¿Te imaginas haber dejado de beber alcohol y seguir experimentando letargo, dificultad para hablar y mal aliento? Esto le sucedió a una mujer canadiense de 50 años. Durante dos años, ella visitó siete veces una clínica de gastroenterología por intoxicación etílica, pese a que ya no ingería tragos. Su salud se perjudicó y tardó mucho en conocer qué le pasaba.
Los médicos cuentan que, en el pasado, ella bebía una copa de vino en días festivos, pero ya había dejado de ingerir alcohol por sus creencias religiosas. Esta afección le hacía quedarse dormida antes de ir al trabajo o cocinar, hasta que los especialistas descubrieron la razón detrás de esta estocada que mermaba su salud. Su historial clínico contenía todas las pistas.
Según el historial clínico de una mujer canadiense de 50 años, ella padecía de infecciones urinarias recurrentes (ITU), por lo tanto, le recetaron antibióticos. Pero esta aparente calma traería una complicación: las dosis de antibióticos estaban dañando su intestino, así que varios hongos aparecieron, aprovechando esta inmejorable oportunidad.
Saccharomyces cerevisiae, o levadura de cerveza, y Candida albicans son los nombres de los hongos que fermentan carbohidratos para elaborar alcohol. A esto se le llama síndrome de la cervecería o síndrome de fermentación automática. El caso fue descrito en la revista Canadian Medical Association Journal y resultó ser raro porque desde la década de 1940 solo se han reportado menos de 100.
Imagen por microscopio del hongo Saccharomyces cerevisiae. Foto: Wikimedia Commons
"El síndrome de la autocervecería es un síndrome raro de fermentación endógena (causas internas) del alcohol. Un informe de 1948 de un niño con el estómago roto cuyo contenido olía a alcohol fue el primero en describir la fermentación intestinal", dijeron los autores del estudio, que se enfocó en la paciente canadiense.
Además, señalan que esta condición se diagnosticó por primera vez como tal en 1952, en Japón. Después, se detectó en los Estados Unidos a partir de la década de los 80 y en el 2020 se reportó en Inglaterra, con 20 casos desde 1974.
"Se cree que el síndrome de la autocervecería se produce cuando los microorganismos capaces de fermentar alcohol a partir de carbohidratos superan la flora intestinal normal", se apunta. Las personas con diabetes y otras comorbilidades tienen la predisposición a padecerlo.
El estudio advierte que las personas más proclives a caer en esta rara condición son aquellas que padecen comorbilidades como la diabetes, males hepáticos, los trastornos de la dismotilidad intestinal y la enfermedad inflamatoria intestinal.
La diabetes es una enfermedad crónica que requiere de un constante monitoreo de azúcar en sangre mediante el glucómetro. Foto: Andina
Específicamente hablando de la paciente canadiense, los expertos mencionaron: "Sospechamos que su uso recurrente de antibióticos para la infección urinaria y dexlansoprazol condujo a una disbiosis intestinal con una posible contribución de la genética".
Si los médicos sospechan que sufres del síndrome de autocervecería, te pedirán exámenes físicos y de sangre, así como una prueba de glucosa y evaluaciones microbiológicas. Como es un mal poco identificado, todavía no existen protocolos claros sobre qué acciones llevar a cabo en caso de que una persona sea afectada.
"Nuestra paciente tuvo varias visitas a la sala de emergencias, fue evaluada por internistas y psiquiatras, y esto fue certificado bajo la Ley de Salud Mental antes de recibir un diagnóstico de síndrome de autocervecería, lo que refuerza cómo el conocimiento de este síndrome es esencial para el diagnóstico clínico y el manejo", informaron al respecto.
El alcohol trae consigo múltiples efectos perjudiciales para la salud. Dentro de sus innumerables consecuencias, los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC) alertan de que la ingesta de esta bebida, a largo plazo, puede ocasionar alta presión arterial, cáncer de mama, accidentes cerebrovasculares, fallas en el hígado, problemas digestivos, resquebrajamiento de la salud mental, demencia, etc.
Los Institutos Nacionales de Salud de los Estados Unidos, en su artículo 'Entender los riesgos de la sobredosis de alcohol' (2023), indican que una sobredosis o intoxicación etílica se produce cuando se inhiben funciones del cerebro para controlar funciones vitales básicas: respiración, termorregulación y ritmo cardíaco.
"Los síntomas de la sobredosis de alcohol incluyen confusión, dificultad para permanecer consciente, vómito, convulsiones, problemas para respirar, ritmo cardíaco lento, piel fría y húmeda, respuestas entorpecidas (como falta del reflejo de náusea que evita la asfixia) y temperatura corporal extremadamente baja. La sobredosis de alcohol puede resultar en daño permanente del cerebro o la muerte", apuntan con énfasis.