Cuatro amigos en base cuatro, cansados de la rutina diaria, deciden cambiar sus vidas y, de un día para el otro, asaltan el casino más grande y exclusivo de Lima. Lo harán la noche de Halloween, disfrazados con las máscaras de los cuatro expresidentes peruanos más polémicos de las últimas décadas: Fujimori, Toledo, Humala y Alan García. En medio del atraco, terminarán tomando como rehén a un cliente, sin saber que este es un conocido congresista.
—¿Cuál ha sido el mayor riesgo al combinar la comedia con el contexto político?
—En general hacer una comedia política ya es como un subgénero bien complicado. O te puedes ir por un lado y terminar siendo muy denso y solemne o de repente haces una comedia que no logra generar esa reflexión o esa dosis de crítica y que al final el público, después de reírse, salga preguntándose si este es el país que merece.
—¿Al escribirla, siempre pensaste en Emilram Cossio, Giovanni Ciccia, Haysen Percovich y Andrés Salas?
—Sí, la idea surge a fines del 2018, luego de La hora final. Antes de escribirla les dije a ellos de qué trataba el proyecto. Me respondieron: !Vamos! Los personajes no tenían que ser tan jóvenes, y están cansados de que no cambien las cosas, amigos y además con oficios representativos, uno con la salud, un maestro, un chofer y un emprendedor, con un negocio propio. Cada uno, desde su área, es testigo y víctima de que el país está cada vez peor, lo que origina que ideen un plan donde terminan llevándose a un congresista.
—¿Cómo fue la participación de Diego Bertie?
—Cuando escribí el personaje del negociador, mi mente estaba en Diego. Le dije a Gustavo Sánchez (productor) que ese personaje solo lo podía hacer él, pero en ese entonces vivía encerrado en Pachacámac grabando ‘De vuelta al barrio’ y solo podía sábado o domingo. Le conté a Diego, quedó encantado. Movimos el plan de rodaje para que pudiera grabar. Recuerdo que tenía un papel para Diego en El evangelio de la carne y al final no se dio, y bueno, así estuvimos queriendo trabajar juntos y no se concretaba. Finalmente se dio y fue muy bonito. Él captó al toque lo que se quería.
—¿Por qué pensaste en él?
—Porque el negociador tenía que ser interpretado por un gran actor y tener, además, una elegancia innata, un tipo con carisma, pero que también debía manejar la ironía, el sarcasmo y, además, en términos de físico, un tipo alto, impecable y elegante. Y bueno, creo que no me equivoqué porque todo el mundo habla de esa escena.
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—Giovanni Ciccia ha comparado la participación de Diego como la aparición de un ángel.
—Sí y algo inusual ocurre durante su participación, que es cuando él voltea y mira a la cámara, como mirando al público. Es cierto, es como un ángel. Ese momento es muy especial.
—La cinta suelta frases tan cotidianas hoy en día como: ‘Todo está embarrado’, ‘sobornos y ascensos’, ‘red de corrupción’, entre otras que parecen enrostrar lo que estamos viviendo.
—Creo que la película es como una pequeña venganza del ciudadano de a pie, es como una pequeña revancha del trabajador, de todos nosotros que salimos y nos sacamos la mugre intentando salir adelante y, de repente, vienen todos estos tipos que tienen un cargo, sea alcalde, congresista, ministro o lo que sea, para intentar alcanzar sus intereses que es solo tener más poder, lograr prebendas, alianzas y poder saquear el país. Creo que se necesita también una ciudadanía más activa para que no sigan levantando en peso al país. Es como burlarse de los que se burlan de nosotros todos los días, sea el gobierno que sea, sin importar la ideología que puedan tener detrás.