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Política

Luis Pásara: “Huancayo notifica el hartazgo en la calle que explota contra un gobierno malo”

El investigador peruano afirma que Castillo “es un sindicalista combativo que revela que no tiene brújula”. Además, asevera que la izquierda sale de este gobierno sin futuro político en mucho tiempo.

Diagnóstico. Para Luis Pásara, el problema de fondo son los propios peruanos. Foto: La República
Diagnóstico. Para Luis Pásara, el problema de fondo son los propios peruanos. Foto: La República

La crisis política y social en el Perú no da tregua a nadie. Luis Pásara es un investigador peruano, radicado desde hace más de 30 años en España, pero que mantiene una mirada permanente y atenta sobre lo que ocurre en el país. A continuación, sus reflexiones, nada concesivas.

Pedro Castillo se ha salvado de dos procesos de vacancia. Pero la sensación es que se mantiene porque tiene los votos para evitar ser destituido. Lo sorprendente es que su desdibujamiento ha sido rápido, en apenas ocho meses. Lo de Huancayo es una muestra, donde la gente ha salido a protestar por una mala gestión. ¿Cómo evalúa hasta ahora al gobierno?

Sus errores son muchos a lo largo de este periodo que él considera su aprendizaje. Quizá el principal reside en su absoluta falta de criterio para escoger a sus ministros. Muchos de los que han pasado a lo largo de estos meses no cuentan con la capacidad y los antecedentes que los califiquen para el cargo. Pero cuando uno piensa en el pueblo al que Castillo invoca ritualmente, poco o nada aparece en la gestión gubernamental en torno a mejorar la situación de ese pueblo. La insatisfacción se ha venido mostrando en su declive en las encuestas: en marzo solo uno de cada cuatro entrevistados lo respaldaba; esto es la mitad de quienes lo elegimos en junio. El estallido en Huancayo notifica el hartazgo en la calle que, en determinada situación, explota contra un gobierno malo que no atiende los principales problemas.

Un gobierno que llegaba en teoría para representar los intereses de la gente…

Ese es el discurso.

Y que levantaba banderas reivindicativas. ¿Es posible definir ideológicamente al gobierno de Castillo?

Las categorías de izquierda y derecha cada vez son menos útiles para entender la política, no solo en Perú. Por supuesto, algo nos dicen, porque señalan a actores que buscan cambios sociales y a quienes persiguen conservar el orden existente. Pero eso es insuficiente. Castillo es un sindicalista combativo que, llegado al gobierno, revela que no tiene brújula, no es capaz de proponer líneas efectivas para un cambio social o económico. Es un exceso llamarlo de izquierda porque fue propuesto como candidato por el cubanófilo Vladimir Cerrón, pero en su gente destacan, más que el que se llamen o no marxistas, las fechorías que son materia de procesos judiciales y que se siguen descubriendo cada semana.

Castillo, sin embargo, recibió apoyo de la izquierda. Un sector de la izquierda vio en él a uno de los suyos.

Sí, exacto. Quizás es lo más lamentable para la izquierda. No es la primera vez. Hicieron con Castillo lo mismo hecho en 1990 al apoyar a Fujimori contra Vargas Llosa, recibiendo a cambio tres ministerios en los que duraron unos pocos meses. Tampoco esta vez han durado mucho y probablemente tampoco hayan aprendido la lección. Lo que quedaba de la izquierda, los restos de la izquierda, salen de este gobierno aún más disminuido y, desde luego, sin futuro político alguno en mucho tiempo. ¿Sabe qué puede dar un espacio a esos restos de la izquierda?

¿Qué cosa?

Los clamorosos errores, la apabullante ignorancia de eso que llamamos derecha. Eso mantiene con algunas posibilidades a los grupos de izquierda.

¿No concentramos demasiado el debate en nombres y dejamos de lado las fallas más estructurales, sistémicas, que disparan la situación?

Sí. El periodismo tiene responsabilidad en levantar una agenda que prioriza el escándalo y no los problemas. Le resulta más fácil construir noticias en torno a las miserias de personajes que tienen rostro y antecedentes policiales o judiciales, que analizar desafíos de fondo no resueltos. Pero hay que notar que, dada la desaparición de los partidos y la falta de calidades de los actores de todo el espectro político, esos problemas no se discuten, ni por iniciativa del Ejecutivo ni del Congreso. La política se ha convertido en el arte de tirar piedras al adversario hasta que se llegue a un acuerdo con él que produzca ventajas a ambas partes. Esa es la política real de hoy en día. Es esto lo que ha llevado al entendimiento para que el presidente no sea vacado y los congresistas permanezcan en sus cargos. Los que se han encaramado en el escenario político “se ganan alguito”. Y los problemas del país siguen allí, esperando al próximo derrame de petróleo, a las inundaciones, a las diversas formas de explotación laboral que nuestros abogados laboralistas bien pagados se inventan, al acrecentamiento de la trata de personas y todos los conflictos entre empresas mineras y pobladores que no encuentran solución.

