Política

Salida y soledad de Vizcarra

“El adelanto de elecciones sigue siendo la salida racional. La única compañía que le queda a Vizcarra será la calle. Si la calle no lo acompaña, la calle será su destino”.

Marco Sifuentes
Marco Sifuentes

Martín Vizcarra es un caso de estudio o, mejor dicho, un sujeto de prueba. Por estos días está comprobando en carne propia cuáles son los límites del populismo. La calle lo ama pero (o, más bien, porque) el establishment político limeño lo detesta. ¿Cómo llegamos aquí?

Los congresistas pensaban que perderían la impunidad el 2021 y no —gracias al adelanto de elecciones— en menos de un año. Esto los ha aglutinado alrededor de la búsqueda de una vacancia con la excusa que sea. Nuevamente la política peruana es un juego de suma cero en el que el destino del país se supedita a los apuros judiciales de un puñado de sujetos.

Vizcarra tiene toda la responsabilidad en su propio aislamiento: ahora está pagando el precio de su soberbia. No es casualidad que dos de sus más feroces opositores (Heresi y Bruce) hayan sido sus ministros o que su vicepresidenta (Aráoz) haya emprendido una abierta e insólita campaña para sucederlo. Que la bancada oficialista haya tenido que reclutar a Yesenia Ponce para sobrevivir también se debe a su renuncia a tender puentes. Tampoco ha sido gratis que el fujimorismo se reúna otra vez. Los Avengers están a la deriva: no son nada sin un Kenji que luche por la libertad de su padre. Otra sería la historia, por ejemplo, si Vizcarra hubiese defendido el indulto otorgado por PPK. Ahora tendría a una bancada dispuesta a todo por él.

Ojo: no estoy diciendo aquí que Vizcarra debió cargar con todo el legado ppkausa —incluyendo el nefasto indulto—, sino que fue un error, de saque, romper con todo lo anterior. Nunca fue consciente de los estrechos límites de su precaria situación. Creyó que el favor popular era suficiente y que su popularidad era garantía de gobernabilidad. Solo así se explica que se haya arriesgado a negociar lo de Tía María él mismo, en persona. Expuso la institución presidencial y está pagando el precio.

Nada de esto justifica una vacancia presidencial digitada desde la prisión. Peor aún, como en el país más bananero: una vacancia con el sello de una multinacional. En vez de videos ridículos que solo entusiasman a Jaime de Althaus, Southern debería emprender una campaña negándose a ser utilizada como excusa para generar inestabilidad política y económica en nuestro país.

El adelanto de elecciones era —sigue siendo— la salida racional. Pero era obvio que los principales afectados por ello no se irían sin pelear. La única compañía que le queda a Vizcarra será la calle. Si la calle no lo acompaña, la calle será su destino.