Agente del SIE Jesús Sosa Saavedra, ‘Kerosene’, confiesa crímenes en libro "Muerte en el Pentagonito, los cementerios secretos del Ejército Peruano", de Ricardo Uceda. Una de las ejecuciones que revela es la del agregado militar de Ecuador Enrique Duchicela en 1988. AGREGADO MILITAR. El agregado aéreo Duchicela desapareció en Lima cuando faltaban dos días para que regresara a su país. Datos 1. TRAICIÓN. El Ejercito procesó a ocho militares y un empleado civil por delito contra el honor y la seguridad de la nación, por las actividades de Enrique Duchicela. Estos fueron el agente AIO Raúl Gamonal Yaranga, teniente César Sánchez Mendoza, técnico Gaspar Neyra Linares y los suboficiales David Leyva Rojas, Luis Muñoz Tuesta, Hernaldo Alvarado Cuadros, Gilberto Saavedra Telles y el empleado civil Alejandro Atao Quintero. El teniente EP Marco Roberto Barrantes Torres apareció en el proceso como prófugo. 2. DESAPARECIDO. La familia del teniente de reserva EP Marco Barrantes Torres no pudo ser ubicada en Lima para conocer sus impresiones sobre las revelaciones del agente Jesús Sosa. Ellos tampoco tenían hasta ahora conocimiento del destino final de su ser querido. Unicamente les informaron que no estaba en los cuarteles ni en ninguno centro de reclusión militar. Oficialmente, el teniente tiene la condición de desaparecido. Su familia no se enteró de las acusaciones de traición a la patria. • REVELADOR TESTIMONIO • Agente del SIE Jesús Sosa Saavedra, ‘Kerosene’, confiesa crímenes en libro "Muerte en el Pentagonito, los cementerios secretos del Ejército Peruano", de Ricardo Uceda. • Una de las ejecuciones que revela es la del agregado militar de Ecuador Enrique Duchicela en 1988. César Romero. "Enrique Duchicela tenía 30 años y cuando murió ejercía de ayudante del agregado aéreo de Ecuador (en Lima) Marco Palacios Larrea. Estaba casado con Martha Escobar, abogada y socióloga, con quien tuvo dos hijas. Ella nunca recibió una explicación de lo que hacía su esposo en el Perú". Uno de los presuntos crímenes del Servicio de Inteligencia del Ejército (SIE) que se relata en el libro de Ricardo Uceda Muerte en el Pentagonito, los cementerios secretos del Ejército Peruano es del presunto espía, el sargento primero de la Fuerza Aérea de Ecuador (FAE) Enrique Duchicela, en 1988. Uceda reconstruye este asesinato con lujo de detalles, basado en el relato que hace el fugitivo ex agente del SIE y miembro del grupo Colina, Jesús Sosa, uno de los encargados de eliminar a Duchicela. La ejecución del agregado militar ecuatoriano no es el primero ni el último crimen que cometió Sosa. Es solo uno más de los asesinatos que desde 1983 realizó en Ayacucho, Lima y otras ciudades del país, por orden del Ejército. El agente Kerosene Jesús Sosa reconoce su participación en estos crímenes, identifica a los agentes que lo acompañaron y a los oficiales que le dieron la orden de torturar, matar y desaparecer cadáveres de presuntos terroristas. La eficacia que Sosa muestra en estos menesteres le vale el apelativo de ‘Kerosene’, el combustible que prefería en Ayacucho, y luego en Lima, para incinerar los cuerpos de sus víctimas. "El incidente (un enfrentamiento en un poblado controlado por los senderistas) convenció a Sosa, antes que al resto de sus compañeros, de que el Ejército no podría atraer a los campesinos por las buenas: debería atemorizarlos aun más que Sendero Luminoso. Más tarde, Jesús Sosa llegaría a otra conclusión: era preferible liquidar a los terroristas detenidos. Fue un razonamiento práctico y no de odio. Sin embargo, matar a tal o cual senderista no era cuestión de su incumbencia, para eso estaba el comandante (Edgar) Paz y más arriba el general (Clemente) Noel y más alto aun el presidente de la República", reflexionaría Sosa, dice Uceda en su libro, días después de instalarse en Ayacucho, a comienzos de 1983. El espía ecuatoriano En el capítulo 8 del libro de Uceda se relata la muerte del militar ecuatoriano Enrique Duchicela, luego de que la inteligencia peruana detectara que había logrado obtener importantes documentos de tropas y planes de operaciones en la frontera