El Perú madruga. El Perú despierta. El Perú se prepara para mover toda su carga sobre un mercado de esperanzas. El Perú se instala como un rompecabezas de rostros y apuros; y es que está por rodarse la película de la vida, entre carritos de emolientes y kioscos de periódicos. Por: Ybrahim Luna El film podría llamarse “Made in Perú”, contar con treinta millones de protagonistas, abarcar todo el territorio nacional y la mitad de un lago altiplánico. El país se quita la pereza bajo el gesto de un gallinazo que se ha petrificado en la punta de una Catedral. Los cargadores cubren sus cabezas con pañuelos, los puestos humean. Es hora de inventar (reinventar) esa fórmula diaria para sobrevivir en el juego de la vida. La creatividad se define como la capacidad de crear. Y crear es la acción de producir una cosa que no existía. Los peruanos crean, incluso, una forma de vida. Juan X Primero ve la vida desde una silla de ruedas. De chico nunca le gusto el dibujo, a lo mucho el garabato. Pero la necesidad lo obligó a convertirse en un dibujante de plaza. Ahora hace retratos y no le va mal, a pesar de su discapacidad se da fuerzas para sacar adelante a una familia de tres bocas. Aprendió su oficio de puro observador, hizo círculos y luego trazó cruces, líneas arriba, líneas abajo, rayas de carbón. Al inicio las formas no encontraban norte, más parecían caricaturas, y bueno, esa fue la salida. Colocó un pequeño cartel que decía: le dibujamos su caricatura por cinco soles. Su esposa lo admira, y cómo no hacerlo, si la conquistó con un retrato que le hizo para su cumpleaños. Con el tiempo los rostros fueron un calco más cercano a la realidad. Luego puso en marcha una idea innovadora: para atraer a la gente puso unos trabajos suyos basados en artistas y cantantes. Era capaz de incluir una cuota de realismo maravilloso en sus imágenes. El rostro de un peatón podía verse envuelto en motivos incaicos, griegos o vikingos. Al público le gustaba jugar con sus perspectivas. Había demanda, y unas monedas demás para llevar a casa. Juan X Segundo vende jugos frente a una universidad. Al inicio las cosas no iban bien. Luego se pusieron peor. Pero qué queda cuando el barco hace agua, quizá flotar en un madero hasta llegar a tierra. Entonces se impuso una minúscula novedad: una sombrilla; una simple sombrilla hizo la diferencia. Vaya, que por ahorrarse unos segundos de sol, los estudiantes lo preferían por su sombra. Pero, qué mejor que agregar una banquita para que la gente descanse. Y al día siguiente apareció la banca, claro, prestada por un vecino. Y qué tal un mandil, perfecto, y que sea blanco porque este lugar es limpio. Pero, es la era Light, las chicas lo saben. Juan X Segundo solo recomienda a sus clientes una vida más sana y los despide con una sonrisa. Luego su interés crece. Ha averiguado en Internet cuáles son los jugos o extractos más saludables y solicitados en las dietas naturistas. Ha empezado a prepararlos con mucha responsabilidad, pero necesita un respaldo. Recuerda que varios profesores han visitado su puesto, el que ahora cuenta con la ayuda de su esposa y de su hijo mayor. Ha consultado cuestiones de higiene y nutrición con los profesores de la Facultad de Industrias Alimentarias. Es más, ellos lo han recomendado de boca. Su puesto ahora es casi un local naturista. Ahora tiene un toldo y bancas de madera, la gente lo requiere por la seguridad que él y su familia han logrado demostrar a sus consumidores. Juan X Tercero canta en las calles. Se ayuda de un amplificador y un micrófono semiprofesional para llamar la atención. Todo el prototipo lleva por motor una pequeña radio-casetera sobreviviente de los ochenta. Los cassettes también se venden. Es un karaoke ambulante. Y sobre todo, una garganta ambulante. Sus amigos de barrio lo llamaban el antiguo, por su afición obligada a la nueva ola, aunque él preferiría cantar cumbia o chicha, eso es lo suyo; pero, qué se le va hacer, la música de antaño tiene más compradores, por ahora. Quizá porque esa gente aún tiene algo de plata, un guardadito. Ayer vendió un equipo completo, con amplificador y todo. Ya ves que todo sale, compare. Cervecitas o cigarros son vicios o lujos que él no se puede dar, teniendo en cuenta que sus cuerdas vocales son sus únicas herramientas de trabajo, con las que da de comer a sus hijos y paga la pensión escolar. A veces está cansado, pero a veces se cree su chamba de verdad, como debe ser. Y canta imaginando que es un trovador, o un juglar suburbano. Hay que ‘dale palante nomá, compare’, que así salen las cosas. Piensa, sonríe y vuelva a trabajar. * Estos son fragmentos ficcionados de nuestra realidad, un pedazo de esa novela cotidiana e impersonal que vemos pasar ante nuestros ojos; la historia recreada en el inconciente colectivo de todos los Juan X que la creatividad a ayudado a sobrevivir en nuestro país, con ese no sé qué, tan, pero tan peruano.