Tras el anuncio del nuevo billete de doscientos soles con la imagen de Tilsa Tsuchiya, tuve la oportunidad de conversar con Gilles Mercier, el hijo de la artista homenajeada, y Bruno Zeppilli, quien fue su discípulo y apoderado de Gilles. No se veían desde hace unos años. Intentaré reproducir la conversación que tuvimos.
Lucas Cornejo: ¿Cómo recuerdas a tu mamá?
Gilles Mercier: Mi mamá tuvo etapas, de acuerdo a su producción también. Cuando vivíamos en Breña, donde vivía Olga, ahí su trabajo era más basado en las acuarelas, también en los cuadros de la gran madre, cuadros importantes.
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Bruno Zeppilli: Cosa curiosa que no mencionan es que hay mucho de lo precolombino en su obra. Siempre hablan de lo oriental y de lo chino, pero tu mamá siempre estaba orgullosa de que su arte era sudamericano y latinoamericano…
GM: Claro, ella tiene el lado negro, esos colores que están en el museo de... ¿Cómo se dice? En Trujillo. En Trujillo. En Manuchito, ¿cómo es el...?
BZ: El museo ese que está debajo del grifo.
GM: Sí, sí, el de Casinelli…
BZ: Sí. Ahí hay un cuadro con los colores igualitos. Tu mamá siempre me decía que, cuando venían sus amigos franceses o extranjeros y los llevaba a algún museo, ella nunca quería entrar porque no quería mirar los huacos. Ella buscaba coincidir, pero no quería que se les fijara en la vista y pudiera atraparlo. Y muchas veces coincidía. En la cara cortada... Yo después te voy a enseñar todo lo precolombino, Lucas, la relación que tiene con Tilsa. Es mucho más que lo oriental…
GM: Además, ella siempre decía que eran los Andes, las montañas, la gran madre... Yo no veo que eso lo mencionan en los periódicos. En Chancay hay un poco de influencia, ¿no?
BZ: Sí, sí, y estas mujeres con los pelos al costado, con las cabezas cortadas que vuelan en diagonal con las piernas. Sobre todo, lo del 68 y el 70 es bien paralelo al precolombino.
GM: Sí, pero nadie se da cuenta.
LC: ¿Y cómo se relacionaba contigo?¿Qué es lo que más te acuerdas de ella?
GM: Bueno, como no tenía papá, ella tenía que hacer de papá y de mamá.
BZ: Y yo también hacía de tu papá, ¿no te acuerdas?
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GM: Sí, después, en Gálvez Chipoco….
BZ: Sí, yo era tu apoderado…
GM: Y alumno de mi mamá también…
BZ: Ah, claro. Básicamente, el único alumno... ¿Tú te acuerdas de París? ¿Tú viniste en el 68 o cuándo vinieron?
GM: La primera vez fue en el 66.
BZ: ¿Cuántos años tenías?
GM: Tres años. No me acuerdo de nada…
BZ: Y después se volvieron en el 73, ¿no?
GM: A finales del 72…
BZ: Sí pues, yo conocí a tu mamá a finales del 72.
LC: ¿Y tú pasabas mucho tiempo con tu mamá?
GM: Sí, yo pasaba jugando en el taller de mi mamá. Tenía un taller muy pequeño.
BZ: No era tan chiquito, era como del tamaño de su casa…
GM: Más chico, el de Breña…
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BZ: Ah, el de Breña era chiquitito, en el cuarto de servicio.
GM: ¿Y qué te acuerdas de ahí?
GM: Ah, yo jugaba ahí con los imanes, con los papeles…
LC: ¿Y tu mamá qué hacía contigo?
GM: Bueno, me pegaba (ríe).
BZ: No, pero te engreía un montón… Yo la veía cómo se preocupaba por ti media hora antes de que llegaras del colegio. Algo así como lo que decían en El principito.
GM: Sí, sí, pero sobre todo me inició en la lectura. Aunque sea con los patos Donald… Y poco a poco fui leyendo, leyendo.
BZ: ¿Y el piano? Te compró el piano.
GM: Sí.
LC: ¿Le gustaba leer a tu mamá?
GM: Ella leía a un escritor francés.
BZ: René Guénon.
LC:¿Y qué más le gustaba?
GM: Evola y todo del estilo Guénon. Shuanzi…
BZ: Le gustaba la poesía japonesa también.
LC: ¿Qué más le gustaba hacer?
GM: Íbamos los domingos a Shangri-La y jugábamos Mahjong. Bruno también jugaba.
BZ: Claro. Tus tías me miraron de mala cara cuando Tilsa me llevó a la playa, hasta que les dije para jugar. Yo me había instruido antes de ir. Es un juego chino que conocí por las novelas de Stefan Zweig.
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GM: Es un juego como una especie entre un canasta y un póker, pero con fichas. Sí, un dominó casi.