norte del país. De haberse hecho público ese caso en 1988 habría provocado un grave problema al gobierno del presidente Alan García Pérez, y posiblemente la salida de los altos mandos militares. Los documentos obtenidos por Duchicela habrían sido claves para el Ejército ecuatoriano en sus operaciones en 1991 y 1995 durante el conflicto del Alto Cenepa. Según el relato de Sosa, el 27 de mayo de 1988 un equipo del SIE secuestró a Duchicela en Miraflores y lo llevó hasta la sede del Pentagonito en San Borja La intervención, refirió Sosa, la ordenó el jefe del SIE, coronel Oswaldo Hanke, y el comandante el SIE2 Harry Rivera El comando de intervención estuvo a cargo de Sosa y habrían participado el suboficial Ángel Sauni y los agentes Miguel Ángel Pino, Nataniel Figueroa, Gumercindo Zambrano y Jorge Ortiz. La operación fue supervisada por el capitán Carlos Pichilingüe. En los sótanos del cuartel general del Ejército el ecuatoriano fue torturado. Sus protestas y reclamos para que se respete su inmunidad diplomática no fueron respetadas ni escuchadas. En los sótanos del SIE Pero el ecuatoriano no estaba solo en esos sótanos. En otro ambiente se encontraba el teniente de reserva Marco Roberto Barrantes Torres, el contacto de Duchicela con los militares peruanos. Barrantes fue intervenido el 18 de marzo anterior, cuando salía de la casa de su hermano, en Condevilla. Al ser interrogado, reveló el nombre de sus contactos, y para cuando se intervino a Duchicela, la inteligencia peruana ya tenía los pormenores de la información obtenida por los ecuatorianos. Duchicela fue interrogado durante cinco días, y en los últimos tres le sacaron toda la información que sabía sobre aeropuertos, bases antiaéreas y armamento militar de su país. "Hasta el 31 de mayo, el detenido fue interrogado violentamente. Lo golpearon y sumergieron en agua. Sufrió una violencia moderada, si cabe el término. Aún no se conocían las órdenes definitivas sobre su suerte, y era mejor ser prudentes", refirió Sosa. Los hornos del SIE El 31 de mayo, el jefe del SIE Oswaldo Hanke comunicó a Sosa que debía deshacerse de Duchicela y Barrantes, es decir, eliminarlos y desaparecer los cuerpos. Al transmitirse esta orden, se encontraba presente el comandante del SIE2 Harry Rivera, quien propuso hundirlos en el mar con una piedra amarrada al abdomen o llevarlos a la playa La Chira, meterlos en un cilindro y hacerlos volar con cargas de dinamita. Sin embargo, Sosa propuso otro método, en la que puso en evidencia su sangrienta experiencia en Ayacucho: utilizar el incinerador existente en el SIE, que se usaba para quemar papeles. Dice el libro de Uceda: "Harry Rivera objetó la propuesta. Demoraría un día calcinar los cuerpos, dijo. Además, ¿con qué material se haría la combustión? –Mi coronel –contestó Sosa–, por la experiencia que hemos tenido en Ayacucho, creo que con los materiales convenientes se necesitará unas tres o cuatro horas, a lo mucho. –¿Qué necesitarías? –dijo Hanke. –Cuatro cargas de leña, mejor de eucalipto; kerosene y petróleo. Rivera no insistió en proponer otro método. Pero aportó una idea: ¿y por qué mejor no usar gasolina? –Eso ni pensarlo –dijo Sosa–. La gasolina, mi comandante, arde y se consume, en tanto que el petróleo se adhiere a los cuerpos y combustiona más. El kerosene le da fuerza a la combustión y no permite que se apague la llama. Es una buena combinación. Y conviene el eucalipto porque su olor característico disimula el de la carne quemada, que es muy intenso". La tumba, un Jardín La eliminación del espía y su contacto se ejecutó de acuerdo a lo planificado por Sosa el 1 de junio de 1988. Duchicela y Barrantes no se enteraron de que iban a morir. Ese día había elección en Ecuador para la presidencia de la República que disputaban Jamil Mahuad y Álvaro Noboa. A Duchicela le dijeron que iba a ser entregado al embajador de su país en Lima. Murió pensando que no lo habían abandonado y que marchaba hacia la libertad. A Barrantes le dijeron que sería entregado a la zona judicial del Ejército. Sosa se encargó de matar a Duchicela de un balazo en la cabeza, y después de