La misión New Horizons de la NASA ha obtenido nuevos datos de Arrokoth, el objeto celeste más lejano y primitivo visitado por la tecnología humana. Basados en la información recopilada, tres nuevos estudios describen el objeto en detalle y, según científicos, descartan la teoría más aceptada sobre la formación planetaria.
Los tres equipos de científicos publicaron este jueves sus investigaciones en la revista Science gracias al sobrevuelo que hizo la sonda espacial a solo 3500 kilómetros del objeto el primero de enero de 2019.
Arrokoth es un típico objeto frío del cinturón de Kuiper, el cual está más allá de la órbita de Neptuno (a unos 6.500 millones de kilómetros del Sol) y alberga a miles de pequeños mundos helados. Los científicos creen que esos objetos son restos primigenios de la formación del Sistema Solar, pues han permanecido casi intactos por su órbita estable y su lejanía del Sol.
Formado por dos lóbulos unidos por un cuello estrecho, la superficie de Arrokoth está cubierta de metanol helado y es de color rojo —posiblemente por la presencia de moléculas orgánicas complejas no identificadas—, según los nuevos trabajos basados en el análisis completo de los datos de New Horizons.
Arrokoth, tras el paso de la sonda New Horizons de la NASA el 1 de enero de 2019.
Los estudios apuntan, además, a la resolución de una larga controversia científica sobre cómo se fomaron este y otros primitivos objetos que están en la base de la construcción planetaria, los planetesimales.
Hasta ahora han existido dos modelos para explicar el origen de estos cuerpos. El más antiguo es el de la acreción jerárquica, que plantea que objetos procedentes de diversas partes de la nebulosa solar —la estructura que dio forma al sistema solar— se fueron fusionando de forma más o menos violenta, mediante colisiones que dejaban enormes cráteres.
El segundo modelo apunta a que se formaron por el colapso gravitatorio de nubes locales dentro de la nebulosa solar en un proceso por el que la materia se fue acumulando de manera suave y paulatina.
El estudio de Arrokoth ha permitido a los expertos señalar el segundo modelo como causa de la formación de este pequeño mundo helado.
En concreto, destacan como prueba que está formado por dos lóbulos que se fusionaron a muy baja velocidad —los cuales tienen forma aplanada y están alineados—, así como su color rojo uniforme, al igual que la composición de su superficie.
Representación de la formación de un planeta en la nube protoplanetaria de su estrella. Crédito: NASA.
“Antes estaba la teoría predominante de finales de los años sesenta de colisiones violentas y una teoría más reciente de acumulación suave. Ahora la primera se hizo polvo y la otra es la única que sigue en pie. Esto rara vez sucede en la ciencia planetaria, pero hoy hemos resuelto el asunto”, le dijo a la BBC Alan Stern, investigador principal de este estudio.
De poco más de 30 kilómetros de diámetro y unos 4 000 millones de años, Arrokoth (un término nativo americano que significa “cielo”) está hecho de dos partes que en su origen fueron independientes.
Ambos lóbulos, tras orbitarse mutuamente, fueron acercándose a una velocidad muy baja hasta fusionarse y quedar unidos por un cuello estrecho, señala el primer estudio dirigido por William McKinnon de la Universidad de St Louis, Estados Unidos.
Otro estudio basado en los mismos resultados, liderado por John Spencer del Southwest Research Institute (Estados Unidos) señala que los dos lóbulos son menos planos y tienen más volumen de lo que hacía pensar los primeros datos recopilados por la misión de la NASA.
Además, tienen una superficie lisa y con pequeños cráteres, diferente a la de otros cuerpos del Sistema Solar que ya se han visitado, lo que indica que esta ha permanecido bien preservada desde el final de la era de la formación de los planetas.
De la densidad de su cráteres se pude deducir que la edad de su superficie es de unos 4000 millones de años, lo que apoya la idea de que el asteroide se formó a partir una nube local de colapso en la nebulosa solar.
El lóbulo más pequeño está dominado por una gran depresión de siete kilómetros, que probablemente sea un cráter de impacto, agrega el texto.
El tercer estudio, dirigido por Will Grundy del Observatorio Lowell (Estados Unidos) investiga la composición, el color y la temperatura de la superficie de Arrokoth, que es de un rojo uniforme —posiblemente por la presencia de moléculas orgánicas complejas no identificadas—, fría y cubierta de metanol helado.
Aunque no se ha detectado agua, sí que podría existir, según los autores, quienes consideran que de alguna manera está enmascarada u oculta de la vista.
Con información de EFE.