Tras analizar los cerebros de 30 astronautas durante sus respectivas misiones al espacio, un equipo de investigadores ha descubierto que, en esos escenarios, este órgano experimenta un inusual ensanchamiento que, dependiendo de la duración y frecuencia de los viajes, podría persistir hasta por varios años.
La 'hinchazón' del cerebro humano, explican los expertos, se debería a la redistribución del líquido encefalorraquídeo que sucede bajo condiciones de ingravidez, lo cual aumenta el tamaño de los ventrículos cerebrales, las estructuras que contienen dicho fluido dentro del cráneo.
El estudio, elaborado por científicos de la Universidad de Florida, el Centro Espacial Johnson de la NASA y otras instituciones del país norteamericano, se publicó en la revista Nature.
PUEDES VER: ¿Es posible congelarse y despertar en el futuro?
La investigación ha concluido que los astronautas embarcados a misiones de seis meses a más tiempo presentan un aumento considerable de sus ventrículos cerebrales, mientras que las de menos de dos semanas no producen cambios importantes.
“Descubrimos que, cuanto más tiempo pasaban las personas en el espacio, más grandes se volvían sus ventrículos”, dijo Rachael Seidler, profesora de fisiología aplicada y kinesiología en la Universidad de Florida y autora del artículo.
Sin embargo, el tiempo que tardan los ventrículos cerebrales en volver a su tamaño habitual en estas personas también depende de la frecuencia en que realizan los viajes.
Según los expertos, los astronautas que acuden a misiones largas, ven disminuido el tamaño de sus ventrículos cerebrales en apenas seis meses, mientras que, en aquellos que viajan en cortas, dichas estructuras tardan cerca de tres años en recuperarse por completo.
"Este hallazgo sugiere que el cerebro se ve afectado por los efectos acumulativos a lo largo de múltiples vuelos y quizás episodios separados de adaptación a la microgravedad y al entorno de los vuelos espaciales", escribieron los investigadores.
Se cree que la inflamación de los ventrículos son una especie de mecanismo compensatorio que permitiría adaptarse a los bruscos cambios del líquido cefalorraquídeo, el cual recupera su distribución habitual una vez vuelta a la Tierra.
Como estudios anteriores han señalado, este cambio sucede porque, en condiciones de microgravedad, el líquido encefalorraquídeo se redistribuye por un desplazamiento hacia arriba.
Una limitación en la investigación es que los científicos no han identificado cuáles son los impactos directos que tienen estas modificaciones cerebrales en la salud de los viajeros, aunque otras lo han relacionado con problemas de visión.
Sea como fuese, recomiendan que los próximos estudios deberían llevarse a cabo en un número mayor de astronautas para tener una mejor idea de cómo se ven afectados distintas anatomías y así entonces prepararnos mejor para los viajes a la Luna y a Marte.