Lágrimas, dolor e impotencia durante último adiós a Rosalino Flórez, muerto por represión policial en Cusco
En medio de pedidos de justicia, fueron sepultados los restos del joven cusqueño quien murió acribillado por un policía. Él se convierte en la segunda víctima mortal de la represión policial en la región imperial.
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"Mi corazón está endurecido como una piedra. Es por eso que no tengo más lágrimas", fueron las palabras con que José Flórez Huamán se dirigió al féretro que guardaba el cuerpo de su hijo Rosalino.
Hasta la lejana Conchaccalla, del distrito de San Jerónimo, al final de una trocha carrozable fueron llevados los restos de Rosalino Flórez Valverde (22) para su cristiana sepultura, en la comunidad donde nació. El joven murió acribillado por un policía. Él se convierte en la segunda víctima mortal de la represión policial en la región imperial.
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Un mar de gentes y lamentos acompañaron el ataúd envuelto con la bandera rojiblanca hasta el cementerio de Conchaccalla. El campo santo, también, se convirtió en un escenario de protestas.

Población acompañó el entierro. Foto: Luis Álvarez/URPI-LR.
Voces con llantos y cantos melancólicos pidieron que la muerte del joven estudiante de gastronomía no quede impune, que sea esclarecida y que los culpables sean castigados como manda la ley.
Los discursos políticos tampoco fueron ajenos a la marcha fúnebre. Dirigentes insistían en tomar la palabra ante el dolor de quienes perdieron a un ser querido.
Visiblemente acongojado, Juan José Flórez, hermano mayor del difunto, se dirigió a quienes apoyaron a su familia y a quienes no.

Despedida del joven cusqueño. Foto: Luis Álvarez/URPI-LR.
"Hicimos todo lo posible para que mi hermano regrese bien. En Lima, toqué muchos medios (de comunicación), pero lamentablemente no me quisieron ayudar. Agradezco a todos los compañeros que me ayudaron a sanar a mi hermano. Sufrí mucha discriminación. Pensé que vivíamos en un país en que todos tenemos derechos", dijo con la voz entrecortada.
La tarde del 11 de enero, Rosalino Flórez, recibió una ráfaga de 36 perdigones que se alojaron en su cuerpo y lo condenaron lentamente a su muerte.
Víctima de la represión policial fue herido, muerto y sepultado entre el dolor y la impotencia de una familia que espera, en la justicia, hallar consuelo.






















