Eduardo Ballón: “Estamos en un momento destituyente y hay un camino largo para un nuevo pacto social”
Entrevista al antropólogo Eduardo Ballón, quien opina que la renuncia de Dina Boluarte sería solo un primer paso para salir del problema actual.
El antropólogo Eduardo Ballón considera que crece la idea de que la presidenta Dina Boluarte debe renunciar, pero que ese sería solo un primer paso para salir del problema actual y los otros serían elecciones generales el 2023 y la consulta sobre una Asamblea Constituyente. Aduce que hay un camino largo para una nueva Constitución.
—Ha destacado la precariedad de Boluarte. ¿Cómo ve la protesta en Lima y su impacto?
—Hay algunos impactos tras la dinámica en las regiones y la llegada de un número significativo de manifestantes a Lima. Por ejemplo, ahora Somos Perú pide la renuncia de Boluarte y algunos de medios de comunicación conservadores pasan en esa posición que en última instancia es de sentido común por el momento y la multiplicación de errores de un Ejecutivo que se precariza aún más por su incapacidad para gestionar una situación muy compleja y difícil.
—Entonces, ¿crece la percepción de que la única salida posible es la renuncia de Boluarte?
—Un primer paso. El adelanto de elecciones al 2023 un segundo paso y la consulta sobre la posibilidad de una Asamblea Constituyente otro, entre otras cosas. Puede terminar siendo el único camino institucional claro que sea reconocido por quienes se movilizan. La renuncia de Boluarte constituiría una válvula de escape a la presión de ahora.
—Boluarte dice que no renunciará y el Congreso muestra estar en sus trece. ¿Qué piensa?
Boluarte expresa no renunciar. Es la misma que hace un año anunció en Puno que no aceptaría suceder a Pedro Castillo. La gente en situaciones tan precarias cambia de opinión. Y en el Congreso empieza a mirarse con preocupación y temor lo que hay: la manifestación indica un proceso en crecimiento, no próximo a frenarse. Más en regiones, pero en Lima también están haciendo sentir la rabia.
—¿Qué nos dice esa rabia?
—Tiene varios significados. Uno reciente: más de 50 muertos, más de 600 heridos, menosprecio a las movilizaciones sociales y represión abierta y brutal. Se añade frustración de la salida de Castillo, no por defenderlo, sino por la dimensión identitaria, que atraviesa tiempo e historia: larguísimos años de discriminación, exclusión, desigualdad. Se añaden historias particulares, como Puno y Ayacucho, que evidencian el fracaso de la construcción del Estado nacional en este país.
—¿Ese fracaso particularmente en Puno y Ayacucho?
—No solo respecto a esos casos, pero en este contexto expresan de manera más dramática esa realidad. La historia del mundo aimara y su lucha por la inclusión en la fantasía de la república del Perú es larga y está documentada. De Ayacucho recordemos lo que supuso el conflicto armado interno. Nos expresan el fracaso de la construcción nacional en el Perú.
—¿Es decir que somos un fracaso como país y república?
—No llegamos a ser república: se demoró más de 30 años acabar con la esclavitud y convivió con la servidumbre hasta la reforma agraria de Velasco.
—¿Por qué ese factor identitario no se afectó con las falencias, decepciones y los indicios de corrupción de Castillo?
—Un factor es la expectativa que genera que llegue al gobierno alguien con quien pueden identificarse por origen, historia, lenguaje o simbología, y ofreciendo un cambio, aunque acabe patrimonialista y clientelar como quienes lo antecedieron. Otro elemento es el profundo malestar que les significó que, antes de instalarse como presidente, fuera desconocido como tal. Entre la historia del fraude y el juego de la vacancia pasamos más de 20 meses. Es el desconocimiento del voto y la decisión de muchos peruanos.
—¿Cómo se explica el viraje de Boluarte al asumir el Gobierno con una propuesta distante de su votación de origen?
—Llega a la presidencia como resultado de un proceso de negociación con el Congreso. Tenía una investigación allí en que pudo ser bloqueada. No lo fue porque de alguna manera el Congreso se la reservaba como carta. En su discurso de asunción, se dirige al Congreso, no al país. Al darse cuenta del error, opta por el camino que compartió con Castillo: se victimiza, alega que es mujer, habla quechua y dice que conoce la realidad del mundo campesino por su origen. Como señaló el antropólogo Ramón Pajuelo, actúa como una misti. Eso enerva más a la gente. La relación entre el misti y el campesino es de arriba abajo donde compartiendo un origen no comparten la misma posición social y universo cultural.
—¿Cómo se explica la violencia? Queman propiedades, han calcinado a un policía y más...
—La violencia, venga de donde venga, es condenable. En las protestas aparecen actores que son parte de la realidad. En algunos casos, puede haber presencia de mineros ilegales, narcotráfico, provocadores políticos ligados a grupos extremos y vándalos, pero tratar de explicar una explosión social a partir de esos factores marginales es una arbitrariedad enorme.
—¿Estamos en camino a un momento constituyente?
—Es un momento destituyente y crece la demanda, aun sin propuesta clara, de caminar a una nueva Constitución. Con la historia chilena, advertimos que ese es un camino largo. Y allá había sectores políticos con mucha más capacidad y la fragmentación y desconfianza social no eran tan grandes como acá... De este momento destituyente, es más o menos claro que en el futuro del país está planteado el tema de un nuevo contrato social. ¿Eso es nueva Constitución mañana? No. La encuesta del IEP (Instituto de Estudios Peruanos) muestra la temperatura contradictoria y distintas cosas que podrían salir. Sin embargo, todo cambio tiene riesgos.