Escuadrón Humanitario: Personas que recogen cadáveres en Arequipa durante la pandemia [FOTOS]
DESTACABLE. Dos equipos compuestos de 8 personas levantan los cuerpos sospechosos de haber muerto con COVID-19. Una tarea dolorosa de vocación escasa y obligada por el hambre que aprieta. Desde que iniciaron su trabajo, en abril pasado, participaron en 80 casos ¿Qué motiva a que un conductor, profesor, seguridad y hasta técnicos en enfermería a realizar esta misión complicada en medio de una pandemia que arrasa miles de vidas?
Elmer Mamani
16-06-2020. Hora: 11:30 pm
Lugar: Calle estrecha de una urbanización del distrito de Socabaya, Arequipa.
Caso: Mujer fallecida, sospechosa COVID-19
Ha muerto una anciana sospechosa de COVID-19. Su cuerpo descansa en la cama de su habitación a la espera de que sea desinfectado. Afuera de la casa, en la camioneta, Néstor Bautista prepara el amonio cuaternario, un virucida mezclado con agua para acabar con el coronavirus. Llena la sustancia en una fumigadora manual y se alista para ingresar a la vivienda.
El técnico de enfermería arribó con uno de los dos equipos humanitarios de recojo de cadáveres del que es parte. Se encargan de levantarlos en domicilios, vías públicas y centros de salud de la ciudad de Arequipa en el contexto de la pandemia. Néstor siempre es el primero en actuar. Su misión: dejar libre del virus todo el ambiente. Así el médico de turno puede revisar el cuerpo y sus compañeros colocarlo en la bolsa mortuoria y recogerlo. “Desinfecte el baño más por favor, fue el último lugar en que estuvo”, es la petición de la hija de la fallecida. La anciana se desvaneció en ese pequeño espacio. Habría padecido de neumonía y de respiración dificultosa. “Todo fue tan rápido”, explicarían sus parientes. El certificado de defunción sentenciaría: sospechosa de coronavirus, aunque la familia está disconforme. Si quisieran el descarte, no sería posible, el Ministerio de Salud no admite evaluar difuntos.
Néstor tiene 34 años, es padre de una niña de un año y ahora desinfecta occisos. Perdió su trabajo en el hospital Geriátrico y ahora conforma este escuadrón creado por la Gerencia Regional de Salud para un entierro o cremación digna para las víctimas de la pandemia. En estos dos meses recogieron 80 cuerpos, el 90% de casas como la de esta noche.
De toda esa experiencia, Néstor siempre recordará como la piel del occiso se despelleja al contacto con el desinfectante. “Esa fue la impresión más fuerte que tuve”, confiesa. Si un cadáver empieza su putrefacción a las 36 horas, esta persona superaba los 5 días en el suelo de una vivienda del Cercado en mayo. Encontró el cuerpo en medio de un charco de fluidos y empezó a esparcirle lejía que en ese momento utilizaban. El episodio provocó que cada vez que siente olor a lejía imagina un ambiente en el que está presente un muerto. Algo más desconcertante le ocurrió a otro de sus compañeros.
Junto a Néstor, Melitón Ilachoque Delgado y Jesús Molina Pantigoso, esperan también el momento de actuar. Todos están enfundados en sus trajes de bioseguridad y con las mascarillas puestas. Melitón y Jesús tienen la función de cargar a los difuntos, luego que el médico certifique la causa de la muerte. Si es sospechoso o COVID-19, ellos se encargan, caso contrario preparan el cuerpo para que proceda la funeraria. El 50% de casos son sospechosos, el resto son decesos esperados por neoplasias, desahuciados y muertes súbitas.
La historia de Melitón es peculiar. Acostumbraba a lidiar con los niños cuando era profesor de educación inicial, ahora y por la crisis tiene que hacerlo con muertos. Él es natural de Chivay (Caylloma). Cuando se enteraron sus hijas mayores que venía a Arequipa para cumplir esta importante labor, le increparon: “¡Nos quieres dejar sin papá!”. Sin embargo el riesgo es mínimo si cumplen a pie juntillas los protocolos. “Aplicamos mucho la precaución”, explica. Con los días su familia aceptó su decisión y en la actualidad lo apoya.
