La utilidad de los diminutos brazos de los tiranosaurios rex, uno de los dinosaurios más temibles que habitó en la Tierra, ha sido una de las grandes intrigas para los científicos desde que el paleontólogo norteamericano Edward Drinker Coper descubrió el primer fósil en 1892.
El motivo se debe a que ambos miembros tienen un tamaño ridículo para una bestia gigantes con garras filudas. Haciendo una comparación entre las proporciones del T. Rex con el ser humano, es como si un hombre de 1.80 metros de altura tuviera brazos de apenas 13 centímetros.
Sue, el tiranosaurio rex más extenso y mejor preservado jamás hallado en la historia. Fue descubierto en 1990 por la paleontóloga Sue Hendrickson.
Para explicar la singularidad de los brazos del T. Rex, los expertos han propuesto distintas hipótesis, siendo las más aceptadas aquellas que señalan que son extremidades vestigiales de sus antepasados —tales como las alas de las aves que no vuelan— o una ‘forma de compensación necesaria’ para sostener músculos muy grandes.
En todo caso, el asunto continúa siendo un misterio, ya que ninguna teoría parece ser completamente aceptada por falta de evidencia. Sin embargo, puede haber otra explicación alternativa.
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Recientemente, Kevin Padian, un paleontólogo de la Universidad de Berkeley, en California, sugiere que el tiranosaurio rex evolucionó para tener extremidades cortas por una sencilla razón de supervivencia.
En un artículo suyo, publicado en la revista Acta Palaeontologica Polonica, el científico sostiene que los brazos del prehistórico animal se ‘encogieron’ durante su camino evolutivo para así evitar que sean mordidos —o peor aún, cercenados— por su manada durante los festines de cadáveres. Ya sea por una situación accidental o intencional.
Los T. Rex cazaban a menudo en manada, pero sin necesidad de emplear sus brazos, que tenían una movilidad muy limitada. Foto: Keith Schengili-Roberts / Wiki Commons
“¿Qué pasaría si varios tiranosaurios adultos se reunieran alrededor de un cadáver? Tendríamos un montón de cráneos enormes, con mandíbulas y dientes increíblemente poderosos desgarrando y masticando carne y huesos justo uno al lado del otro”, explica Padian en su artículo.
“¿Y qué pasaría si uno de ellos creyera que otro se está acercando demasiado? Podría advertirle para que se aleje cortándole un brazo”, añade. “Por tanto, reducir las extremidades anteriores podría ser un gran beneficio, ya que de todas formas no las utilizaban en la depredación”.
Una herida a causa de las mordedura de otro T. Rex causaría una infección, hemorragias y, finalmente, la muerte. Por esa razón, los brazos de las bestias se habrían encogido de tal manera que podría haber sido útiles para empujar a sus compañeros.
Según Padian, este cambio fisiológico no solo se debería ver en la población de América del Norte —donde los T. Rex fueron oriundos—, sino también en otros grandes dinosaurios carnívoros de otros continentes.
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Padian arribó a esta hipótesis tras evidencia acumulada de que los T. Rex cazaban a menudo en manada, pero sin necesidad de emplear sus brazos, que tenían un movilidad muy limitada. En cambio, utilizaban sus grandes cabezas de 1,5 metros de largo y sus feroces mandíbulas que ejercían una fuerza entre 20.000 y 57.00 newtons aproximadamente.
Según la nueva hipótesis, casos similares de encogimiento de brazos pueden observarse en otros animales contemporáneos como los dragones de Komodo, quienes cazan en grupo, pero permiten que las crías coman al último. Este comportamiento podría responder por qué estas criaturas no sufren ninguna lesión.
“Las heridas por mordedura en el cráneo y otras partes del esqueleto son bien conocidas en los tiranosaurios y otros dinosaurios carnívoros”, sostiene Padian. En ese sentido, “si se encontraran menos marcas de mordidas en las extremidades reducidas, podría ser una señal de que la disminución de tamaño funcionó'’.