José Ragas: “Este gobierno ha dejado una deuda con las siguientes generaciones”
Lima es lo que es gracias al flujo cultural e histórico de migraciones. De cara al próximo censo, reivindiquen sus raíces. Reconocerlas es reconocer la diversidad que ha hecho del Perú lo que es.
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José Ragas reside en Chile, pero visita Lima para presentar Lima Chola. Una historia de la gran migración andina. El libro, que varios pares definen como inédito, explora cómo las corrientes migratorias del siglo XIX sentaron las bases de la ciudad que conocemos hoy, incluso antes de los conocidos desbordes populares de mediados del siglo pasado.
¿Qué inspira este libro?
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Este libro aborda una migración en particular, pero, en realidad, busca reivindicar la migración en general y cómo esta ha definido al Perú.
Está inspirado en una doble vertiente. Por un lado, en mi historia familiar, porque mis padres son migrantes, como seguramente ocurre con muchos lectores de esta entrevista. Y, por otro, en la necesidad de visibilizar una corriente migratoria poco estudiada. Todos conocemos el desborde popular y la gran migración del siglo XX, pero yo quería mostrar dos cosas: primero, que hubo una migración previa que sentó las bases de esa gran migración; y segundo, que Lima y el país son el resultado de desplazamientos constantes, ya sea hacia la capital, hacia otras regiones o incluso al extranjero.
Vas más atrás, al papel fundacional de los migrantes en la construcción de la ciudad. ¿Cómo explicas ese carácter en la Lima que conocemos hoy?
Puede sonar lejano hablar del siglo XIX, pero los lectores encontrarán paralelos con la actualidad. Aquella primera gran migración fue, para la época, un verdadero desborde popular por la cantidad de personas que llegaron a Lima.
Uno de cada tres limeños era migrante, una proporción muy similar a la de hoy. Ese flujo provocó que la ciudad colapsara: Lima tuvo que romper sus murallas y expandirse, un proceso que continúa hasta hoy. Y no solo cambió la fisonomía urbana, también transformó costumbres: rituales funerarios, gastronomía, bebidas, música… todo empezó a diversificarse.
En Lima chola abordas aspectos menos conocidos, como las asociaciones de migrantes.
Todos los clubes departamentales nacieron de esa migración. Es algo que ocurre en todo el mundo: cuando un número significativo de personas de un mismo lugar se asienta en una ciudad, crean asociaciones para insertarse, ejercer presión social o política y mantener vínculos con su lugar de origen.
¿Cómo explicas el racismo en una ciudad que desde sus orígenes se ha formado con migrantes?
Es una gran pregunta. El racismo acompaña los procesos migratorios. Así como Lima ha sido escenario de una movilidad constante, el racismo surge como reacción de ciertos grupos que no saben procesar la llegada de nuevas poblaciones.
No fue solo migración andina: también china y afrodescendiente liberada tras la abolición. Ese temor se expresó de varias maneras: desde la idealización de una “Lima criolla” blanca y ordenada —que nunca existió— hasta formas más violentas como ataques directos. Y hoy ese racismo se convierte, además, en xenofobia.
Intento retratarlo en el libro: afecta tanto a migrantes pobres como a congresistas andinos que llegan a ocupar curules.
¿Se mantienen dinámicas solidarias entre migrantes, por ejemplo, ante tragedias?
Creo que sí, quiero pensar que sí. Muchos migrantes —andinos o no— han reproducido redes solidarias para mantener lazos con sus lugares de origen e integrarse en la ciudad.
Lima tiene racismo estructural, pero también ofrece espacios para “conquistar” la capital, no mediante la violencia, sino logrando estabilidad y proyectándose hacia las siguientes generaciones. Muchos de nosotros somos producto de esas migraciones.
El libro busca visibilizar sus esfuerzos y desafíos sin romantizarlos, porque también hubo fracasos, retornos forzados y experiencias duras.
Planteas el rol de las élites en el ordenamiento territorial casi inexistente. ¿Han cambiado en la actualidad?
Las élites de hoy no son exactamente las blancas de antaño, pero algunas prácticas se mantienen. Ejemplo: el muro que separa dos distritos contiguos es una muestra de ese apartheid histórico.
Con el boom inmobiliario hay cierta movilidad, pero también mecanismos para preservar distancias, como precios prohibitivos. No es una norma explícita, pero sí una táctica.
