestos y le dijo que no habían entrenado tanto para irse con las manos vacías. Motivada, llena de adrenalina, le ganó en un minuto y medio a la canadiense Coralie Godbout. Y en la tercera pelea, por el bronce, venció a su rival de toda la vida –su entrenador bromeaba con que era “su hermana”–, la ecuatoriana Vanessa Chala, a quien nunca antes había podido derrotar. Por eso su emoción al final de la pelea. Sus lágrimas. Hoy, dos meses después, Camila confiesa que en ese momento lo que más la emocionó no fue la medalla de bronce sino haberle ganado a su vieja némesis.
La joven moqueguana, a quien al inicio no le gustaba el judo porque le parecía un deporte “muy rudo”, está cerca de sumarse a la lista de los hasta ahora 12 deportistas peruanos clasificados a los Juegos Olímpicos de París 2024. En la misma situación están sus compañeros Juan Postigos y Yuta Galarreta. En los próximos meses, Camila tiene por delante media docena de torneos en los que podría escalar en el ranking y colarse entre las 30 mejores de su categoría. Solo hay tres representantes olímpicos en la historia del judo peruano y ninguno es mujer. Este año, ella podría ser la primera.
El sábado 21 de octubre del año pasado fue un día de emociones encontradas para los pesistas peruanos Shoely Mego (24) y David Bardález (27). Ambos competían en los Juegos Panamericanos de Santiago. Primero le tocó a Bardález, quien consiguió la medalla de bronce –y arañó la de plata– en la categoría de 61 kilos, para alegría de todo el equipo peruano de levantamiento de pesas. Y después le tocó a Shoely, en la categoría femenina de 49 kilos, quien lamentablemente se fue con las manos vacías.
Figueroa celebró llena de emoción su medalla de bronce en Santiago. Fue una revancha. Foto: difusión
Fue un día de emociones encontradas para ellos porque David y Shoely, en ese momento, eran novios. Desde el 2017, cuando ambos comenzaban a abrirse camino en la selección nacional. Y, como ocurría siempre, estuvieron allí los dos para apoyarse el uno al otro. En los momentos tristes. En los momentos felices.
Desde el pasado viernes 5 de enero, David y Shoely son esposos, marido y mujer. Se casaron en una pequeña pero bonita ceremonia en Moyobamba, la ciudad donde creció David desde los tres años, donde se apasionó por la halterofilia.
Hoy, por mérito individual, pero sin duda también por la motivación mutua que se transmiten como pareja, son los únicos halterofilistas peruanos que tienen serias chances de conseguir la clasificación a París.
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La carrera de David es larga. Comenzó a los 11 años, cuando un entrenador lo convenció a él y a sus amigos del fulbito de que fueran al coliseo de Moyobamba a levantar pesas. En 2009, cuando tenía 13, lo convocaron a la selección nacional. Se trasladó a Chiclayo, donde entrenaba el equipo patrio. Y allí se quedó.
Shoely nació en Bagua Grande, pero creció en Chiclayo desde los 7 años. Cuando tenía 14, los entonces técnicos de la selección, Gancho Mitev e Ivan Tsankov, la vieron en el colegio donde estudiaba y la invitaron a participar. Ella se resistió durante mucho tiempo, dice, hasta que terminaron convenciéndola.
Durante los últimos años, David se ha establecido en el top 3 de su categoría en Latinoamérica, ganando sucesivas medallas de bronce en Panamericanos de esta disciplina en República Dominicana y Ecuador y en los Juegos Bolivarianos de Colombia de 2022. Sin contar sus bronces en los Juegos Panamericanos de Lima 2019 y de Santiago 2023.
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En abril del 2023, Shoely Vegas fue considerada la número 1 en el ranking mundial de su categoría. Foto: difusión
Shoely ha rozado la gloria en los últimos dos años: ganó la medalla de bronce en el Campeonato Mundial Bogotá 2022 y tres medallas de oro en el Panamericano que se realizó en Bariloche en marzo de 2023. Por esa razón, en abril de ese año fue considerada la número 1 en el ranking mundial de su categoría. En junio, el IPD le concedió los Laureles Deportivos.
Aunque cargan todavía con algunas lesiones que se trajeron de Santiago y de las que vienen recuperándose poco a poco, ya han vuelto a los entrenamientos en el CAR de la Videna, administrado por el Proyecto Especial Legado. El plan es competir en el Panamericano de Mayores que se realizará en Venezuela, en febrero, y luego en el Grand Prix de Tailandia, en marzo. La meta es superar sus marcas (85 en arranque y 105 en envión, en el caso de Shoely, y 124 y 154 en el caso de David). Su entrenador, Alejandro Orosco, dice que, aunque es difícil, las posibilidades existen. Shoely y David han elegido creer. Para estos recién casados, el sueño de llegar a París sigue intacto.