Rafael Belaunde Llosa: “Hay una alianza putrefacta entre el Congreso y el Ejecutivo por impunidad y para medrar”
Ideología. Belaunde afirma que si bien cree en una economía de mercado, la experiencia ha demostrado que no es suficiente: “Hay un espacio para el Estado”.
Rafael Belaunde Llosa, presidente del Partido Libertad Popular, responde sobre la situación nacional. Señala que más que un asunto de izquierdas o derechas, lo que percibe es un consenso que se basa en la impunidad y en tener la mayor cantidad de prebendas. “La situación no solo merece preocupación sino rechazo”, dice.
—Ha dicho que más que una casta política tenemos una costra. ¿A quiénes incluye?
—Basta ver la votación de la investidura de Gustavo Adrianzén para darse cuenta. Hay un consenso de ancha base que va desde disidentes de Perú Libre hasta la derecha más conservadora. Hay un consenso por la impunidad, por la prebenda y por el asalto a las arcas fiscales. Hay una casta que más que de izquierda o derecha es una enquistada en el Estado, hay una alianza putrefacta entre el Congreso y el Ejecutivo por impunidad y para medrar del tesoro público. Eso explica por qué no se pudieron adelantar las elecciones o fomentar una economía más abierta y competitiva en mercados concentrados. La situación no solo merece preocupación, merece nuestro rechazo.
—¿Hay un acuerdo mafioso entre el Congreso y el Gobierno?
—Hay una convivencia, un acuerdo de ancha base que se basa en la impunidad y en tener la mayor cantidad de prebendas. Los Rolex entran en la muñeca izquierda y derecha por igual. El común denominador es el asalto al Estado para favorecer a un grupúsculo de individuos que carecen de representación, pero que han capturado el aparato estatal y los ciudadanos somos víctimas. Lo que hay que hacer es interpelar a toda esta clase política. En esto, sí, los políticos lograron un acuerdo de ancha base, para desfalcar las arcas y protegerse entre ellos. Eso solo cambiará con un gobierno nuevo, con un mandato popular claro. Lo que pasa es que acá no hay mecanismos para eso. En Ecuador había una disputa profunda entre el presidente y el Parlamento...
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—Y se decretó la muerte cruzada.
—En efecto. Acá estamos en un entrampamiento que lleva ocho años.
—¿Pero usted no forma parte de esta clase política a la que critica? Fue ministro con Martín Vizcarra.
—Efímeramente, porque fui ministro de un gabinete al que no le dieron la confianza. En los últimos veinte años de mi vida profesional he trabajado 24 días para el Estado. No soy una persona que venga del Estado...
—Tampoco tendría nada de malo trabajar para el Estado.
—No, no, por supuesto...
—De hecho, asumo que usted quiere trabajar para el Estado.
—Sí, bueno, tener un partido para participar en las elecciones es para administrar al bbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbbpero, sobre todo, dirigir un gobierno, con una visión de país, con un proyecto en el que todos se puedan sentir incluidos. Y ese es el gran demérito del orden jurídico y económico que se ha dado a partir del año 1990 que ha tenido éxitos pero muchas sombras. Hay una profunda grieta, sobre todo con el sur andino, con gente que se siente excluida, con un progreso que ha sido innegablemente inequitativo. Lo vemos con el gas de Camisea, que sale del Cusco, llega a Ica y ahora llegará a Piura. Está a dos mil kilómetros del yacimiento. Pero en Cusco, Andahuaylas, en Huamanga, en Cora Cora, no hay gas.
—¿Cree que esta alianza del Ejecutivo con el Legislativo se mantenga hasta el 2026?
—Creo que los parlamentarios van a querer prolongar la situación para medrar todo lo que puedan del Estado. Pero ya en el último año podrían prescindir de la señora Boluarte. Aunque en estricto, nada va a cambiar.
—Cuando se hace este tipo de análisis, y los he escuchado de diferentes personas, suele hablarse sobre todo del Congreso y del Gobierno. Sin embargo, pocas veces se mencionan a otros actores de importancia y con poder que han decidido cerrar los ojos o apenas abrirlos. Por ejemplo, me refiero a organizaciones empresariales. ¿Qué piensa?
—Diría que con el susto de Castillo, la Confiep y las organizaciones gremiales y empresariales han apostado por Dina, que ofrece la estabilidad de un cementerio. En el Perú nada se mueve, pero nada progresa. Los empresarios están en el negocio de ganar dinero y hacer utilidades, que lo entiendo, pero el proyecto de país, el sistema económico tiene que fomentar a la cada vez mayor competencia. Si uno cree que por tener vinculaciones políticas tiene su negocio asegurado, el gran perjudicado con esa situación es el consumidor. Por eso digo que hay un pacto, más que de izquierda o derecha, prebendario, con gente que quiere beneficios. El statu quo es perjudicial para la gran mayoría de los peruanos. Y lo que el Perú necesita es una economía más competitiva, se necesita empoderar al consumidor. En una economía de mercado, si eso es lo que vamos a promover, el soberano es el consumidor, no es la empresa.
—¿Cómo se define ideológicamente hablando? ¿Es libertario o liberal?
—Es que cada vez hay más terminos...
—Un liberal no ve al Estado como un enemigo necesariamente. Puede ser un aliado. El libertario difícilmente aceptará algo así. Un libertario es como Milei, a quien usted retuitea.
—Milei hizo las reformas del Perú en los noventa. Lo que yo pienso es que el país debe darle a cada quien la posibilidad de desarrollarse al margen de la zona geográfica o el estrato socioeconómico. Para eso tiene que haber crecimiento económico que se basa en la inversión privada. Pero eso no basta. El crecimiento como única variable no es suficiente. Tiene que haber salud, educación e infraestructura. Hay un espacio para el Estado que es innegable. No puede haber un sistema en donde la carne le toca a unos y el hueso a otros.
—¿Libertario o liberal?
—Yo creo que hay un espacio para el Estado en la economía. Y la sociedad peruana tiene que darle a todos la igualdad de oportunidades.