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Sociedad

La resistencia de los emolienteros del Cercado

Los tradicionales vendedores de emoliente, y desde hace unos años también de bebidas elaboradas con quinua, maca y kiwicha, dejarán de ocupar esquinas y calles del centro histórico y serán reubicados por la Municipalidad de Lima en zonas —dicen los afectados— peligrosas y sin clientes. La medida obedece a un reordenamiento pedido por el alcalde Rafael López Aliaga a Prolima para hacer “más turístico” el centro de la ciudad.

A la medianoche, el señor Bruno Matos viaja desde Puente Piedra hasta el centro de Lima para empezar una labor que realiza desde hace 18 años. Allí, en un local que ha alquilado, cerca de la 1 a.m., empieza a preparar las distintas bebidas calientes que venderá cuando empiece a amanecer: emoliente, quinua, maca, kiwicha. Y variedad de sánguches. A las 5 a.m. todo está listo, y media hora después sale empujando su carrito emolientero para llegar al punto donde empezará su jornada diaria: la cuadra 4 de la avenida Nicolás de Piérola, esquina con jirón Chancay, en el Cercado de Lima.

Ahí lo encontramos muy temprano, atendiendo a una clientela que consiste en estudiantes y profesores de la cercana Facultad de Ciencias Financieras de la Universidad Villarreal, empleados de las tiendas cercanas y transeúntes que pasan y se animan a tomar algo en medio de un clima frío y húmedo. Bruno se multiplica para atender, conversa y bromea con algunas personas. En el pasado, incluso fue dirigente de los trabajadores emolienteros.

Por estos días, está preocupado. Trabaja en el centro toda una vida y ahora la Municipalidad de Lima, a través de Prolima, les ha comunicado que hay un plan de reordenamiento del centro histórico y serán reubicados.

“Ha sido una sorpresa. Nosotros elaboramos una bebida tradicional reconocida en Lima. Aquí donde estoy no tengo ningún inconveniente. No estorbo a nadie, no tengo problemas con las tiendas, ya tengo clientes conocidos. Todo bien. Además, la venta es temprano, en el desayuno. A las diez y media, once de la mañana, ya me estoy yendo”, explica. Guarda su carro en una cochera cercana. “Si me cambian, voy a tener que alquilar otro local para preparar el emoliente, otra cochera donde guardar mi módulo”, dice.

Hace unos días, los emolienteros que trabajan en el centro histórico realizaron una marcha porque la Municipalidad de Lima quiere reordenar el Damero de Pizarro y zonas aledañas, y para ello piensa reubicar a los emolienteros en lugares que ellos no consideran concurridos ni seguros.

Varios gremios afiliados a la Federación de Emolienteros marcharon pidiendo no ser cambiados de sus lugares de trabajo. Foto: Archivo LR

Varios gremios afiliados a la Federación de Emolienteros marcharon pidiendo no ser cambiados de sus lugares de trabajo. Foto: Archivo LR

“En enero nos dijeron que la Gerencia de Desarrollo Económico ya no se iba a hacer cargo de las autorizaciones, sino Prolima. Todos estos meses hemos querido hablar con ellos, y no nos atendieron. Sorpresivamente, el 14 de junio sacaron una resolución indicando el reordenamiento”, señala Anselmo Laura, dirigente del Sindicato Unido de Trabajadores Emolienteros del Cercado de Lima (Sutecel). Cuenta que, por ejemplo, a sus colegas de la avenida Nicolás de Piérola los quieren reubicar en los jirones Quilca y Zepita. “Allí hay prostitución, drogas, incluso ha habido balaceras”, señala.

Otras zonas donde quieren reubicarlos son la avenida Grau, algunas calles cercanas al hospital Dos de Mayo y zonas de Barrios Altos que los afectados consideran “peligrosas”.

La señora Victoria Curiya trabaja vendiendo emoliente y otras bebidas calientes en la cuadra 6 de la avenida Tacna. Tiene 15 años en el lugar y como muchos de sus colegas, una clientela ya conocida. Pero la reubicación la ha sorprendido. A ella le han comunicado que deberá cambiarse a una esquina del jirón Cañete, cerca de la zona de Monserrate.

“Yo empiezo a trabajar a las 6 a.m. A esa hora no pasa nadie por ahí. ¿Qué voy a hacer sin clientes? Cuando uno no vende lo del día, todo eso se pierde, no se puede guardar. Es injusto”, dice. Ella viene al centro desde San Juan de Miraflores y desde las 2 a.m. empieza la preparación. “No es fácil trabajar en esto. Es duro amanecerse. Un cambio de lugar solo nos perjudica”, explica.

Prolima no ha dado explicaciones, pero el alcalde de Lima, Rafael López Aliaga, afirmó el miércoles pasado que le había pedido a Prolima “un reordenamiento turístico del centro de Lima para que sea atractivo”, y también le había solicitado a Luis Martín Bogdanovich, gerente de Prolima, reunirse con los emolienteros.

Bebida de sabor nacional

El dirigente Edgar Sáenz, de la Federación Nacional de Trabajadores Emolienteros y Afines del Perú (Fentep), señala que su gremio ocupa las calles del centro por una autorización municipal que viene desde la época del alcalde Alberto Andrade que se hizo con los estudios técnicos correspondientes. “Esta vez, Prolima no nos da ninguna razón”, comenta. Unos 285 vendedores serían los afectados por la decisión de la Municipalidad de Lima.

En mayo pasado —hace apenas dos meses—, el Ministerio de la Producción (Produce) declaró de “interés sectorial la producción y el expendio de bebidas tradicionales elaboradas con plantas medicinales en el emoliente u otras infusiones, y de quinua, maca y kiwicha” a través de la Resolución Ministerial nº 000213-2024-PRODUCE. La norma también resaltaba el trabajo de los emolienteros, su aporte a la identidad nacional, e incluso la salud pública de los peruanos. También planteaba impulsar proyectos que promuevan la elaboración de estas bebidas.

Muchos vendedores de estas bebidas ya tienen clientes conocidos y se han adecuado a la zona en donde trabajan. Foto: Marco Cotrina / LR

Muchos vendedores de estas bebidas ya tienen clientes conocidos y se han adecuado a la zona en donde trabajan. Foto: Marco Cotrina / LR

El dirigente Anselmo Laura, de Sutecel, además, señala que los lugares donde los reubicarán no son adecuados, porque hoy muchos de sus colegas están en zonas de veredas anchas o esquinas en las que no interrumpen el tránsito de las personas. “Ahora nos mandan a calles de veredas estrechas donde va a ser difícil trabajar. No vamos a vender nada. Es atentatorio contra el derecho al trabajo”, comenta. Él vende en la cuadra 5 de la avenida Tacna.

El miércoles pasado se estableció una mesa  de trabajo entre la Municipalidad de Lima y los representantes de los emolienteros. Han quedado en reunirse el próximo miércoles para que las dos partes planteen sus propuestas. Otros gremios, como los canillitas y los lustrabotas, también se encuentran en la misma situación y serán parte de otro diálogo. Por el momento, los emolienteros aún están en sus mismas esquinas. Bruno, con quien empezamos esta nota, dice: “Con este trabajo eduqué a mis cuatro hijos. Somos formales, estamos en un padrón, tenemos uniformes, nos fiscalizan, vendemos una bebida tradicional. Que nos dejen trabajar como siempre”.