El presidente ha afirmado que el Congreso debe aprobar una ley que sancione el transfuguismo. Pero el problema es más complejo que normar de manera punitiva. Para sancionar se requiere definir claramente qué es el transfuguismo. Si tránsfuga es aquel que se retira de un grupo o bancada parlamentaria, ¿qué pasa si solo sale y no se incorpora a ninguno otro?, ¿y si no se sale, sino que es expulsado de la bancada parlamentaria, se le sanciona como tránsfuga?, ¿qué ocurre en el caso de un grupo de parlamentarios, no uno individualmente, que se retira del partido porque ha cambiado su propuesta política inicial? ¿Y en los casos en que la bancada está conformada por más de un partido, si un parlamentario sale pero se mantiene en la bancada o si sale pero ingresa a otro partido de la misma bancada? ¿También se le penaliza? ¿Importa si un parlamentario sale de la bancada pero no está inscrito en el partido (por ejemplo, solo cinco parlamentarios de Fuerza Popular están inscritos en el partido)? ¿Y sería serio aceptar la propuesta de que el partido mantiene el escaño en caso de transfuguismo? En este periodo Gana Perú perdió ya 16 escaños? Pero el fenómeno va mas allá del parlamento. Muchos militantes de partidos salen para ingresar a otros, con el propósito de candidatear. Y si observamos a nivel regional o local, el fenómeno ya no es una excepción, sino una regla, por lo que no se acota a la institución parlamentaria. El tema es que en el Perú el fenómeno del transfuguismo está asociado a la corrupción del gobierno de Fujimori, cuando Vladimiro Montesinos pagó a varios congresistas para pasarse al oficialismo. Pero el fenómeno ha mutado. En el período 2001-2006, el 33% de los congresistas cambió de bancada parlamentaria, en el 2006-2011, el 22% y, en lo que va del período actual iniciado en el 2011, el 26% de los parlamentarios han hecho lo mismo, faltando poco menos de un año para el final del mandato. Ciertamente esto ocasiona una distorsión de la voluntad popular expresada en las urnas, que se materializa en la distribución de los escaños al inicio del periodo para el que fueron elegidos. Pero el transfuguismo es una consecuencia y no una causa de un fenómeno mayor. Desde el desplome del sistema de partidos a inicios de los noventa, los que se crearon con posterioridad son altamente personalistas y con escasa organización, lo que produce poca fidelidad y disciplina de sus miembros. Al enfrentar las elecciones, requieren del auxilio de candidatos de fuera del partido para confeccionar sus listas y, muchos de ellos, gracias al voto preferencial, ingresan al parlamento. Este intercambio de intereses partido-candidato, puede tener éxito electoral, pero débil cohesión partidaria. Si además la ley permite el ingreso de partidos políticos con un número menor al requerido para la conformación de un grupo parlamentario (seis) y el propio reglamento del Congreso permite, a su vez, la creación de grupos parlamentarios más allá del inicio del mandato, la mesa del transfuguismo está servida. Eliminar el voto preferencial, exigir el ingreso de partidos políticos al parlamento no solo superando el 5% de los votos, sino consiguiendo escaños igual al número requerido para la creación de grupos parlamentarios e impedir la creación de nuevos, luego de iniciado el periodo, puede ayudar en algo para disminuir varios de los incentivos del transfuguismo, pero el fenómeno está instalado y no se eliminará solo con normas. Son las propias víctimas, los partidos políticos, quienes tienen que entender que hasta ahora sus antídotos no han matado al virus.