Pero alguna vez a Melitón se le cruzó por la mente dejar todo esto. Fue el 9 de mayo, cuando tuvieron que rescatar un cadáver de las aguas del río Chili. Los restos se remojaban ya varios días. Al levantarlo la piel se despegaba y se adhería a los guantes de sus manos. Un momento perturbador. “Eso fue lo peor para mi -describiría- , nunca lo había visto”. Reconoce que tuvo que sacar fuerzas y recordar por qué dejó temporalmente de enseñar: “Para conocer a profundidad la pandemia y enfrentarla”, repite.
De experiencias trágicas tampoco se salva Jesús. Si hay muerte, también duelo. “Hemos visto a muchas familias llorar porque pierden a un pariente por la enfermedad. Es bien doloroso”, relata. Además los ritos fúnebres para despedirse, como velarlos, están prohibidos. El equipo humanitario le da la oportunidad de hacerlo a las familias que desean, pero a dos metros de distancia. Después de la desinfección se les permite observarlo por última vez antes de embolsarlo.
23-06-2020. Hora: 6.00 am
Lugar: Parte alta del distrito Miraflores.
Caso: Varón fallecido, sospechoso COVID-19
Hay una tendencia a que los encuentren desnudos. Stephanie Quispe Aracayo, 28 años, encontró fallecidos por coronavirus sin ropas en sus viviendas. La alta fiebre que produce la enfermedad los obliga a que se las despojen. Stephanie es la encargada de la desinfección del segundo grupo y su familia está orgullosa de que esté en primera línea de la lucha contra la enfermedad. Esta mañana desinfectó a un anciano de 84 años que murió en el transcurso de la noche. No lo encontró desnudo pero en la escena hay un balón de oxígeno. Signo de qué habría sido atacado por el virus.
Stephanie es técnica en enfermería y ya antes por su profesión vio a un muerto, pero nada comparado a la pandemia. La primera vez que echó el virucida fue a una mujer de 45 años que no era COVID-19. La hipótesis era el suicidio. “Era como ingresar a una casa abandonada, por los gatos y el desorden”, relata. El hedor que golpea la cara y la oscuridad le dificultaron el trabajo. Pero sin duda lo más chocante es hacer el procedimiento a un bebé y a un niño de 4 años. El primero pereció por neumonía y el segundo por anemia. “Descuido de los padres”, remata Stephanie. Los equipos también intervienen en muertes que no sean por la pandemia, pero solo para desinfección.
Luis Sanz recuerda muy bien el caso de los infantes. También le afectó porque es padre de dos niñas. Es operador de maquinaria y por falta de un empleo se presentó a la convocatoria del equipo humanitario. Recuerda muy bien que ni bien empezaron (21 de abril) llevaron dos cuerpos al crematorio de Hunter, cuando era obligatorio.
“Hay que sumarse al dolor de las familias porque te puede pasar (…) En todos los casos, en que la mayoría mueren ancianos, conmueve. Porque la familia, como están aislados, no los ven y la última vez es pues saliendo en un cajón, como en este caso”, explica Luis y señala con su rostro como una funeraria saca el cajón del anciano de 84 para llevárselo.
26-06-2020. Hora: 6.00 am
Lugar: Parte alta del distrito de Paucarpata.
Caso: Varón fallecido en vía pública, sospechoso COVID-19
“Probablemente estamos en un fase de negación del duelo”, dispara Jerson Guzmán Collado, antropólogo de la Red de Salud Arequipa-Caylloma y miembro del Comité de Recojo Humanitario, sobre la situación dramática que vivimos. Guzmán y médicos capacitaron a los integrantes de los dos equipos. Describe que ellos han tenido experiencias que para el común de las personas serían fuertes, como levantar cadáveres putrefactos en Sabandía y Acequia Alta, en Cayma. “A estas altura han demostrado una fortaleza emocional impresionante. Hemos realizado un buen trabajo de inducción”, destaca.
El antropólogo explica lo que es el algor mortis: la nivelación de la temperatura del cuerpo con el medio ambiente, no más, no menos. Una persona de más de 50 años que fue encontrado muerto en una torrentera, entonces nivelará su temperatura a esta fría noche. Sería un curandero que prometía curar a infectados y se infectó. Deprimido habría optado por el suicidio ya que dejó una carta. Melitón y Jesús están a la espera de lo que decidan las autoridades. Anuncian que el domingo harán un pago a la tierra. Quieren agradecer que se encuentren bien de salud.