dar el tiro de gracia a Barrantes. Las cenizas de ambos hombres fueron esparcidas luego en los jardines del Petagonito. La situación legal de ambos es hasta el día de hoy de desaparecidos. Esta historia que deberá investigarse tal vez ayude a sus familias a conocer qué fue de ellos. Las personas mencionadas por Sosa niegan los asesinatos. Documentos secretos La red de espionaje que habría montado Enrique Duchicela le permitió tener acceso a 25 documentos clasificados. Estos fueron: • Plan de Operaciones Quiñones y Relámpago, anexos del plan Quiñones. • Estado de relevo del Batallón de Infantería Blindada Nº 77 1986. • Directiva única de funcionamiento del SIE. • Red del Destacamento de Inteligencia de la Tercera Región Militar con sede en Lima, 1987. • Escalafón de oficiales y del personal auxiliar, 1986. • Relación de directores de inteligencia de la FAP, AP, EP y PNP. • Relación de agregados militares del EP y de los agentes de la DINTE en el exterior. • Escalafón de suboficiales. • Orden General del EP relacionada con cambios de oficiales subalternos. • Escalafón de oficiales generales del Comando Conjunto. • Plan de Operaciones Chispazo I, II y III para Ecuador y Chile. • Plan de Operaciones Escoba para Chile. • Apreciación de Contrainteligencia de la Primera Región Militar. • Organigrama y Posible Red de Espionaje de Ecuador en el teatro de Operaciones del Norte. • Oficio e Informe de llegada de un buque ruso al Perú con material bélico. • Parte de la Memoria Anual de la Sección Contrainteligencia del SIE, 1987. • Listado de Unidades a nivel del Ejército 1986 y 1987. • Orden General del Ejército de cambio de oficiales superiores. • Memorias anuales de la I y 5 Región Militar 1986. • Memoria Anual de Inspectoría General del Ejército, 1987. • Legajo de la Primera Reunión Tripartita Perú, Chile y Bolivia. • Legajo de la Política Estratégica del Comando del Ejército. • Legajo del Estado de Relevo de la Subdirección de Asuntos Estratégicos y Antártico, 1987. • Memoria de la Primera Región Militar, 1987. El espía que no regresó a Quito "Aquí, media hora antes, Jesús Sosa hizo una base de cuatro hileras de leña de eucalipto, y armó una parrilla cóncava con las hojas de muelle de camión bañadas en kerosene y petróleo. Solo faltaban los cadáveres. En el trayecto de Duchicela hacia su muerte, los agentes le hacían conversación, para darle confianza. Le hablaban de la buena suerte que él tenía, en comparación con los peruanos: se iría tranquilo a Ecuador, mientras sus cómplices del Perú la iban a ver horrible. Volvieron a pedirle que dijera que fue tratado bien. —Sí —dijo—. Yo no voy a hablar mal de ustedes—. Caminaba esposado y a ciegas, dejándose llevar por el brazo de Sosa. Cuando llegaron frente al incinerador, Sosa lo detuvo. Se puso un paso detrás de él. —¿Y qué va a pasar con el auto que te compraste? —le preguntó. Duchicela comenzó a decir algo. El balazo no se escuchó. El cuerpo cayó bruscamente. El coronel Hanke y el comandante Rivera bajaron al sótano cuando Ortiz y Figueroa llevaban a Barrantes a su lugar de ejecución. Fueron informados de que ya había muerto Duchicela. Luego salieron. Pichilingüe no apareció. Aparentemente se había salido del Pentagonito. Los oficiales eran así. Preferían no involucrarse en el trabajo sucio. Cumplían órdenes del comandante general Artemio Palomino, y su trabajo no era apretar el gatillo sino supervisar el operativo. Ortiz, a cargo de Barrantes, le disparó en la sien mientras dialogaba con el prisionero. Cuando cayó, aún respiraba. Sosa recriminó al matador. Había sido un mal tiro. Se acercó a Barrantes y lo remató. Los agentes acomodaron los cadáveres uno sobre el otro en la parrilla improvisada. Duchicela fue doblado formando una U, con la espalda pegada al fondo del incinerador. A Barrantes se le flexionó del mismo modo, pero lo pusieron con la espalda hacia afuera y las extremidas hacia el interior, encima del ecuatoriano. Cinco horas ardió el incinerador, alimentado continuamente de combustible por los cinco parrilleros del SIE reunidos alrededor de la boca". (Extracto del libro de Ricardo Uceda).