Muchas personas tienen la costumbre de tomar una siesta en algún momento del día para recuperar energías y continuar con sus actividades rutinarias.
Sin embargo, dependiendo de la duración y el lugar en que se realiza, este hábito, a largo plazo, puede ser beneficioso o perjudicial para nuestra salud, asegura un estudio publicado en la revista científica Obesity.
Esta investigación analizó la relación existente entra las siestas, la obesidad y los trastornos metabólicos en una cohorte de 3.250 personas de nacionalidad española, de las cuales 1.555 hacían siestas de manera habitual.
De estos, 1.027 individuos tomaban siestas cortas (menores a 30 minutos) y otros 528 realizaban descansos largos (mayores a 30 minutos).
De acuerdo a la investigación, las personas que tomaban siestas largas tenían un mayor índice de masa corporal (IMC), presión arterial más alta y un grupo de otras condiciones asociadas con diabetes y enfermedades cardíacas. Esto, en comparación con aquellos que hacían descansos cortos y los que simplemente no los realizaban.
Las siestas largas, además, coincidían con estilos de vida como fumar en exceso y/o retrasar actividades esenciales como comer, ejercitarse y dormir a sus horas.
“Nosotros estamos hechos para dormir de noche y estar despiertos de día. Si resulta que duermes por el día y llegas a estadios de sueño profundo, es como si tu organismo pensara que es de noche”, señala Garaulet.
Asimismo, “si duermes en la cama, hay una asociación con más hipertensión que si te quedas en el sofá. Parece que tiene que ver con los cambios posturales, pero no lo tenemos claro”, detalló la autora.