BZ: No, mucho más canasta y póker. Dominó es diferente. Acá hay que formar tríos o escaleras por palos. Hay tres palos y cuatro vientos: Norte, Tong, Nan, Sai, Pak. Y Norte, Sur, Este, Conchu, Fachó y Papiaga.
LC: Gilles, ¿y tú también pintabas?
GM: No, yo solo dibujaba un poco. Cuando mi mamá compró el piano, ahí sí cambió mi vida.
LC: ¿Te volviste músico?
GM: Sí, compositor.
LC: ¿Y cómo era la relación de tu mamá con la música?
GM: Ella pintaba escuchando Vivaldi y Wagner también.
BZ: Sobre todo el ‘Salve Regina’ de Vivaldi y ‘La muerte de Isolda’ de Wagner.
GM: Y Carl Orff también le gustaba.
BZ: Sí, Ricardo Grau, su maestro, la hacía ir los sábados a su casa a escuchar música clásica.
GM: Me acuerdo de que, cuando oscurecía, a las seis venían los amigos a conversar, a reír.
BZ: Sí, a comer.
LC: ¿Qué les gustaba comer?
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GM: A mi mamá le gustaba la cocina japonesa con mí tía Flora.
BZ: Los domingos sobre todo, pero también mandaban a hacer. En Año Nuevo…
LC: ¿Cómo eran?
BZ: La mesa era visualmente espectacular. Todo lleno de platos japoneses. Fue la primera vez que yo comí erizo.
LC: ¿Ustedes creen que se esperó la trascendencia?
BZ: Bueno, ella ya era bien famosa en vida. Era considerada la mejor pintora, la pintora más cara.
GM: Sí, pero no le importó.
LC: ¿Cómo así?
BZ: Una vez había salido en todos los periódicos la exposición de los mitos, pero íbamos a comprar los periódicos y había uno que estaba agotado. Había salido a dos páginas y en mi casa compraban ese periódico. Cuando lo buscamos, lo habían usado para la basura. Entonces, Tilsa me dijo: ‘Ves, para eso sirve la fama, para la basura’.
LC: ¿Cómo interpretan ustedes esos personajes sin brazos?
BZ: La mayoría se basaba en mitos. Son figuras totémicas. Ella no les ponía ni brazos ni cabeza porque no quería que piensen, que tengan cerebro ni que agarren, sino que solamente sean una cosa de sentimiento.
BZ: Mira, me estoy acordando de que, hace tiempo, vino un crítico brasileño y dio una conferencia en Bellas Artes. Él había conocido a Tilsa en el 68 y pensaba que para el 72 iba a ser una famosísima artista latinoamericana a todo nivel, tipo Botero o Lam. Le llamó la atención que no lo fuera. Le conté a Tilsa y me dijo: ‘Es porque no quiero. Si ya acá en Lima, con lo chico que es, me ahogo, y no tengo tiempo para pintar, ¿te imaginas si fuera famosa como los otros? O sea, no podría pintar. Si no ha pasado, es porque yo no lo he permitido’.
LC: ¿Cómo era su rutina del día a día?
GM: A las ocho desayunaba pan con queso y café, o pan con camote. También chicharrón.
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Luego empezaba a ordenar las cosas un poco y se metía al taller. Después bajaba a supervisar a Carmela, la cocinera.
BZ: Y yo era el profesor de Carmela, le repasaba el colegio. ¿Cómo se llamaba la enfermera que yo traje al final?
GM: Nico… Se murió la Nico.
BZ: Era un ángel la Nico.
GM: Pero le lloraba mucho a mi mamá porque no la dejaba salir con sus novios.
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LC: ¿Y tú conversabas con tu mamá?
BZ: Me contaba de Platón, de Uspensky. Tenía sus libros, a veces yo leía también.
LC: Gilles, ¿cuántos años tenían cuando tu mamá murió?
GM: Tenía veinte. Me quedé un años en una tormenta mental. Éramos bien ligados. Teníamos los mismos gustos.
BZ: ¿Con la música?
GM: Y la comida también, que era bien importante.
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LC: ¿Qué decía de Francia?
GM: Me metió en el colegio francés. Pero ella más extrañaba Italia… Aunque sí le gustaba la catedral de Chartres y los castillos de Loire. Pero no quiso regresar a Francia.
BZ: Sí, ella fue a Perugia en el barco, ¿no?
GM: Sí, y sus grandes ídolos eran Fra Angelico y Paolo Uccello.
LC: Gilles, ¿cómo recibiste lo del billete de doscientos soles?
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GM: No lo podía creer. Parecía imposible, pero ya cuando me enteré mejor, dije sí va a salir.
BZ: ¿Y ya lo tienes? Yo no lo tengo.
GM: Yo tampoco.