“Dándolo todo. Es la única manera en la que sé trabajar”, refirió Christian Bale sobre su dedicación al arte y exigente método para interpretar todo tipo de personajes. Desde un héroe, millonario, ilusionista, trastornado, vaquero, boxeador a un ex vicepresidente, ha demostrado ser un camaleón particular. Lejos de camuflarse y pasar desapercibido en la industria del cine, estas cualidades lo han convertido en un actor de prestigio capaz de arrebatarle halagos a los mejores intérpretes de su generación.
El maquinista registra una de sus transformaciones físicas más radicales: llegó a perder 30 kg alimentándose con una manzana, café y una lata de atún durante 4 meses. Tras esto, engordó 50 kilos de puro músculo para interpretar a Batman y años después aumentó 20 kg para dar vida al temido Dick Cheney. Para Amy Adams, “se siente como una transformación celular” que alarmó a los nutricionistas que insistieron en que reconozca sus límites. Treinta y dos años después de una temeraria carrera, reconoció que ya no podía hacerlo: “mi propia mortalidad me está mirando a la cara”.
La entrega del actor galés le arrancó elogios al mismo Joaquin Phoenix: “te comprometes con los roles de una manera que solo puedo soñar. Nunca presenta una mala actuación. Es irritante”. Ciertamente, su trabajo habla por si solo y es difícil elegir solo sola como favorita. En motivo a su cumpleaños 48, comentamos uno de sus papeles más oscuros y exigentes hasta la fecha: Patrick Bateman en la película American Psycho, adaptación del libro del mismo nombre escrito por Bret Easton Ellis.
En el largometraje, dirigido por Mary Harron, Christian Bale se mete en la piel de Patrick Bateman y brinda más de un memorable monólogo que evidencia su falta de humanidad camuflada en una frágil máscara de sanidad. Aunque pregone deseos por un mundo mejor, acabar con el hambre, oponerse a la discriminación racial, enaltecer valores morales y conciencia social, el protagonista realmente quiere que su dolor se inflija a los demás y que nadie escape.
“Tengo todos los rasgos de un ser humano. Carne, sangre, piel, pelo. Pero ni una sola emoción clara e identificable excepto la avaricia y la repugnancia. Algo terrible está ocurriendo en mi interior. Y no sé por qué. Mi deseo de sangre nocturno se ha desbordado durante el día. Me siento mortífero, al límite del frenesí”, reflexiona sobre sí mismo.
Pese a los consejos para no formar parte de American Psycho y las críticas de sus compañeros por su trabajo, el actor entendió la visión de la directora: plasmar la década de la decadencia a través de una sátira del mundo yuppie y adentrarse en la psique psicópata de un monstruo vestido de hombre. El resultado catapultó su carrera al estrellato internacional y significa uno de sus mejores papeles hasta la fecha.
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Ambientada en los años 80 de Estados Unidos, Patrick Bateman lidia con las condiciones materialistas, narcisistas y mentales que rigen su época: un mundo moralmente plano en el que la ropa tiene más sentido que la piel. Pero mientras más intenta encajar, más anónimo se vuelve y despierta una insaciable sed de sangre.
Así es cómo el protagonista nos adentra en su mente, arrastra a su propia liberación y se proclama ‘amo del universo’. El minimalismo de su puesta en escena refleja inteligentemente las mínimas emociones de sus personajes. Su corrosivo discurso y múltiples interpretaciones no abandonan al espectador. Su inteligencia y sutileza son las que la convierten en una sátira refinada. Al final, lo más terrorífico es esa alucinante y perversa fascinación que despierta así como la domesticación de lo que antes parecía exagerado.