¿Las nuevas elecciones pueden ser una salida a la crisis, o es una posición ilusa? Expertos señalan que elegir bajo el mismo sistema arrojaría los mismos resultados.

Soy radical en el escepticismo. Lo que está mal no es el sistema, es la sociedad peruana que está enferma, degradada, en un proceso degenerativo. Esto salta a la escena política, pero no se genera en la política. Para los peruanos es muy fácil decir “el problema son los políticos” y nadie dice que el problema son los peruanos. Hay un problema con los políticos, evidentemente, no es una excusa. La situación del país a la que se entró hace un año, en la primera vuelta de las elecciones generales, reveló la falta de alternativas. Y la elección de Castillo demostró, primero, el peso que sigue teniendo el rechazo a Fujimori y, a lo largo de estos meses, nos dimos cuenta de que habíamos elegido a un gobierno de incapaces y corruptos. El año pasado se demostró que no había salida en la escena política. Pensar que la habrá hoy o mañana si se convoca a nuevas elecciones es, efectivamente, iluso. El que-se-vayan-todos expresa un rechazo muy justificado. La pregunta es si lo que sigue…

Puede ser mejor.

Así es, y yo creo que es muy difícil que sea distinto. Le quiero plantear otro problema…

¿Cuál es?

Plantearnos por qué nuestros políticos son tan endebles, tanto en competencias como en moralidad. ¿De dónde salen esos políticos? Parece que hubieran llegado de otro país o planeta. Expresan a la sociedad de hoy. En los tres últimos Congresos elegidos las calidades resultantes muestran que, en el Perú, se elija a quien se elija, no está a la altura del cargo. La verdadera pregunta que no queremos plantearnos -porque es muy incómoda- es qué ha pasado en la sociedad peruana para que esto ocurra. ¿No nos hemos rebajado hasta el punto de aceptar como normales cosas como la falta de compromiso con lo que hacemos o la corrupción? No nos hacemos cargo de esto y preferimos decir que el problema está en los políticos y en el Estado, que el Estado es malo. Algún día tendremos que darnos cuenta que el problema está en nosotros.

¿Qué los peruanos somos el problema?

Exactamente. Creo que los peruanos somos el problema.

La Corte IDH ha pedido detener la excarcelación de Alberto Fujimori, ordenada por el Tribunal Constitucional. Me llama la atención que sigamos hablando de él, más de veinte años después que dejó el poder. ¿Qué piensa usted de este caso?

Si seguimos hablando y discutiendo el caso de Fujimori es porque las heridas que produjo no han cicatrizado. Pero, además, en torno a este asunto se discuten opciones políticas. Reivindicar a Alberto Fujimori, ahora pidiendo su libertad, es proclamar un modelo de gobierno, dictatorial y ladrón, legitimado por muchos con ese lema de “roba, pero hace obra”. Lo mismo ocurrió con Manuel Odría y luego vinieron muchos, Luis Castañeda es uno de los más recientes. Ese modelo es impugnado activamente por otro sector --el de “Fujimori nunca más” --que cree que el país merece algo mejor, aunque no atine a encontrarlo. No solo no tiene nombre, tampoco hay propuestas para un país mejor. De modo que reclamar que Fujimori salga de prisión --como ha dispuesto arbitrariamente una precaria mayoría en el Tribunal Constitucional, para vergüenza de eta institución-- esconde una vieja política autoritaria que, por cierto, no incluye combatir las injusticias de siempre. Y para resolver la cuestión del dictador el país tiene que atenerse, no a lo que deciden sus propias instituciones envilecidas, sino al mandato de una corte internacional. Nos hemos arrastrado hasta ese punto, en el que desde fuera tenga que imponérsenos una solución digna y adecuada. Es terrible.

Estuvo hace poco en Lima. Usted vive fuera del Perú hace más de 30 años. ¿Qué le pareció lo que vio?

Desde los años de Sendero Luminoso, que creó un clima muy especial, hablo sobre todo en Lima…

¿De desasosiego?

Desasosiego, inquietud, falta de perspectivas. Desde esos años no vía un clima de desesperanza como el que visto estas semanas que he estado en Lima. Me ha impresionado. Gentes a las que conozco, que veo con alguna regularidad, y que esta vez, a diferencia de otras, los he encontrado desesperanzados. Eso me ha chocado. Me ha impactado.