El eje de la Tierra suele variar entre los ángulos 22,1° y 24,5° con respecto al plano en el cual nuestro planeta orbita el Sol. Esta inclinación oscilante, que causa las estaciones y evita temperaturas extremas en la superficie, se atribuye principalmente a la fuerza estabilizadora de la Luna.
Sin embargo, aunque resulte sorprendente, un equipo de científicos ha descubierto que el ser humano también está contribuyendo a la inclinación del mundo en que vivimos.
La detección de este cambio en el eje terrestre se ha dado a conocer luego de que se estudie con satélites las fluctuaciones del movimiento polar, el desplazamiento que experimentan los polos celestes tomando como referencia un punto fijo de la corteza.
¿Por qué está ocurriendo este fenómeno y qué consecuencias podría tener?
Inclinación de la Tierra con respecto al plano orbital (eclíptica). Foto: Planetario de Montevideo
La inclinación de la Tierra a causa del ser humano está relacionada con la distribución del agua subterránea alrededor del globo que los humanos bombeamos con nuestra tecnología para beber y regar.
Los autores de la investigación, encabezados por Surendra Adhikari, geofísico del Laboratorio de Propulsión a Chorro de la NASA, lo explican del siguiente modo.
Imagina que una pelota está girando sobre un dedo y uno le aplica una fuerza en alguno de sus lados. El resultado inevitable será que el eje sobre el que gira el balón se desestabilizará, un cambio que dependerá de la intensidad de la fuerza ejercida.
Los expertos sostienen que lo mismo sucede cuando los humanos redistribuimos la masa de nuestro principal recurso hídrico. Cuando lo hacemos en las latitudes medias, el impacto en la inclinación de la Tierra es mayor. En cambio, el impacto es menor si dichas actividades se realizan más cerca al ecuador o los polos terrestres.
Si bien Adhikari ya había descubierto este fenómeno en 2016, con este nuevo estudio, publicado en la revista Geophysical Research Letters, por fin ha logrado cuantificar cuánto afecta el bombeo del agua subterránea en la inclinación del eje terrestre.
Los científicos primero elaboraron modelos del movimiento polar teniendo en cuenta factores relacionados al desplazamiento y flujo del agua en el globo, entre ellos la velocidad del derretimiento glaciar en la Antártida y las nuevas represas construidas, datos que fueron recopilados entre 1993 y 2010.
Si bien este análisis fue preciso ya que arrojó una variación del eje terrestre en unos pocos milímetros, los datos no coincidían plenamente con las observaciones satelitales.
Fue entonces que consideraron las 2.150 gigatoneladas de agua que se bombearon en ese periodo (una actividad que fue mayor en el oeste de Estados Unidos y el noroeste de la India, zonas de latitudes medidas) y los resultados finalmente se alinearon: el eje de la Tierra se inclinó casi 80 cm hacia el este en esos 17 años.
En esta imagen se compara el movimiento polar observado (flecha roja) con los hallazgos del modelo sin y con redistribución del agua subterránea (flecha azul discontinua y continua, respectivamente). Foto: Seo, et. al. (2023)
Los expertos aseguran que esto es “bastante significativo” ya que muestra que, “entre las causas relacionadas con el clima, la redistribución de las aguas subterráneas en realidad tiene el mayor impacto en la deriva del polo de rotación", superando incluso al derretimiento glaciar, sostuvo Ki-Weon, geofísico de la Universidad Nacional de Seúl, quien también participó en la investigación.
Según los expertos, el bamboleo adicional del eje terrestre causado por la actividad humana es demasiado pequeño para afectar las estaciones, aunque sí podría tener un impacto en el clima, pero a escalas de tiempo geológico, asegura Adhikari.