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Cultural

Silvia Westphalen: “Es bueno volver a lo sagrado de la naturaleza”

La reconocida escultora exhibe la muestra ‘Selva’, una serie de piezas en mármol y alabastro en el Centro Cultural Garcilaso. Con ellas propone restablecer la buena relación del hombre con la naturaleza.

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La escultora Silvia Westphalen presenta la muestra "Selva" en el Centro Cultural Garcilaso (Jr. Ucayali 391) ubicado en el centro de Lima. Foto: difusión

Silvia Westphalen piensa y habla a través de las piedras. Comunica. Su arte consiste en haber creado un lenguaje a partir de sus encuentros con bloques de mármol o alabastro, que son, supuestamente, naturaleza muerta. Pero, para la escultora, no son así. En ellos, la artista descubre vida. Y es que entre ella y la piedra interactúan, se genera un diálogo silencioso que, finalmente, es una suerte de soplo que da forma y vida al trozo de mármol que trabaja.

La artista actualmente exhibe en el centro Cultural Garcilaso la muestra ‘Selva’, un conjunto de piezas escultóricas y dibujos que dan cuenta de su incursión en nuestra amazonía, en el pueblo de Cocachimba, en Amazonas. Según ella, la selva es como el hábitat que buscaba.

Asegura que la selva le prodiga miles de formas. Los árboles, las hojas, las semillas, los frutos, los hongos, la hierba, todo ello le inspiran formas y diseños que traslada al mármol travertino o piedra de alabastro. Además, la selva le devuelve el amor que se debe tener a la naturaleza.

Escultura de mármol

La seducción de las piedras

Las circunstancias quisieron que cuando ella estudiara arte, el mármol travertino estuviera en abundancia, al alcance de sus manos. Eso determinó no solo se haga escultura sino también eligiera el material para sus trabajos.

“Como muchas cosas en la vida, tuve la oportunidad de estar cerca de las piedras. Yo estaba estudiando en Portugal en una escuela de arte. En ese momento, Portugal era el segundo país exportador de mármol, entonces había un acceso muy fácil al mármol. La fábricas que trabajan tiraban los trozos que no les servían. Nosotros, los estudiantes de artes, íbamos a recogerlos. Es que nos los regalaban”, cuenta Silvia Westphalen.

Así, en abundancia, empezó su relación con el mármol. Si bien ella como escultora había empezado a trabajar la madera, esta era escasa y no había lo suficiente, pero mármol había de sobra.

“Otra ventaja fue que los escultores mayores habían desarrollado una técnica de trabajar el mármol que yo aprendí de manera rápida. No era con martillo y cincel, que te obliga a hacer formas más compactas y sólidas, sino con amoladora, que tiene disco diamantado, con el que puedes trabajar formas delgadas, más frágiles. Así empezó esta seducción de trabajar las piedras”, afirma Westphalen.

¿Cómo así la piedra, un objeto muerto, se convierte en un lenguaje vivo?

Eso es lo que a mí me parece muy enriquecedor de la piedra. La piedra ya tiene una estructura, una veta, una forma. Siempre me gusta escoger pedazos que tenga como formas irregulares. Nunca busco un pedazo que esté cortado como un bloque, como un cuadrado o paralelepípedo. Justamente, cuando escojo los restos que botan en las fábricas, busco las partes exteriores del bloque que quedan con una textura. Entonces, todo eso me parece muy rico como material, pues ya tiene una forma, algo que me dice.

O sea, la piedra ya le está hablando desde sus formas...

Exacto. No es como una hoja en blanco. No es como la arcilla, en la que tú vas construyendo, tú eres el que crea todo. En la piedra, ya casi todo está allí, ya tiene una forma propia, colores, vetas. Todo eso establece un diálogo con el material. Además, siempre es diferente. Cada piedra va a ser distinta.

Mirando sus esculturas, recordaba los versos de Rubén Darío: “Dichoso el árbol, que es apenas sensitivo / y más la piedra dura que esa ya no siente”... O sea, mirando sus piedras, el poeta se equivoca...

