Sociedad

La historia de un padre venezolano que pudo reunir a su familia en el Perú

Testimonio. Dejó su país por la violencia y crisis económica. Lamenta que algunos connacionales estén implicados en hechos de violencia, pero que no se juzgue a todos sus compatriotas por igual.

El Perú se ha convertido en uno de los destinos preferentes para los venezolanos que abandonan su país por la crisis que sufre desde hace años. Las últimas estimaciones del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) indican que hay 1,28 millones de venezolanos en el Perú. Tacna es una de las regiones del sur del país que tiene mayor cantidad de población venezolana.

El 3 enero de 2017 unos delincuentes apuntaron con un arma la cabeza a Alexis Seijas, lo sorprendieron cuando se dirigía a su casa, en Venezuela. Ese día se dio cuenta de que no podía quedarse en su país. Emigró a Chile solo con la promesa de hallar trabajo, ahorrar y reunir a su familia otra vez. En abril del 2018 las normas migratorias en Chile se hicieron más estrictas y, con el alto costo de vida, se alejaba la posibilidad de establecer su hogar ahí.

Fue así que escogió el Perú para vivir. “Estuve tres meses trabajando en Tacna, día y noche, ahorrando. El 7 de agosto de 2021 pude traer a mi esposa y mis dos hijas. Estar lejos de los seres que quieres es difícil; gracias a Dios y a las personas que me dieron trabajo, puedo estar con ellas. Yo estoy agradecido con el Perú”, confiesa.

En Venezuela Alexis trabajó 13 años en una empresa cervecera, en el área de informática. En Tacna se dedica a la construcción. Aprendió en el camino, así como otros oficios. En sus primeros meses en Tacna, se iba a “La paradita”, una zona en la parte baja de la ciudad donde personas sin empleo esperan que autos o camiones lleguen y busquen jornaleros.

En “La paradita”, los patrones estacionan sus vehículos, los trabajadores se aglomeran alrededor pidiendo que los lleven, los patrones los miran, y según su aspecto o necesidad, escogen a los que parecen más aptos, los suben al carro y enrumban a alguna chacra de La Yarada Los Palos.

Esa fue una experiencia nueva para Alexis: subir a un auto sin saber el destino ni los nombres de quienes lo llevaban. En las chacras cosechó quinua y vainita; fumigó y abonó la tierra. Formó un grupo con ciudadanos puneños, también migrantes, con quienes pudo compartir y lograr estar juntos por una semana gracias a su buen desempeño.

Eran épocas en que la migración venezolana aún no era masiva. A partir del 2019 se tuvo una fuerte migración en Tacna y la pandemia de la COVID-19, que causó el cierre de fronteras terrestres en Perú y Chile, provocó que cientos de compatriotas traten de ingresar y salir del país de forma irregular.

En medio de esa coyuntura, desde fines del año pasado se han reportado casos de venezolanos implicados en robos, presunto sicariato y hechos de violencia. Al oír esas noticias, Alexis se llena de varios sentimientos, tristezas, recuerdos e indignación.

“Para mí es una herida al corazón (oír de venezolanos implicados en hechos delictivos). Realmente me da tristeza y a veces lloro porque ese es uno de los motivos por los que yo he salido de Venezuela. La violencia y la escasez de comida se juntaron”, rememora.

En Venezuela él pasaba tres días haciendo cola para comprar comida que solo duraría una semana. Además debía ver cómo los alimentos se revendían a altos precios, y a ello se sumaban los asaltos, la extorsión. Alexis repudia a quienes llegan al Perú a delinquir, pues contribuyen al estereotipo de que “el migrante es malo”.

“Hay venezolanos buenos, muchos, trabajadores, gente que se amanece trabajando. Es injusto que este tipo de personas llegue para robar, matar. Merecen un castigo severo. Es indignante que le hagan daño a un peruano, a gente que trabaja“, repite convencido.

Él no está de acuerdo con los proyectos legislativos que proponen la expulsión de los delincuentes extranjeros detectados en flagrancia, pues considera que, sin importar su nacionalidad, deben cumplir su condena donde cometen su delito y luego ser expulsados, por justicia para las víctimas.

Alexis recalca que está agradecido con el Perú y abriga la esperanza de volver a Venezuela cuando el panorama cambie, mientras tanto, espera que sus hijas culminen sus estudios en un colegio público tacneño. Trabaja cortando fierros, excavando zanjas, tomando medidas, soldando; todo para dar a su familia un futuro mejor, lejos de la inseguridad y privaciones.