Por Maritza Espinoza. Maritza Espinoza. mespinoza@larepublica.com.pe Ahora resulta que Janet Barboza es la abanderada de las indefensas víctimas de Ibope-Time, aquellos a los que el rating no les sonríe ni por cortesía y que están convencidos de que esa empresa brasileña (con 33 por ciento de participación chilena) les pone malas cifras por pura maldad. Pero Janet no es la primera figura que entabla una cruzada contra la medidora de audiencia. Lo intentó antes la mismísima Gisela Valcárcel cuando, durante una de sus fallidas temporadas en el trece, descubrió que el rating era un cruel amante y que ya no la quería como en sus tiempos de Panamericana y América TV. Como Janet, Gisela echó mano del socorrido argumento de que cuatrocientos aparatitos no podían medir los gustos televisivos de millones de peruanos y de que la prueba del fraude era que no conocía a nadie que tuviera un people meter, lo que es igual a decir que porque yo nunca he conocido a un marroquí, no existen marroquíes en Lima, cuando todos saben que hasta tienen embajada propia. Pero, ¿acaso Ibope es invulnerable? No, pero mientras esté en vigencia el convenio que ha firmado el grueso del mercado televisivo para que sea la única medidora de audiencia, los pocos que patalean no tienen mucho futuro. ¿Pero pueden jorobar? Of course, pero no con desinformados cuestionamientos técnicos, sí con el juego rudo. Como en Argentina, donde una página web publicó completita la lista de hogares y obligó a Ibope a gastar una millonada para rehacer su muestra y, de paso, su maltrecha imagen, que hasta hoy no se recupera del todo.