Y la desaparición de espacios públicos…
Exacto. La falta de espacios abiertos en Lima limita la integración. Los pocos que hay están enrejados. Sin embargo, barrios antes periféricos hoy son centros dinámicos con sus propios espacios culturales y sociales, sin necesidad de recurrir a zonas “señoriales”.
Vives en Chile y observas de cerca su desarrollo vial. ¿Cómo ves los proyectos de tren para Lima?
El tren es clave para conectar territorios y reducir costos. Pero más allá del tren en sí, importa el propósito: ¿un servicio público real o populismo? En el siglo XIX los ferrocarriles fueron esenciales para integrar regiones y movilizar población. En Chile lo entienden como política de Estado; en Perú seguimos sin verlo como un proyecto de desarrollo nacional. Con estos trenes que acaban de llegar, los cuales van a ser inservibles en unos pocos años, este fin se aleja.
Del 37 % de migrantes en 1859 se pasó al 3 % después de la guerra del Pacífico. ¿Cómo impactó eso en el desarrollo de la ciudad?
Muestra la flexibilidad de la migración: depende de oportunidades y contextos. La bonanza del guano atrajo gente; la guerra la alejó. La guerra cambia absolutamente todo, ¿por qué? Porque hace que más bien que estas comunidades migrantes que antes iban continuamente a Lima decidan no ir porque Lima estaba ocupada.
Se pudo ver durante la pandemia también
¡Con los caminantes! Cómo muchas de estas comunidades migrantes que habían venido a Lima en un momento como la pandemia deciden volver a sus comunidades de origen para poder pasar la pandemia con sus seres queridos o en mejores condiciones también. Entonces, esto muestra que las migraciones son flexibles. Y así como, por ejemplo, hay flujos migratorios hacia la capital, hacia Perú, también pueden cambiar en el futuro
Hoy, además, Lima dejó de ser el gran imán económico: hay regiones que atraen más inversión, según el PNUD.
Sobre la Amazonía, Hoy se habla de nuevos colonialismos generados por actividades ilícitas como la minería ilegal. ¿Está redefiniéndose la dinámica migratoria?
El Perú sigue siendo centralista: uno de cada tres provincianos vive en Lima. La migración refleja esa concentración de recursos.
En el XIX la selva era un proyecto estratégico: café, coca, caucho… Hoy lo es, pero bajo lógicas ilícitas como la minería ilegal y el narcotráfico, que reproducen prácticas casi esclavistas: trata de menores, explotación sexual.
En este contexto, ¿qué dirías a quienes deberán ejercer su derecho al voto en unos meses?
Que el cambio no depende solo del presidente, sino del Congreso, ahora con diputados y senadores. Necesitamos un voto consciente, y un compromiso más allá de las elecciones: fiscalizar, exigir. Nuestra crisis política se refleja en una de las tasas de emigración más altas de nuestra historia.
El libro resalta el aporte cultural de la migración. ¿Cómo ves la reciente restricción a la Ley de Cine?
Es un retroceso. El cine regional es dinámico, diverso, refleja realidades invisibilizadas frente a un cine comercial repetitivo. Un ejemplo valioso es el documental Sigo siendo, que muestra esa riqueza cultural y musical. Limitar el arte regional es como declararle la guerra a la cultura, cuando el Perú vive de ella: turismo, identidad, imagen internacional. Me parece que es una de las deudas que este gobierno va a tener con las siguientes generaciones.
¿Cómo impacta la migración venezolana?
Es el mayor flujo migratorio que ha recibido el Perú. Por volumen e inesperado, desbordó al Estado y a la sociedad, igual que migraciones internas del siglo XX.
Pero muestra algo: la cultura peruana es muy difícil de permear. ¿Qué elementos venezolanos se han incorporado? Muy pocos. Eso revela la falta de políticas de inserción. Y también pone en evidencia el racismo y la xenofobia, explotados políticamente, como vemos que ocurre en otros países como con Vox en España o con Kast en Chile.
¿Qué dirías a quienes sienten vergüenza de sus raíces migrantes, o de percibirse cholos, venezolanos, indígenas, etc.?
Que no hay razón para avergonzarse. Lima es lo que es gracias al flujo cultural e histórico de migraciones. Yo mismo sufrí insultos como “cholo” en la infancia, pero hoy ese término se ha resignificado como orgullo, no solo para descendientes andinos, sino también asiáticos y afroperuanos.
De cara al próximo censo, reivindiquen sus raíces. Reconocerlas es reconocer la diversidad que ha hecho del Perú lo que es.




















