La figura de monseñor Pedro Barreto Jimeno, en sus 14 años como arzobispo de Huancayo, está ligada a la defensa ambiental y de la salud en La Oroya, la ciudad considerada en su momento entre las 10 más contaminadas del mundo. Así lo ven dos de sus más cercanos colaboradores en Huancayo.,Fue un lunes de noviembre que el chofer Percy Marcas se convirtió en guardaespaldas del ahora cardenal peruano Pedro Barreto Jimeno, actual arzobispo metropolitano de Huancayo. Aquel día, un grupo de abogados norteamericanos, defensores de 107 niños de La Oroya, contaminados con altos índices de plomo y otros metales en su cuerpo, había planeado una conferencia de prensa para informar los avances de un proceso judicial contra la empresa Renco Group, matriz de la Doe Run Perú, entonces dueña del complejo metalúrgico de La Oroya. PUEDES VER Pedro Barreto, un cardenal ecológico Barreto, invitado a dicha reunión, tomó asiento en primera fila, en un auditorio abarrotado con trabajadores de la metalúrgica. Lo habían recibido con pifias y pronto comenzaron a incomodarlo lanzándole desde atrás bolitas de papel, hasta que el Obispo se levantó y salió del recinto, en medio de un griterío y desorden generalizado. El chofer, alto y robusto, que ese día trasladó al arzobispo de Huancayo a La Oroya, salió detrás suyo para protegerlo con su cuerpo. “A mí me empezaron a caer las sillas, las patadas y puñetes; me jalaban de la casaca. No me dejaban avanzar”, recuerda Marcas, ocho años después de aquel incidente. Temprano, algunos de los colaboradores más cercanos del arzobispo le sugirieron desatender la invitación de asistir a la reunión, pero Barreto insistió. Era noviembre del 2010. Un año antes, la Doe Run Perú había paralizado sus actividades en el complejo metalúrgico, tras haberse declarado en quiebra económica y sometido a un proceso concursal en Indecopi, donde sus acreedores formaron una junta para cobrar las deudas de la empresa. Alguien que le gusta la investigación Monseñor Barreto lleva 14 años como arzobispo de Huancayo. El día que asumió sus funciones, el 5 de setiembre de 2004, fue recibido en su recorrido, de pueblo en pueblo, desde La Oroya hasta Huancayo. Proveniente de la congregación católica de los Jesuitas, ya tenía decidido el estilo de su trabajo. “Algo que no es común en la Iglesia: unir la ciencia con la religión”, dice la Ing. Paula Meza, una de sus más cercanas colaboradoras en la diócesis huancaína, y quien se hizo cargo del proyecto El Mantaro Revive, promovido por el monseñor Barreto, cuyo principal aporte fueron los estudios de calidad ambiental de aire, suelo, agua y alimentos en la cuenca del río Mantaro, como insumos para la gestión ambiental. Paula recuerda que tras su designación como arzobispo de Huancayo, Barreto indagó si existían investigaciones científicas acerca de los efectos de la contaminación ambiental en la salud. Un equipo de la Comisión Episcopal de Acción Social (CEAS) preparaba un estudio con la Universidad de Saint Louis de Missouri (Estados Unidos) para determinar el nivel de contaminación de las personas con metales pesados en La Oroya. “Entonces, él (monseñor Barreto) dijo: esa investigación va a salir, porque no tomo decisiones sin investigación” —cuenta Paula—. “Eso nos gustó —dice—, porque no era común encontrar alguien que pensara en la investigación”. Un año después, en 2005, los resultados de dicho trabajo confirmarían estudios previos: la mayoría de niños menores de seis años presentaban en su organismo niveles superiores a los 40 microgramos de plomo por decilitro de sangre (mcg/dl): “cuatro veces más de los 10 mcg/dl que establecía como límite la Organización Mundial de la Salud”. Hoy, el límite es de 5 mcg/dl. Se encontraron, además, otros 13 metales tóxicos en el organismo de las personas. PUEDES VER Las aguas agónicas del Mantaro “Fue un golpe muy duro —dice Paula—. Se trataba de personas. Ya estaba dado el primer paso y no podíamos retroceder. Era la vida de las personas, un futuro que estaba en peligro y monseñor decía no se puede poner la vida de las personas al servicio de la economía”. Compromiso que causó la reacción de los trabajadores metalúrgicos en contra de Barreto, aquel 15 de noviembre. Pero no fue el único episodio que el Obispo enfrentó. A los dos meses de haber llegado a Huancayo, los trabajadores metalúrgicos, apoyados por la empresa, bloquearon la carretera central en demanda de la ampliación del plazo para el cumplimiento de su Programa de Adecuación Ambiental, un compromiso incumplido hasta hoy. El Arzobispado y otras organizaciones rechazaron tal acción y le exigieron al Gobierno hacer cumplir las normas ambientales, y a la empresa, asumir sus responsabilidades e inversiones comprometidas para garantizar salud y trabajo dignos. En 2012, trabajadores cercanos a Barreto recibieron en sus celulares mensajes con amenazas de muerte hacia el Obispo y voluntarios italianos de la arquidiócesis fueron agredidos por obreros de la metalurgia. Otras marchas y huelgas en su contra, responsabilizándolo de la paralización del complejo metalúrgico. “Sí, la culpa es de él (de Barreto) por decir la verdad y de defenderla —dice Paula Meza—, porque hizo los estudios que el Estado debió haber hecho, que la empresa ya había hecho pero había escondido la información. Por eso fue atacado de diversas maneras. Como miembro de la Iglesia, hizo lo que tenía que hacer”. Ahora, tras el nombramiento de Barreto como uno de los 14 nuevos cardenales de la Iglesia católica, políticos, dirigentes sociales y otras personalidades de la región Junín han mostrado su beneplácito. También el chofer Percy Marcas. “Le mandé un mensajito felicitándolo”, dice. “Y como siempre, estoy a sus órdenes”.