Luis Pásara Pazos: “Antauro y Urresti son caras de nuestra fibra política que antes apoyó a Odría o Fujimori”
Entrevista al investigador en derecho, política y sociedad, especialmente de sistemas de justicia en Latinoamérica. Senior Fellow de la Fundación para el Debido Proceso. Abogado y doctor en derecho (Pontificia Universidad Católica del Perú)
El reconocido investigador Luis Pásara comparte sus impresiones sobre la conformación del próximo Congreso y la agenda para este poder del Estado, que incluye la reforma del sistema de justicia. Autor de diversas publicaciones sobre nuestra sociedad, advierte el avance de una corriente autoritaria que se podría acentuar para el 2021.
¿Cómo interpreta los resultados electorales sobre el próximo Congreso?
Los datos disponibles muestran que, como ha señalado Urpi Torrado, “la población siente que la oferta no ha sido buena” y se ha inclinado por alguna figura que consideró atractiva o por aquello que creyó entender en una propuesta vagamente perfilada.
Frepap, UPP y Podemos dieron sorpresa esta vez...
Está pendiente explorar con los propios votantes la opción por Frepap, sobre la que se especula mucho. Pero el voto por UPP y el voto por Podemos Perú expresan, ambos, una vieja tendencia autoritaria y radical, arraigada en el país, que en unas ocasiones va hacia la izquierda y en otras a la derecha.
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Y esta vez con Antauro y Urresti como sus líderes...
Antauro Humala y Daniel Urresti son, esta vez, las caras de una misma fibra de nuestro ADN político que en otros momentos benefició a Sánchez Cerro, Odría o Fujimori. Es una tendencia que expresa la creencia en que “este país se arregla con mano dura” y a sus votantes no les importa que una de esas figuras esté condenada por rebelión y la otra está pendiente de juicio por haber ordenado matar a un periodista. Por lo demás, actualmente, esta propensión no solo se da en el Perú.
¿Puede acentuarse aquí?
Es una corriente claramente antidemocrática que puede crecer en las elecciones generales del año próximo. En el Congreso puede constituirse un frente ocasional que, en torno a diversos asuntos, defienda agresivamente posturas contrarias a género e igualdad de la mujer, el aborto, la inmigración, homosexualidad y otras cuestiones.
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¿Quiénes estarían allí?
En ese alineamiento conservador pueden sumarse votos de UPP, Frepap, Fuerza Popular y Podemos Perú. Es previsible que se aúnen “espontáneos” desde Acción Popular, APP o el Frente Amplio. Los sectores derechistas deben ver esta posibilidad con entusiasmo y está por verse si al presidente Vizcarra le perturba la propuesta de UPP de restablecer la pena de muerte, la prédica del Frepap contra la homosexualidad o los reclamos de expulsar venezolanos.
Asoma un acuerdo de Acción Popular, APP, Somos Perú y Partido Morado para ganar la mesa directiva. ¿Cómo lo ve?
Sería un acuerdo no de coincidencia sino de conveniencia. Pero, en un Congreso muy fragmentado, es un signo de voluntad de acordar, indispensable cuando se busca hacer algo útil en el corto lapso que tendrán. Acción Popular tendrá que encabezar el trabajo si quiere llegar en buen pie a las elecciones presidenciales para las que resta poco más de un año.
¿Qué implica esto?
Sobre todo, debe demostrar que tiene cuadros capacitados, mejores que la electa Saavedra, que anunció una “obstrucción democrática”. Por su parte, APP y Somos Perú se forman alrededor de un “promotor”, carecen de definición ideológica y esgrimen generalidades como programa, pero nuclean cuadros de ambiciosos dispuestos a obtener algo del poder. Con el número de escaños obtenidos, procurarán sacar todos los beneficios posibles.
¿Y el Partido Morado de Julio Guzmán? ¿Cómo lo ve en el nuevo Congreso y con miras a las elecciones del 2021?
Parece difícil superar el fracaso del Partido Morado que ha ingresado al Congreso en la última o penúltima ubicación –muy beneficiado por el arrastre de una figura independiente como la de Alberto de Belaunde–. Si los ‘moraditos’ siguen empeñados en mantener a esa figura de tercer nivel que ha demostrado ser Julio Guzmán, sus perspectivas son muy limitadas.
Urresti es el más votado y también apuntaría a presidir el Parlamento. ¿Qué opina?
Su más de medio millón de votos nos recuerda que el problema político del Perú no se limita a la calidad de oferta de los grupos políticos sino a la calidad de la demanda de los electores. Él representa la añeja imagen del militarote al que se imagina arreglando a carajos un país. Que en Lima tenga uno de cada diez votos es algo para pensar en los ciudadanos que somos y en nuestra falta de horizonte. Que Urresti presida el Congreso situará visiblemente al país en el nivel de república bananera.
¿Cuál debe ser la agenda principal de este Legislativo?
Las reformas política y de la justicia deberían ser prioridad. Lamentablemente, la cercanía de las elecciones siguientes trae la tentación de hacer ruido para cosechar el voto de incautos. Es posible que tengamos más promesas que productos legislativos. Como ya hay Junta Nacional de Justicia, el Congreso debería apoyar sus mejores líneas de trabajo para una limpieza en los cuadros de jueces y fiscales. Ciertamente, este Congreso no debería descuidar la fiscalización de la actuación del Ejecutivo pero lo probable es que no se pase del nivel de algunos gritos en busca de atención mediática. El gobierno de Vizcarra es el gran beneficiado de la elección de este Congreso variopinto porque tendrá manos libres en el año y medio que le resta.
¿Será este nuevo Congreso mejor o peor que el disuelto?
Según la encuesta de Datum, 44% cree que tendrá el mismo nivel que el anterior y 17% que será peor; es decir, tres de cada cinco no tiene esperanza en que sea mejor. Además, uno de cada cuatro electores no votó: la segunda abstención más alta en 40 años. Cifras durísimas para nuestra democracia. La experiencia en las últimas cuatro décadas no ha sido estimulante. Se ha repetido el ciclo de promesas incumplidas y frustraciones ciudadanas. La política se pobló de aventureros y pocos se lanzan pensando en el país. El ciudadano presume lo contrario y probablemente no se equivoca. La escasa fe hace que no se sienta representado.