Testimonio. José Antón Pazos, uno de los más antiguos pobladores de esa zona del Callao, dice que ahora temen salir a jugar carnavales o escuchar música en la calle por el avance del narcotráfico, la extorsión y el sicariato en el primer puerto del país., “No podemos jugar carnavales ni salir a la calle a escuchar una rica salsa o un son cubano. De mi cuadra, cuatro están presos. Una cantante y un futbolista han muerto. Acá, en el Callao, todos los días hay, al menos, un ajuste de cuentas”. PUEDES VER: ¿Qué significa que hayan declarado en estado de emergencia el Callao? Con una honestidad brutal, don José Antón Pazos, uno de los pobladores más antiguos de Los Barracones, explica la situación que vive su gente y su barrio, donde se mezclan el narcotráfico, la extorsión y el sicariato, y donde son los menores los que sucumben a la tentación del dinero. Don José sale cada mañana en su silla de ruedas hasta la esquina de Contralmirante Villar con Cochrane. Lo protegen tres policías para evitar que sea víctima de las bandas que se disputan el territorio. “Todos los días trato de inculcar a los jóvenes que lo único que tiene valor en la vida es la educación y el trabajo”, indica con tono de preocupación, la cual se refleja en su rostro sombrío, perlado de sudor. La vida no vale nada En Los Barracones, cuenta don José, “ahora se vive entre fuego, plomo y pólvora”. No interesa si eres de la calle Loreto o del parque Castilla, de Atahualpa, Canadá o La Siberia. “En esta zona la vida no es vida si no eres un ‘faite’ y si no andas con una ‘máquina’ (arma de fuego)”, nos advierte. Es cierto. Entrar a Los 4 Huecos, la Quinta Pablo-María o Santa Celina es jugar con la muerte. Y ni hablar de Fiscalía 2. A la espalda de estos barrios ‘bravos’ aparece lánguida y sucia la playa Mar Brava. “Hace dos años murieron ahí dos de mis hijos”, recuerda don José. Hace 50 años era una playa linda, alegre. Las familias se reunían ahí para descansar, comer, bailar. “Todos regresaban sanos y salvos a sus casas”, recuerda este poblador de 72 años, quien suelta una carcajada. “Señor, no le miento”, agrega con amabilidad. Los ‘faites’ del barrio “Desde siempre el ‘faite’ ha sido el guapo del barrio, el que no le tiene miedo ni al diablo. Antes usaban sombrero suelto, gabán y hasta camisa de seda. Ahora es distinto”, recuerda. Cuando llegó de Piura, don José era un adolescente que se mantenía vendiendo verduras. Los ‘faites’ más finos y temidos de Los Barracones eran ‘Carita’ y ‘Tirifilo’. Ellos sabían con quién meterse. No les convenía tener a la gente en contra. Luego, en los setenta y ochenta aparecieron otros guapos como ‘José Luis’, ‘Pecoso’, ‘Chileno’ o el ‘Negro Aramburú’. Por ese entonces las peleas entre gente de barrios rivales eran a puño y chaveta. “Ahora uno llama la atención a un ‘mocoso’ y luego regresan con un ‘fierro’ (arma de fuego) y te amenazan o te matan”, añade. ¿En el 86 Héctor Lavoe bajó a Los Barracones? ”Esa es solo una leyenda, sobrino, no creas”. Don José se pone nervioso, o más bien ansioso, cuando tocamos el tema actual del sicariato y el narcotráfico. Quizás porque le irrita el tema o porque prefiere terminar la entrevista, ya que le incomoda bucear en su propia historia. Se levanta, mira de un lado a otro, se vuelve a sentar en su débil silla de ruedas. Sabe que no está solo. Que está rodeado de chicos malos, con muchos ‘Juanitos Alimaña’ y ‘Pedritos Navaja’. Hay gente que observa parada en una esquina. Sus miradas no son ajenas a nuestra presencia. Nos ‘pulsean’, saben que somos periodistas. Algunos solo se limitan a una mirada asolapada, no quieren problemas. Esta zona del sur del Callao parece tener autoridad propia, reglas en común que sus habitantes imponen y que el Estado acepta con una indiferencia que fue creciendo de manera alarmante. Con plomo y pólvora “Desde el 2008 se ha desatado un baño de sangre provocado por una imparable guerra de bandas en el Callao. La chispa fue encendida por ‘Los Feroces de Atahualpa’, que asesinaron a tiros a un integrante de ‘Los Malditos de Castilla’, cuyos miembros, en venganza, aplicaron la ley del ‘ojo por ojo y diente por diente’”, manifiesta don José Antón. Luego aparecieron ‘Los Nole’, sindicados como autores del asesinato de Pedro Mesías Ugarte (a) ‘Pedrito’, cabecilla del grupo de Castilla. Ahora la delincuencia y el narcotráfico han demarcado sus propios territorios. Y también han marcado una rivalidad a muerte, desafiando incluso el estado de emergencia. En efecto, un informe de inteligencia da cuenta de que las bandas de ‘Caracol’, ‘Renzito’ y ‘Chato Raz’ se disputan el control y la hegemonía del tráfico de drogas y las extorsiones en obras de construcción civil. Un trabajo conjunto entre la Policía y el Ministerio Público permitió desbaratar la peligrosa banda ‘Barrio King’, de Gerson Gálvez ‘Caracol’. Las bandas criminales han centrado sus bases en los barrios de Castilla, Corongo, Gambetta, Los Barracones, Canadá, Buenos Aires, Sarita Colonia, Pacasmayo, Bocanegra y Ciudad Satélite. Pero el de más alta peligrosidad es el barrio de Atahualpa, en La Perla. Según un documento confidencial, allí se estableció ‘Caracol’ para extorsionar a grandes empresas constructoras, liderar un ejército de sicarios y traficar droga a través del puerto. Claves La disputa por el control del Callao se estaría dando entre la banda de Gerson Gálvez ‘Caracol’ y Renzo Espinoza ‘Renzito’. Los enfrentamientos entre estos grupos han dejado más de 30 muertos. En el barrio de Chacarita, otra banda, cuyo cabecilla sería el ‘Chato Raz’, busca el control y manejo de los cargamentos de droga a través del Terminal Marítimo del Callao. Chacarita, Loreto, La Siberia, La Perla Baja y José Gálvez han sido tomados por hampones dedicados a la extorsión y el cobro de cupos en obras de construcción civil.