Un reciente descubrimiento ha revelado una conexión inesperada entre la extinción de los dinosaurios y el origen de una de las bebidas más apreciadas por la humanidad: el vino. Este hallazgo, publicado en la revista Nature Plants, sugiere que la desaparición de los grandes reptiles permitió a las uvas prosperar y diversificarse en los bosques tropicales de Sudamérica.
Con este descubrimiento no solo se amplía nuestro conocimiento sobre la evolución de las uvas, sino que también sitúa a Sudamérica como un punto clave en la historia de esta fruta.
Lithouva es la uva fósil más antigua del hemisferio occidental. Foto: Fabiany Herrera/Pollyanna Von Knorring
Un equipo de científicos ha realizado un descubrimiento paleobotánico de gran relevancia: semillas de uva fosilizadas con edades comprendidas entre 19 y 60 millones de años, encontradas en diversos puntos de Colombia, Perú y Panamá. Entre ellas, destaca un ejemplar que representa el registro fósil más antiguo de una planta de la familia de las uvas en esta parte del mundo.
Con este hallazgo, se confirma que las uvas iniciaron su propagación por el mundo después de la extinción masiva que acabó con los dinosaurios. En palabras de Fabiany Herrera, paleobotánico en el Centro de Investigación Integral Negaunee del Museo Field de Chicago y autor principal del estudio: “El descubrimiento es importante porque demuestra que, hasta después de la extinción de los dinosaurios, las uvas no comenzaron a extenderse por el mundo”.
En la imagen, una de las investigadoras muestra la semilla de uva fósil más antigua. Foto: Fabiany Herrera.
Los investigadores sugieren que la ausencia de grandes herbívoros como los dinosaurios permitió que los bosques tropicales se volvieran más densos y complejos. Este nuevo entorno proporcionó las condiciones ideales para que las plantas trepadoras, como las uvas, se desarrollaran y diversificaran. Además, la aparición de nuevas especies de aves y mamíferos contribuyó a dispersar las semillas de uva a través de diferentes regiones.
“Son las uvas más antiguas encontradas en esta parte del mundo”, agregó Herrera, quien también destaca la importancia de este estudio por este último dato, puesto que la pregunta de cómo las uvas llegaron a Sudamérica había sido un enigma para los científicos.
Encontrar fósiles de uva en Sudamérica fue una tarea ardua. A pesar de la existencia de un extenso registro fósil de uvas a nivel mundial, encontrar ejemplares en este continente era como buscar una aguja en un pajar.
Sin embargo, la perseverancia de Herrera y su equipo dio sus frutos cuando, en 2022, descubrieron un fósil de uva de 60 millones de años en los Andes colombianos. Este hallazgo no solo confirmó la presencia de uvas en Sudamérica, sino que también lo convirtió en uno de los fósiles de uva más antiguos del mundo.
Las semillas, al ser estructuras más resistentes, tienen mayores probabilidades de fosilizarse que las partes carnosas de las frutas. Los primeros fósiles de semillas de uva se hallaron en la India y datan de hace 66 millones de años, lo cual coincide con el impacto del asteroide que desencadenó la extinción masiva. Este evento catastrófico alteró drásticamente los ecosistemas terrestres y favoreció la proliferación de ciertas especies, así como la desaparición de otras.
Los investigadores han nombrado Lithouva susmanii a una de las nuevas especies de uva fósil, en honor al paleobotánico Arthur T. Susman, quien contribuyó significativamente a la investigación de las uvas fósiles. El estudio de estas semillas fósiles no solo revela la historia evolutiva de las uvas, sino que también nos brinda una ventana al pasado y nos permite comprender mejor cómo los ecosistemas terrestres se recuperaron después de una catástrofe global.