Política

¿Goodbye Marx?

“De hecho, las revoluciones del siglo XX contrariaron los pronósticos de Marx. Fueron, sobre todo, revoluciones nacionalistas y campesinas, no obreras”

sr
sr

Aunque la izquierda peruana (y latinoamericana) es frecuentemente rígida, fratricida y caudillista, en su interior existen esfuerzos que pueden conducir a una perspectiva fecunda. Por ejemplo, se han abandonado los diagnósticos fundados en la “interpretación correcta” de sus clásicos para asumir los signos particulares de cada tiempo y cada geografía. Las polémicas sobre si un gobierno era fascista o semifascista, burgués o bonapartista, se han desvanecido. La reciente presentación hecha por Verónika Mendoza de un programa económico en positivo, por discutible que sea su contenido, anuncia el empeño por transitar de la protesta a la propuesta, sin abandonar los reclamos del Perú profundo.

No es un signo exclusivo de nuestro país. La película Goodbye Lenin, del año 2003, fue la sátira del fin de los regímenes del socialismo realmente existente.

Fukuyama pretendió ir más allá y anunció “el fin de la historia”. Termina, en efecto, cierta historia, pero no es solo la historia de los regímenes que se derrumban con el muro de Berlín. Termina, además, la democracia basada en partidos ideológicos y orgánicos, en beneficio de movimientos reivindicativos de raza, de género, de minorías indígenas, de regiones y de defensa del medio ambiente.

De hecho, las revoluciones del siglo XX contrariaron los pronósticos de Marx. Fueron, sobre todo, revoluciones nacionalistas y campesinas, no obreras, que se adhirieron al campo socialista en el fragor del mundo bipolar de la Guerra Fría. Así, la primera revolución social del siglo XX fue la mexicana de Zapata y Villa, anterior a la revolución rusa y ajena al marxismo. La cubana se volvió comunista en la confrontación con los Estados Unidos y su corte regional. Lo mismo vale para los movimientos de liberación nacional, que se potenciaron en Asia y África, estimulados por el triunfo de los japoneses sobre los rusos en 1905: se podía derrotar a los blancos europeos. Para Antonio Gramsci, la propia revolución rusa era, irónicamente, “una revolución contra El Capital” de Marx.

Empero, no cabe ignorar el aporte de Marx a la comprensión del mundo occidental y de la historia así como al horizonte cultural contemporáneo. Vivimos en un mundo cuya inteligencia contiene un poderoso componente marxiano (no marxista). Así como las ciencias naturales son darwinianas (no darwinistas) o copernicanas.

Sin embargo, el pensamiento de Marx y de Engels se nutrió de la trayectoria del pensamiento ilustrado europeo y del capitalismo de su época. De ahí, las erradas percepciones de Marx y Engels sobre México, Bolívar y otras realidades de nuestro mundo, que les era lejano y opaco.

El Perú, que aportó las cosmovisiones creativas de José Carlos Mariátegui y Víctor Raúl Haya de La Torre, así como, fuera de la política, la teología de Gustavo Gutiérrez o la poética de César Vallejo, no puede quedarse atado a las fórmulas del pasado. Hay espacio para una izquierda que sea (como lo fue Jorge Basadre o el ilustre italiano Norberto Bobbio) socialista y liberal.