Al inicio de la pandemia de COVID-19, se evidenció el pobre desarrollo tecnológico de muchos países debido a la escasez de equipos de prueba y el correcto adecuamiento de las instalaciones médicas. Como consecuencia, los epidemiólogos proponen que la cantidad verdadera de infectados del nuevo coronavirus está subestimada.
Ahora, un equipo de investigadores conformado por Steven J. Phipps, del Ikigai Research; Quentin Grafton, de la Universidad Nacional de Australia; y Tom Kompas, catedrático de bioseguridad de la Universidad de Melbourne, determinaron que la tasa de contagios en 15 países desarrollados —con una población total de 817 millones de personas— es en promedio 6,2 veces más que la reportada.
El reciente estudio fue subido a la plataforma en web de The Royal Society Open Science. Las observaciones se centran en Estados Unidos, Canadá, Corea del Sur, Australia y once territorios de Europa (Reino Unido, Austria, Bélgica, Dinamarca, Francia, Alemania, Italia, Noruega, España, Suecia y Suiza).
Para medir el nuevo modelo científico, se utilizó una técnica llamada ‘retroceso’, en la cual se estima el número de muertes diarias a la inversa, desde el deceso hacia el periodo de infección. Así se evita valerse de estadísticas epidemiológicas y serológicas.
“A diferencia de las infecciones reportadas basadas en pruebas de ARN, el retroceso no depende de la cobertura o eficacia de los regímenes de prueba, que pueden ser muy diferentes entre jurisdicciones y con el tiempo”, detallaron los firmantes del artículo.
Los investigadores, de acuerdo con el apartado de Discusión, consideran que el método tiene ventajas al comparar los datos de los países, pero existen tres advertencias:
Conforme al estudio, la retroacción se adapta mejor a la predicción futura de hospitalizaciones y muertes. Los investigadores, además, sostienen que tal vez los parámetros del modelo epidemiológico presenten fallas.
“Las infecciones por COVID-19 son mucho más frecuentes en las poblaciones de 15 países desarrollados de lo que indican las pruebas positivas informadas de material viral de ARN”, recalcan los expertos involucrados.
Luego, agregan: “Las pruebas suficientes y a gran escala, incluidas las pruebas de aquellos asintomáticos, son, por lo tanto, de importancia crítica para informar las decisiones de política sobre cómo recurrir y cómo manejar los impactos de la COVID-19 en la salud pública, la sociedad y la economía”.
En otras palabras, Steven Phipps, autor principal del documento, explica que analizaron cuánta gente había perdido la lucha contra la COVID-19 en un país específico para luego ver la línea de tiempo pasada e identificar “cuántas personas tendrían que haberse infectado para llegar a esa cantidad de muertes”.
Incluso en localidades con tasas de propagación bajas, por ejemplo, Bélgica, Francia, Italia y el Reino Unido, hasta el 31 de agosto de este año, probablemente los números notificados solo representen “el 10% de las cifras reales”.
Los especialistas recomendaron más adelante lo siguiente: “Una implicación de política global de nuestro hallazgo es que los países ricos deben brindar apoyo financiero y de otro tipo a los países más pobres con bajos niveles de pruebas por cada 1.000 personas para respaldar la mejora de las pruebas”.
En Italia, la pandemia remeció todos los cimientos, pues la técnica retroactiva detectó un promedio de contagios 17,5 veces mayor.
Los hallazgos nos remiten a dudar acerca de cómo enfrentamos la pandemia de la COVID-19 y sus impactos de por vida, contó Grafton, primer coautor del artículo. Sumado a esto, preocupa que las pruebas de anticuerpos se asocien a falsos positivos y falsos negativos, inexactitudes capaces de alzarse semejante a una barrera.
Otro estudio publicado en Nature Communications, el 9 de setiembre, descubrió que en abril los Estados Unidos reportaron a enfermos de un espectro de entre tres a 20 veces menor por pruebas incompletas; una diferencia del 86% si se toma en cuenta la estadística original y el casi nulo conteo de asintomáticos.