(Risas). Sí, justamente es algo que yo he querido mostrar un poco cuando trabajo la piedra, quitarle esa cosa estática y dura y hacerla sentir, por un lado, densidad sensible y, por otro, darle movimiento. Hacerla más leve, quitarle peso. Eso ha sido siempre un poco mi reto, tratar de lograr ese acercamiento al mármol. Sí, mucho también el tacto. Es decir, poder tocarla, la suavidad o escamosidad. Es un acercamiento que parece muy importante y más aún en esta era de las pantallas, en que, además, todo es liso, superficies planas. Trato de que nos acordemos de la piel, del tacto.

En sus muestras anteriores, el mar, el desierto, la arena, como que la atención es geológica, pero con esta muestra, ‘Selva’, opta por una mirada ecológica a la naturaleza viva.

Sí, intento captarla. Yo siento que mi trabajo es un homenaje a la naturaleza. Esta es mi manera de rendirle homenaje y en eso me siento cercana a las culturas precolombinas, que le rendían tributo grande a la naturaleza. Y en estos tiempos, en que el hombre ha creído que puede destruirla y aprovecharse de ella como sea, sin tenerle respeto, es bueno volver un poco a entender lo sagrado que es la naturaleza, lo importante que es para nuestra sobrevivencia.

¿Supongo que ‘Selva’ es un resultado de sus viajes a la Amazonía?

Desde el 2008, que fue mi primer viaje a Tarapoto, después he estado viajando constantemente a la selva. Siempre he vivido en la costa, con cercanía al desierto, al mar y las montañas próximas, pero nunca había ido a la selva hasta ese entonces. Realmente, descubrí un mundo fascinante y he tratado siempre de hacer otros viajes y conocer otros lugares amazónicos. Siento, finalmente, que es como mi hábitat. No era el desierto sino la selva, esa abundancia de formas, en todos los estados, desde las semillas hasta los hongos que crecen sobre los troncos muertos. Todas esas formas son una fascinación para mí, una riqueza infinita. Y todo al mismo tiempo, todo coexiste. Es un mundo fascinante.

Con las piezas ‘Huallaga 1 y 2′, que están extendidas en el piso de la galería, ha tenido la audacia de hacer que la piedra sea un río...

(Risas). El 2012 hice una muestra, ‘El río revuelto’, que era sobre el río Cañete. El movimiento del agua es otro tema que me seduce. La forma como corren los ríos, visto desde lo alto o verlos en sus detalles, en las ondas que toma el agua al moverse, todo eso me cautiva.

Ahora, en ‘Selva’, hay otras formas. Uno no sabe si es follaje, semillas, frutas...

Eso sí, siempre me gusta dejar en libertad al que observa, pues no hay una única forma en que pueden ser vistas las piezas. Tienen formas diferentes, pueden verse como frutos, como espigas, como semillas que brotan. Durante la pandemia estuve dibujando, pensando en las formas que toman las plantas, en general, cuando crecen. Eso tiene que ver con esa serie de la última sala, que son obras recientes.

En una muestra anterior, ‘Suculentas’, exhibió dibujos...

Así es, hay una similitud entre los dibujos y el trabajo en piedra, van en paralelo, aunque en los dibujos tengo el color, que es algo que disfruté mucho usarlos. Los usé por la situación de estar encerrada por la pandemia. Siempre he dibujado en blanco y negro, pero ahora he usado el color. Siempre he sentido que cuando hago esculturas es como que estuviera dibujando en tres dimensiones. Siento a mi disco como un lápiz con el que hago los trazos y que estoy dibujando en la piedra.

Silvia Westphalen dibujo

Datos

La muestra. ‘Selva’ se exhibe en el Centro Cultural Garcilaso. Jr. Ucayali 391, centro de Lima.

Horario de visitas. De martes a viernes de 10 a.m. a 8 p.m. Sábados, domingos y feriados de 10 a.m. a 6 p.m. El ingreso es libre.